EL DEBATE CIENTÍFICO
SOBREVOLANDO EL GLACIER NATIONAL PARK
Saint Mary lake |
A principios de 2006, el gobernador de Montana sobrevoló, junto con un periodista de la ABC , los glaciares en retroceso del Glacier National Park.
Durante el vuelo, el periodista le pregunta si hay motivos para estar preocupados. El gobernador responde con un elaborado argumento:
“Las nuevas tecnologías podrán eliminar en un futuro las causas del calentamiento global. Mientras, de momento, podemos seguir quemando carbón. Dehecho, si los Estados Unidos no lo hacen, China y la India lo harán, lanzando más carbono a la atmósfera que el resto del planeta lo ha hecho en los últimos 150 años”.
El gobernador aboga por pensar las cosas más fríamente e invoca para ello la poca certidumbre científica:
“Hace treinta años nos dijeron que debíamos estar muy preocupados sobre el enfriamiento global. El Science Digest de febrero de 1973 informaba que los científicos del clima de todo el mundo estaban de acuerdo en que debíamos prepararnos para una próxima edad de hielo. En agosto de 1974, el Christian Science Monitor decía que el clima de la Tierra estaba cambiando a mayor velocidad de lo esperado, que los glaciares habían comenzado a avanzar, que el verano era más corto en Inglaterra y Escandinavia y que el Atlántico norte se estaba enfriando más aprisa de lo normal. La revista Newsweek, en abril de 1974, convenía en que los meteorólogos eran casi unánimes en que las hambrunas serían un resultado del enfriamiento global; el Times del 21 de mayo de 1975 decía que un mayor enfriamiento de clima era algo inevitable y que estaba bien establecido que el clima del hemisferio norte se había hecho más frío desde 1950; el 14 de septiembre, el New York Times abundaba en el retorno de la edad de hielo y todavía en diciembre de 1976 la revista Science avisaba de la glaciación que se iba extendiendo por el hemisferio norte”.
La postura que defiende el gobernador SCHEWEITZER[2] es que hay motivos para dudar de las catástrofes anunciadas por los científicos, o al menos, hay buenas razones para dudar de las noticias que nos llegan a través del periodismo científico, y concluye su exposición con una pregunta:
“¿Cómo podemos saber que antes estaban equivocados y ahora están en lo cierto? Hay que pensar las cosas más despacio antes de comprometer el crecimiento económico y gastar miles de millones de dólares”.
Efectivamente el disenso científico existía en el año 2006.
Las tesis de la corriente científica principal se centran en tres afirmaciones básicas:
(1) Que la temperatura media de la superficie terrestre se ha elevado desde finales del siglo XIX
(2) Que esa elevación tiene que ver con la actividad humana, en particular con la emisión de gases de efecto invernadero, y
(3) Que la temperatura continuará elevándose si continúa la emisión de gases, y que los efectos del incremento de temperaturas serán muy graves provocando fenómenos meteorológicos extremos y elevando el nivel medio del mar.
Cada una de estas afirmaciones ha ido siendo objeto de debate..
LOS ARGUMENTOS DEL DISENSO CIENTÍFICO
El disenso más básico sobre el cambio climático es el que se refiere al hecho mismo de la elevación de la temperatura. Se alega para ello que el registro de datos no es fiable o que los datos no se han analizado bien. THIMOTHY F. BALL, profesor de geografía en la Universidad de Winnipeg, ROBERT M. CARTER, geólogo e investigador en laUniversidad James Cook, Australia, VINCENT R. GRAY, quimico y fundador de la New Zealand Climate Science Coalition, o RICHARD LINDZEN, profesor de ciencias de la atmósfera en el MIT, han hecho en alguna ocasión afirmaciones de ese tipo.
Otro grupo de científicos piensa, que si bien es cierto que el calentamiento se produce, éste es debido a causas naturales y no a la emisión de gases. La variación en la radiación solar es la causa principal, de acuerdo conGEORGE W. CHILINGAR[1], profesor de ingeniería civil en la Universidad del Sur de California. WILLIAM M. GRAY[2], profesor emérito en la Universidad del Estado de Colorado, apunta a las variaciones naturales de las corrientes marinas inducidas por la variación de salinidad como causa principal. Para IAN CLARK, hidrogeólogo, profesor de Ciencias de la Tierra en la Universidad de Ottawa, los problemas están el modelo que relaciona el dióxido de carbono con la elevación de temperatura: “El modelo es incompleto y deja fuera causas relevantes”. TIM PATERSON, paleoclimatólogo en la Universidad de Carleston, Canadá, asegura que la correlación entre CO2 y temperatura queda cuestionada cuando se observa que en tiempos geológicos pasados, niveles diez veces superiores a los actuales coincidieron con el tiempo más frío de los últimos quinientos millones de años[3]. IAN PLIMER, profesor de geología minera en la Universidad de Adelaida, apunta que parece más bien como si el CO2 siguiera al calentamiento y no al contrario[4]. FRED SINGER, uno de los escépticos más conocidos, profesor emérito en la Universidad de Virginia, asegura que el efecto invernadero es real pero que su efecto es pequeño, insignificante y muy difícil de detectar[5].ANTONINO ZICHICHI, profesor emérito de física nuclear en la Universidad de Bolonia y presidente de la Federación Mundial de Científicos, hace una afirmación radical sobre los modelos que utiliza el IPCC: “Son incoherentes y no son válidos desde el punto de vista científico”[6].
Otra cuestión fundamental es la que se refiere a los efectos del incremento de temperatura. Aun admitiendo que el aumento se produce, y que su origen es antrópico, se puede dudar sobre si los efectos serán necesariamente negativos. CRAIG D. IDSO, investigador de la Universidad de Arizona afirma:
“El aumento de CO2 en el aire hará crecer enormemente la productividad de las plantas permitiendo a la humanidad disponer de más alimentos, fibras y madera, y por lo tanto continuar alimentándose, vistiéndose y construyéndose refugios aunque aumente la población. Estas bendiciones del CO2 -enfatiza- son tan seguras como la muerte y los impuestos”[7]
Patrick Michaels, profesor de ciencias ambientales en la Universidad de Virginia, por su parte, dice:
“Los científicos saben con toda precisión cuál va ser el aumento de temperatura en un futuro previsible, 0,75º C, como máximo 1º C[8] […] un modesto calentamiento que seguramente es beneficioso”[9].
Este listado[10] es evidentemente incompleto, y los autores de las citas pueden ir variando o matizando su posición. De hecho, Los científicos se sienten en general mal interpretados cuando sus afirmaciones se resumen, o se atiende a declaraciones puntuales, especialmente si estas han sido previamente editadas por algún medio de comunicación. Por ello, esta referencia es simplemente una muestra de cuáles son los puntos en conflicto y los términos en los que se expresa el disenso científico.
Más importante que el destalle concreto de las disputas científicas, es para nosotros dilucidar si desde un puesto de profesor en la universidad o desde los laboratorios de investigación es posible hacerse oír o influir en la corriente científica dominante, y por lo tanto en la construcción de una teoría científica.
Quizás, la percepción que los científicos escépticos tienen de su posición en el debate sobre el cambio climático, sea la que refleja un artículo[11] de DAVID HENDERSON, un economista de laWestminster Business School, en el que argumenta que los gobiernos han dado el monopolio[12]del conocimiento sobre el clima al IPCC; algo que debería ser, según su opinión, repensado.
Por su parte, BENNY PEISER[13], profesor en la Universidad John Moores de Liverpool denuncia que los artículos de los científicos que dudan del cambio climático ni siquiera son admitidos por los editores de las revistas científicas, a pesar de que muchos están reconociendo que los modelos matemáticos que se están utilizando para hacer predicciones no son adecuados para tratar con un futuro inherentemente impredecible.
Realmente, sólo un pequeño grupo de científicos tiene un acceso relativamente fácil a los medios de comunicación de masas. RICHARD LINDZEN es uno de ellos. LINDZEN en un artículo[14]publicado en abril de 2006 en el Wall Street Journal, después de criticar la relación entre aumento de temperatura y formación de huracanes, denunciaba que muchos científicos se reprimen, no sólo por dinero sino por miedo. En el artículo se cita un ejemplo del tratamiento distinto que reciben los científicos que pertenecen al entorno del IPCC, en comparación con el trato que reciben los que él denomina antialarmistas:
“Cuando el representante de Texas, Joe Barton, exige a Michael Mann que justifique los detalles de un estudio financiado con fondos públicos que habría de servir para tomar decisiones políticas, y este se niega a hacerlo, recibe el apoyo oficial de la Academia de Ciencias, de la Sociedad Americana de Meteorología y de la Unión Americana de Geofísica; acusando a Barton de intimidar a Mann. Cuando el senador Gore, desde su posición de fuerza de vicepresidente, hizo una lista de escépticos y cuando Ross Gelbspan, en una serie de libros y artículos, etiquetó a los científicos que disentían del senador Gore, acusándolos de trabajar para la industria del petróleo, nadie salió en defensa de los agredidos”.
Tristemente, dice LINDZEN, este ejemplo es sólo la punta de un iceberg, y añade:
“En Europa, Henk Tennekes fue cesado como director de la Royal Dutch Meteorological Society, después de haber cuestionado los cimientos científicos del calentamiento global. A Askel Winn-Nielsen, exdirector de la Organización Meteorológica Mundial, Bert Bolin le colgó el sanbenito de ser un instrumento de la industria del carbón, por criticar el alarmismo climático. Los profesores italianos Alfonso Sutera y Antonio Speranza desaparecieron de la escena después de haber perdido las subvenciones tras sus cuestionamientos”.
Las quejas de LINDZEN se extienden también a las revistas Science y Nature:
“Que rechazan sin revisarlos los artículos que no apoyan la corriente principal”.
Finalmente cita una experiencia propia:
“Cuando otros colegas de la NASA y yo, intentamos determinar cómo se comportaban las nubes frente a la variación de temperatura, descubrimos el efecto Iris. Al publicarlo, lo normal es que las respuestas aparecieran en forma de cartas al director. Sin embargo lo que se hizo fue publicar un montón de artículos que se referían a errores en nuestro estudio, mientras que nuestras repuestas se demoraban durante meses. Aquello permitió referirse a nuestro estudio, durante este tiempo, como desacreditado”.
De todo esto, LINDZEN concluye:
“Más que la genuina curiosidad científica se trata de mantener las subvenciones. Solo los más veteranos- sobre todo los profesores eméritos- pueden permitirse una posición de enfrentamiento y desafiar la corriente dominante”.
¿Tiene razones los científicos que disienten de la corriente principal para decir que encuentran obstáculos para divulgar sus tesis? ¿Tienen acceso a los medios?
EL DEBATE EN LOS MEDIOS
EL TIMO DEL CALENTAMIENTO GLOBAL VS. UNA VERDAD INCONVENIENTE
El 8 de marzo de 2007, el Canal 4 británico emitió un documental, dirigido por M. DURKIN, con la intención de dar voz a los escépticos y de resultar polémico: “El gran timo del calentamiento global”[1].
El documental asume una posición claramente escéptica con respecto a la corriente científica principal, argumentando que el consenso sobre el cambio climático es el producto de una industria multimillonaria de ámbito mundial, creada por fanáticos ambientalistas, apoyada por científicos buscadores de financiación y que cuenta con la complicidad de políticos y medios de comunicación.
Los científicos, los ambientalistas, los consultores y los escritores entrevistados en el documental, cuestionan las afirmaciones básicas de la corriente principal, poniendo en duda que la relación entre el aumento de dióxido de carbono en al atmósfera y aumento de la temperatura sea la que ésta establece. De hecho, se afirma que la interacción se produce en sentido contrario, esto es, que el aumento de la concentración de carbono es una consecuencia, no una causa, del incremento de temperatura, y que el aumento de temperatura es, en última instancia, una consecuencia de variaciones solares.
Se hacen afirmaciones también sobre asuntos que van más allá de la discusión sobre las cuestiones estrictamente teóricas. Se niega que el IPCC sea la reunión de los 2500 mejores científicos del clima: “Eso no es así si se atiende a su trabajo y a sus publicaciones anteriores a su pertenencia al panel”[2]. En realidad, se dice, el panel lo forman también políticos que no son científicos y se mantiene el nombre de científicos como contribuidores a los informes, cuando en realidad disienten de ellos. Se asevera también que el concepto de calentamiento global inducido por la actividad humana se promueve con tal ferocidad e intensidad que es comparable al fervor religioso. Los escépticos, se dice, son tratados como herejes y asimilados a los negadores del holocausto. Se cita como ejemplo a TIM BALL, profesor retirado, que asegura haber recibido amenazas de muerte por sus declaraciones sobre el cambio climático.
Con respecto a la economía del cambio climático, el economista JAMES SHIKWATI afirma en el documental que el ataque de los ambientalistas contra el uso de los combustibles fósiles del continente africano, se traduce en la muerte del sueño africano:
“El sueño africano es desarrollarse. Las energías renovables son experimentos que pueden funcionar para los países ricos, pero que no funcionarán en África. No concibo como un panel solar puede suministrar energía suficiente a una planta siderúrgica. Nos dicen: no toquéis vuestros recursos, no toquéis el petróleo, no toquéis el carbón. Eso es un suicidio”.
Se cita, como ejemplo, un hospital en Kenia que funciona con paneles solares y que no suministra suficiente electricidad para alimentar a la vez el refrigerador y la iluminación:
“Dejar a los países más pobres solamente con las energías alternativas es el aspecto más moralmente repugnante de la campaña del calentamiento global”.
La emisión del documental atrae la atención de dos millones y medio de espectadores y un share del 11,5%, pero la Ofcom , oficina reguladora de comunicación británica, recibe al menos 265 quejas, entre las que se incluyen referencias a la falsificación de datos. El Canal 4 británico afirma, sin embargo, haber recibido 758 llamadas y correos electrónicos sobre el programa, con una ratio de seis a favor por cada uno en contra. Leer más.
La comparación entre los dos documentales es inevitable.
“Una verdad inconveniente” fue escrita, codirigida y protagonizada por AL GORE, vicepresidente de los Estados Unidos con la Administración del presidente CLINTON.
La película tiene un formato que reproduce las presentaciones en power point de las conferencias, más de mil, pronunciadas por GORE en los años previos a su realización (2006). La tesis que se defiende es que el calentamiento global es real, potencialmente catastrófico, e indudablemente originado por la actividad humana.
El documental se estrena simultáneamente en Nueva York y Los Ángeles, el 24 de mayo de 2006. Ese fin de semana, que coincide con el Memorial Day, tiene unos ingresos medios de más de noventa mil dólares por sala, la recaudación más alta de todas las películas que se emitían ese fin de semana, y una cifra record para ser un documental. En el Sundance Film Festival, se recibe con tres ovaciones del público puesto en pie. Está presente en el Festival de Cannes y en los festivales de Durban y Brisbane. La película recauda más de 24 millones de dólares en Estados Unidos y más de 49 millones en el resto del mundo[1]. Sobre este tema, AL GORE comenta que el 100% de los beneficios, tanto del libro como de la película se destinan a una campaña educativa para extender el mensaje sobre el calentamiento global. La película como tal ha recibido, en general, críticas muy favorables y una veintena de premios, entre los que destacan los de la Academia , en el año 2007, al mejor documental y a la mejor canción original . LEER MÁS.
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LAS TESIS DE LA CORRIENTE CIENTÍFICA PRINCIPAL
Tradicionalmente,
los científicos de distintas naciones habían conocido del trabajo de sus
colegas leyendo sus escritos y haciendo visitas a universidades extranjeras. En
la segunda mitad del siglo XIX, las posibilidades de confrontar las
investigaciones aumentan notablemente mediante la sistematización de la
convocatoria de congresos científicos
internacionales.
En
el caso particular de las ciencias de la Tierra , que tienen como objeto el planeta en su
conjunto, la necesidad de obtener datos de fuera del propio país siempre fue
imperiosa, y por ello, la Organización Meteorológica Internacional fue pionera en este tipo
de convocatorias.
En
1919, los científicos interesados en el clima, junto con otros especialistas
preocupados por la geofísica en general, se reúnen en la Unión Internacional de Geodesia y Geofísica,
que empieza a organizar programas de observación de datos.
El Año
Internacional Polar (1932-33), fue en este sentido un programa puntero, con
la circunstancia destacable, de que fue organizado básicamente por científicos,
con poca intervención de diplomáticos.
Después
de la Segunda Guerra
Mundial, la necesidad de cooperar para alcanzar objetivos que estuvieran más allá de los intereses
nacionales, estaba en la mente de muchos científicos que habían visto con horror
los peligros de los excesos
nacionalistas. La creación de las Naciones
Unidas, de las instituciones financieras de Breton Woods, y las primeras
tentativas de formar la Unión Europea , se corresponden con este sentimiento, que se acrecentará incluso,
con la guerra fría.
Relativamente
pronto, en 1947, una convención reunida en Washington declara la meteorología
como una empresa que trasciende los gobiernos nacionales. Poco después, en 1951, se crea la Organización Meteorológica Mundial[1]
(OMM), como asociación de servicios nacionales de meteorología, que pronto
se convirtió en una agencia de las Naciones
Unidas, que le da cobertura organizativa y financiera.
SPENCER WEART[2], al que estamos siguiendo en este relato, pone énfasis en destacar el papel de personas
individuales, con nombres y apellidos, que estuvieron detrás de estos procesos,
haciéndolos posibles. Cita a VICTOR A. BUGAEV, de la Unión
Soviética , y a HARRY WEXLER, de los Estados Unidos, como dos ejemplos de científicos que ejercen
de burócratas, de gestores y de
diplomáticos.
A
mediados de los años cincuenta, un grupo
de científicos, entre los que estaba WEXLER,
se fija el objetivo de coordinar sus registros de datos, y sobre todo, de
persuadir a los gobiernos de que hace falta gastar al menos mil millones de
dólares en investigación. El resultado de estos esfuerzos se hace patente en la
convocatoria del Año Geofísico Internacional 1957-58.
El
cambio climático no era una prioridad en estas fechas, pero la existencia de
fondos permitió que se estudiasen los
niveles de CO2 en la atmósfera, para descubrir que estaban subiendo.
Si
algo quedó claro después de este año, es que la falta de datos conducía a
problemas insuperables, sobre todo para la confección de modelos matemáticos.
Los satélites que se están lanzando en
ese momento a la atmósfera se presentan, a los ojos de estos científicos, como
la solución a sus problemas de falta de información básica.
En
estas circunstancias, a la capacidad de persuasión de los científicos se une la visión del presidente J. F. KENNEDY, que
percibe en este asunto un modo de ganarse a la opinión pública, escéptica
respecto a los planes espaciales. En 1961, el presidente KENNEDY se dirige a las Naciones Unidas para defender los esfuerzos de
cooperación entre los gobiernos para mejorar la comprensión del clima y las
predicciones meteorológicas.
La
encargada de llevar a cabo la propuesta es precisamente la OMM , y se lanzan globos y satélites
artificiales. Comienza aquí un ingente trabajo de registro de datos y, muy
importante, de fijación de métodos normalizados para obtenerlos, algo que
había tenido hasta entonces grandes dificultades, debido a las inercias
nacionales.
Una
dificultad añadida, al ya de por si complejo funcionamiento de la agencia, fue la de casar el origen
independiente y académico de sus científicos con el carácter de organización
administrada según los modos de las Naciones Unidas. Esto se resuelve con un comité internacional
de científicos que fija la política, apoyado por personal a tiempo completo,
con sede en Ginebra. Paneles de especialistas diseñan proyectos específicos, mientras
que representantes gubernamentales se encargan de la financiación. A este
entramado se le superpone otra capa más, formada por paneles nacionales para
encauzar la participación de cada país.
Mediante este esquema de funcionamiento, a partir de 1967 se establece
el Programa Global de Investigación Atmosférica.
También en este periodo son importantes los esfuerzos de personas
identificables. BERT BOLIN[3], por ejemplo, preside el comité organizador entre 1967 y 1971.
En
este marco, son posibles los encuentros frecuentes y la diversificación de los
temas a tratar. El cambio del clima inducido por los contaminantes, empieza
a formar parte de las agendas en los
años 1969 y 1970.
En
1971, se reúnen expertos de catorce países en Estocolmo para estudiar el “Impacto de la acción humana sobre el clima”.
Cabe destacar que en las discusiones del encuentro no hay consenso entre
aquellos científicos que creen que los
gases de efecto invernadero están calentando el planeta, y aquellos otros que piensan que las
partículas contaminantes lo están enfriando.
En
todo caso, la reunión de 1971, no es más que
una reunión preparatoria de la
Conferencia de las
Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente (Conferencia de Estocolmo), que se
celebra el año siguiente. Lo importante de esta reunión preparatoria es que
finalmente se consigue que el estudio del
impacto humano sobre el clima sea de lectura obligada para los delegados
asistentes a la conferencia.
En
los años setenta, la preocupación por el
cambio del clima se va generalizando entre algunos expertos. ROBERT M.
WHITE, desde su posición de jefe de la Oficina Meteorológica de los Estados Unidos, y de representante de su país en la Organización Meteorológica Mundial, despliega todas sus capacidades, de acuerdo con la
percepción que nos transmite WEART, para influir en ambos organismos, con el
objeto de que se investigue el cambio
del clima. El hecho, es que de éste y de otros empeños, resulta la Conferencia Mundial sobre el Clima de 1979.
La
conferencia se organiza de un modo que luego tendrá continuidad: tanto
científicos como funcionarios participan
por invitación, y el conjunto de
escritos que se presentan se remiten a los participantes, previamente,
para que circulen y se discutan. De este
modo, los papeles que se examinan en la conferencia, ya están revisados, por lo
que es posible dar el paso de sacar conclusiones.
Aunque el espectro de opiniones es grande, se
llega a un consenso sobre la “clara
posibilidad” de que el aumento de los niveles de CO2 “pueda resultar” en cambios, a largo plazo, del clima global.
A
partir de 1980, la situación internacional
puede decirse que ya ha cambiado con respecto de los años posteriores a
la guerra y que la hegemonía de los Estados Unidos ha terminado. Hasta
entonces, habían dominado las discusiones científicas, mientras que el resto de
las naciones avanzadas estaba aún tratando de salir de las ruinas de la Segunda Guerra
Mundial. A principios de los ochenta, de acuerdo con WEART, un pequeño grupo de emprendedores toma las
riendas de las discusiones internacionales y la distinción entre funcionarios
del gobierno y actores no gubernamentales deja de ser relevante. A partir de
entonces se organiza una serie de reuniones, a las que se asiste también por
invitación, patrocinadas por la Organización Metereológica mundial, o el Programa Ambiental de las Naciones Unidas,
un programa que había sido establecido
en la Conferencia
de Estocolmo, dirigido por MOSTAFA TOLBA[4].
Es
en los años siguientes cuando se forma una especie de comunidad científica
internacional del clima, un proceso, que en la Conferencia de Villach de 1985, puede decirse que
está ya maduro. La comunidad está unida por el fuerte consenso de que el cambio
del clima es más importante y más rápido de lo previsto.
La
segunda mitad de la década de los ochenta estuvo marcada por un esfuerzo de
persuasión para convencer de la importancia de esta amenaza. Realmente algunos
no eran muy difíciles de convencer, si atendemos a la observación de SONJA
BOEHMER-CHRISTIANSEN[5], por ejemplo, que argumenta al respecto que las
llamadas a la regulación son atractivas para la burocracias medioambientales,
en tanto que permiten aumentar su influencia; y por otra parte, un escenario de
preocupación pública por el medioambiente les permite a algunos políticos
explayarse en una retórica medioambiental.
En
todo caso el esfuerzo de persuasión es notable, y de la alianza entre
científicos y algunos grupos políticos resulta la Convención de Viena para la Protección de la Capa de Ozono, firmada
por veinte naciones en 1985, y el Protocolo
de Montreal, de 1987.
El
éxito de Montreal anima, sin duda, la convocatoria de la Conferencia de Toronto, en 1988, que se convoca
bajo la denominación de “Conferencia Mundial
sobre Cambios en la Atmósfera :
implicaciones para la seguridad global”. A Toronto asisten básicamente
científicos expertos, y no representantes oficiales de los gobiernos. Puede
decirse que la comunidad científica que se reúne en Toronto es básicamente la
que se había formado en Villach, y que éste es el núcleo de la corriente científica
principal sobre el cambio climático.
Siguiendo
el modelo de Montreal, en Toronto los científicos llaman a la toma de medidas.
Y también siguiendo el ejemplo del ozono, se proponen objetivos
internacionales, pero dejando a los estados nacionales que establezcan sus
propios mecanismos para alcanzarlos.
A
pesar de estas repercusiones, quedaba claro aún en este momento, que
las organizaciones científicas existentes estaban diseñadas sólo para la
investigación, sin capacidad para actuar en la escena política. Se siente la
necesidad de crear una institución que pueda ir más allá de las
capacidades de los expertos. En el mismo año que se celebra la Conferencia de
Toronto, en 1988, La Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente
colaboran para crear esa institución que
pretende trascender lo meramente científico: el Panel Intergubernamental para
el Cambio Climático (IPCC[6]), compuesto no sólo por expertos
científicos sino por representantes oficiales de los gobiernos, gente con
vínculos con los laboratorios nacionales y
las oficinas meteorológicas y las agencias científicas como la NASA.
El panel se constituye asimismo como la fuente principal de
consejo científico a los gobiernos
La
presidencia recae en BERT BOLIN, y
durante el año 1989, 170 científicos trabajan en una docena de talleres
temáticos. Las negociaciones para llegar a conclusiones que no sean demasiado
generales son difíciles y cualquier conclusión tiene que pasar el consenso de
los delegados gubernamentales, por lo que los resultados son realmente el
mínimo denominador común.
El
primer informe de evaluación aparece en 1990. Realmente, este informe es la
preparación para la
Segunda Conferencia Mundial sobre el Clima, que se habría
de celebrar en noviembre de ese mismo año. La llamada a la acción política que
se hace en esta conferencia, induce a la Asamblea General de las Naciones Unidas a llamar,
a su vez, a la negociación internacional. De esta negociación surgen los
borradores que se llevan a la reunión de líderes mundiales en Río de Janeiro: la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el
Medioambiente y Desarrollo (La
Cumbre de la
Tierra ), de la que resulta la
Convención Marco de
las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Esta es la respuesta de los
gobiernos, y por lo tanto el guante se devuelve a los científicos del panel,
que regresan al trabajo de investigación con un horizonte de cinco años por
delante, de acuerdo con su compromiso de dar resultados al menos dos veces cada
diez años.
El
panel cumple su compromiso y en 1995 ofrece un nuevo informe. Este trata de mostrar un poco más de
confianza en las cifras que se dan sobre el calentamiento, fijando el rango de
incremento de temperaturas alcanzables entre
1,5º C y 4,5º C. Lo que no se
atreve a dar, es el grado de confianza.
Eso
fue lo máximo que se pudo tener para la Conferencia de las Naciones Unidas para el Cambio Climático
de Kyoto, en 1997, y explica, en
parte, las muchas dificultades para alcanzar un acuerdo de limitación de
emisiones: el Protocolo de Kyoto.
Las
dificultades son todavía mayores al intentar aplicarlo. Tanto es así, que a
finales del año 2000 se convoca una conferencia internacional en La Haya. Oficialmente no se dispone
todavía de un nuevo informe del IPCC, ahora bajo la presidencia de ROBERT
T. WATSON[7], un claro defensor de las políticas de reducción de
emisiones de gases de efecto invernadero; pero aunque el informe no está
completo, los delegados asistentes a la conferencia disponen de un avance de las principales conclusiones. Este tercer informe es más explícito que los
anteriores, trata de ser menos ambiguo y quizás menos políticamente correcto.
El informe dice:
“Nuevas evidencias muestran que la mayor
parte del calentamiento observado en los últimos cincuenta años se
debe probablemente al aumento de
la concentración de gases de efecto invernadero. El calentamiento observado con mucha probabilidad no tiene
precedentes en los últimos diez mil años”.
El
panel, después de largas deliberaciones, explica que cuando dice “con
mucha probabilidad” quiere decir con
probabilidad entre el 90 y el
99%. Sin embargo, el panel no pudo
afinar tanto al hablar del incremento de temperatura esperado, que se fija
entre 0,1 y 0,2 grados centígrados por década, con una probabilidad entre el
66% y el 90%. El rango de variación total esperado permanece todavía muy
amplio, entre 1,4 y 5,8 º C. Estos datos aportados por el Panel son suficientes,
no obstante, para que los países partidarios de aplicar el Protocolo de Kyoto afeen la conducta a los que se resisten, pero no
son bastante concluyentes para que los Estados Unidos dejen su posición a favor
de los mecanismos del mercado como instrumento principal para resolver el
problema.
Las
negociaciones llegan a punto muerto. Cuando en marzo de 2001 GEORGE W.
BUSH llega a la presidencia de los Estados
Unidos, da por zanjado el tema de Kyoto[8]. La
nueva administración americana parece que quiere actuar de forma contundente,
pasando de la moratoria a la acción. Por lo que se vería después, parece que
quiere que ROBERT WATSON deje la
presidencia del IPCC. Ve en él un
ambientalista radical que está contribuyendo a sesgar los informes. Propone su
sustitución por RAJENDRA PACHAURI,
economista, y por lo tanto se espera que más sensible a las repercusiones
económicas de las limitación de emisiones.
En un artículo[9]
publicado en el New York Times, en
abril de 2002, ANDREW C. REVKIN denuncia
los movimientos que se produjeron en los primeros meses de 2001, para que WATSON no saliera reelegido:
“El seis
de febrero de 2001, A.G.Randy III, de la Exxon , remite un fax a John
Howard, del Consejo de Calidad Ambiental del gobierno de los EEUU, advirtiéndole
de que Watson es un hombre que había sido cuidadosamente seleccionado por Al
Gore y estrechamente vinculado al equipo Clinton-Gore. En el asunto del fax, se pregunta: ¿Watson puede ser reemplazado a petición de los Estados Unidos?”.
El
caso es que en abril de 2002, WATSON no
sale reelegido. PACHAURI consigue el
respaldo de 75 naciones, mientras que WATSON
tiene 49 votos. En un artículo para el New York Times, de 21 de abril de 2002, AL
GORE escribe[10]:
“A la Exxonmobil se le ha permitido vetar la selección de quién ha de dirigir el IPCC.
El Dr. Watson ha sido desacreditado en un dossier remitido a la Casa Blanca por la
mayor compañía petrolífera de la nación […] porque los más grandes
contaminadores saben que su única esperanza, para escapar a las restricciones,
reside en promover la confusión sobre el calentamiento global”.
En
el verano de 2001, el distanciamiento de los EEUU con respecto a los países
europeos se refleja en que no participa en el compromiso alcanzado en Bonn por
178 países, para aplicar el Protocolo de
Kyoto. La postura norteamericana es persistente, y en el año 2004, la Conferencia de las Naciones Unidas para el Cambio Climático,
que se reúne en Buenos Aires, sólo es capaz de alcanzar un débil acuerdo para
continuar las negociaciones de modo informal.
Así
las cosas, el panel no emite un nuevo informe durante el año 2005, como hubiera
sido de esperar si se hubiera cumplido estrictamente la intención de emitir
informes cada cinco años. Sin embargo,
en junio de ese año las academias de ciencias de la mayoría de los países
desarrollados firman un manifiesto
conjunto sin precedentes[11].
Declaran que “la amenaza de cambio
climático es real y va en aumento”, y urgen a la “acción inmediata”. Un manifiesto que viene a cubrir de algún modo
el hueco del informe del panel.
El
cuarto informe del IPCC llega finalmente a principios del año 2007. En este
informe la mayoría de los científicos del clima de todo el mundo ha participado
de un modo u otro. Se han hecho dos rondas de revisión y se han considerado más
de treinta mil comentarios. Los modelos matemáticos son ahora ya protagonistas
en la producción de resultados. Los científicos del panel aseguran tener mucha
más certeza sobre dos cuestiones concretas: (1) que los efectos del cambio
climático son mucho más evidentes y se manifiestan
en forma de grandes olas de calor, lluvias torrenciales y sequías pertinaces,
deshielo en los glaciares y el permafrost y cambios en muchas especies animales y vegetales; y (2)
que es casi seguro que la actividad humana es la responsable de estos
empeoramientos.
El informe trata, no obstante, de evitar el
alarmismo. Uno de los geofísicos del Panel reconoce en una carta abierta a sus
colegas[12]:
“Hasta ahora,
muchos científicos, consciente o inconscientemente, han restado
importancia a los fenómenos extremos que se corresponden con
las colas de la distribución [por ejemplo que se alcancen incrementos de
temperatura de 6º C], en un intento de parecer moderados y responsables, esto
es, para evitar asustar a la gente; sin embargo, la verdadera responsabilidad
está en proporcionar ideas claras de lo
que debe ser evitado”.
A
la vista de este relato, algunas preguntas surgen de un modo casi inmediato:
¿Son los científicos de la corriente principal alarmistas? ¿Son, por el
contrario, demasiado moderados en sus enunciados? ¿Qué presiones reciben para
una cosa o para la otra? ¿Pueden tener éxito estas presiones? ¿Cómo influyen
todas estas cosas en la formulación de las teorías científicas? ¿Cómo influye
en la formulación de la Teoría
del Calentamiento Global, y por lo tanto en la explicación del cambio
climático?
El
año 2007 marca un punto de inflexión a favor de las tesis de la corriente científica principal. Prueba de ello es el reconocimiento que le
llega al IPCC en forma de premio
nobel. El 12 de octubre de 2007, el comité noruego acuerda:
“Conceder el Premio Nobel de la Paz al Panel
Intergubernamental para el Cambio Climático y
a Albert Arnold Gore, a partes iguales, por sus esfuerzos por
construir y divulgar un mayor
conocimiento sobre el cambio climático inducido por el hombre, y poner los
fundamentos de las medidas necesarias para contrarrestar este cambio”[13]
[1] El
Convenio Meteorológico Mundial, por el que se creó la Organización
Meteorológica Mundial (OMM), fue adoptado en la Duodécima Conferencia
de Directores de la Organización Meteorológica Internacional (OMI)
reunida en Washington en 1947. Aunque el Convenio mismo entró en vigor en 1950,
la OMM inició
efectivamente sus actividades como sucesora de la OMI en 1951, y, a fines de
este año quedó establecida como organismo especializado de las Naciones Unidas
por acuerdo concertado entre las Naciones Unidas y la OMM
[2] Spencer Weart (Detroit, 1942) es director del Centro de Historia de la Física del American
Institute of Phisics en College Park, Maryland. Weart estudió Física y Astrofísica
en las Universidades de Cornell y Colorado, y trabajó en el California
Institute of Thechnology (Caltech) y en los observatorios de Monte Willson y
Palomar. A partir de 1974 dirige el Centro de Historia de la Física. “El calentamiento global. Historia de
un descubrimiento científico”, de acuerdo con el propio autor, es un ensayo sobre los estudios que han conducido a crear la
evidencia científica de que el calentamiento global es un fenómeno real,
y a la vez producido por el ser humano (principalmente por el uso de
combustibles fósiles y la quema de bosques y selvas). Por lo tanto, es un
historia de la corriente científica principal. Weart ha creado un página
web extensiva de su trabajo de investigación:
The Discovery of Global Warming, http://www.aip.org/history/climate/index.htm
[3] Bert
Bolin, profesor de Meteorología en la Universidad de
Estocolmo de 1961-1990, participa, a
partir de la década de 1960, en la cooperación internacional para la investigación del clima.
[4] Mostafa Kamal Tolba (1922- ) está vinculado al Programa
Ambiental de las Naciones Unidas desde 1973. Fue director entre 1976 y 1992. Es profesor emérito
de la Facultad
de Ciencias de la
Universidad de El Cairo.
[5] Sonja Boehmer-Christiansen
(n. 1942) está vinculada al Departamento de Geografía de la Universidad de Hull, Inglaterra,
en el área de política ambiental. Editora de la revista
Energy
& Environment desde 1998 y
evaluadora experta para el IPCC, es, sin embargo, crítica con el enunciado de
que el cambio climático es de origen antrópico. Un entrevista en la que explica
algunas de sus principales posiciones puede leerse en: http://www.fcpp.org/files/1/130%20Sonia%20Boehmer-Christianson.pdf
[6] Intergubernamental Panel
for climate Change
[7] Robert T. Watson preside
el IPCC entre 1997 y 2002. Anteriormente había sido consejero científico en la
division de medio ambiente del Banco Mundial..
[8] Entraremos con más detalle
en esta cuestión en le capítulo dedicado a las administraciones nacionales.
[9] Revkin: “Dispute
Arises Over a Push To Change Climate Panel", 2 de abril de 2002
[10] Gore: “The selling of an energy policy”, New York
times, 2 de Julio de 2002
[11]
Sobre esto se puede leer, por ejemplo, Oppenheimer (2005): “Las Academias de
Ciencias urgen al G-8 a afrontar el
cambio climático y la pobreza”.
[12] Según cita de S. Weart
LA PRODUCCIÓN CIENTÍFICA DE LA CORRIENTE PRINCIPAL
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El IPCC tiene una página en la que puede encontrarse toda la información que va generando, y en particular, los informes de evaluación
(www.ipcc.ch)
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(www.ipcc.ch)
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La atmósfera terrestre se compone básicamente de oxígeno, nitrógeno y argón. La suma, en volumen, de estos gases alcanza aproximadamente el 99,99%[1] del total, pero contiene también otros gases en proporciones mucho menores (vapor de agua, dióxido de carbono, metano, óxido nitroso, clorofluocarbonos y ozono). Son precisamente éstos los responsables del efecto invernadero.
Una vez que se acepta la posibilidad de que el cambio climático sea un problema y que éste puede ser básicamente resultado de la actividad humana, quedan dos cuestiones fundamentales: (1) Cómo actuar sobre las causas (mitigación), y (2) Cómo actuar sobre los efectos (adaptación).
Cuando se denuncia la actividad humana como responsable, se concreta la acusación en aquellas actividades que producen grandes cantidades de dióxido de carbono o algún otro gas capaz de producir el efecto invernadero. Actuar sobre las causas implica pues disminuir las emisiones de estos gases; actuar sobre los efectos implica tomar decisiones en casi todos los órdenes de la actividad humana.
Cuando se habla de reducir la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), se hace referencia principal al dióxido de carbono.
En principio la cuestión es sencilla. Se calcula que la presencia de dióxido de carbono en la atmósfera era de 280 partes por millón en el periodo comprendido entre el año 1000 y el año 1750. Como consecuencia de la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón,..) en procesos industriales, transporte y actividades domésticas, incendios forestales y quemas agrícolas; resulta que la concentración de dióxido de carbono ha alcanzado la cifra de 368 partes por millón en el año 2000. Una concentración mayor que la habida jamás, al menos en los últimos 420.000[2] años.
Si la concentración de dióxido de carbono está directamente relacionada con la temperatura media de la atmósfera, entonces no cabe más que reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero (GEI), para controlar aumentos no deseados de temperatura.
Sin embargo, actuar sobre estas emisiones es en la práctica un asunto polémico que se vuelve todavía más complicado cuando se introducen en el problema los temas que afectan a las actuaciones sobre los efectos. Es un tema que afecta a toda la atmósfera del planeta y por lo tanto a todas las naciones. Unas tienen mayor responsabilidad en las causas y otras sufrirán más los efectos, pero todas están concernidas de un modo u otro.
Sin embargo, actuar sobre estas emisiones es en la práctica un asunto polémico que se vuelve todavía más complicado cuando se introducen en el problema los temas que afectan a las actuaciones sobre los efectos. Es un tema que afecta a toda la atmósfera del planeta y por lo tanto a todas las naciones. Unas tienen mayor responsabilidad en las causas y otras sufrirán más los efectos, pero todas están concernidas de un modo u otro.
Relativamente pronto, las Naciones Unidas se hacen cargo del asunto. Creado el panel de científicos (IPCC)[3] en 1988. Dos años después, en 1990, se presenta el primer informe.
Consecuencias del Primer Informe de Evaluación (1990)
Los datos que se aportan en este informe resultan en este insuficientemente alarmantes para que se convenga en la necesidad de establecer un instrumento jurídicamente vinculante que permita enfrentarse con el asunto con garantías de eficacia. En diciembre de ese mismo año, se crea un equipo para la negociación de ese instrumento: el Comité de Negociación Intergubernamental para la Convención General sobre los Cambios Climáticos.
Las negociaciones son difíciles en el seno del Comité. Se discute incluso el carácter mismo del instrumento jurídico necesario. El único acuerdo de partida es que tendrá forma de Convención. Por supuesto, se discuten los objetivos últimos.
Aunque la Convención ha de centrarse en el problema de la energía ha de ocuparse también de los otros sectores potencialmente responsables del problema: el transporte, la industria, la agricultura o la silvicultura.
Por otra parte, los países en desarrollo se resisten a contraer compromisos que pongan en peligro su crecimiento económico; argumentan que el problema ha sido creado por los países desarrollados y son por lo tanto éstos quienes han de verse más implicados en la solución.
Hay diferencias también entre los países que se ven más amenazados por los efectos del calentamiento. Por ejemplo los países insulares que temen un ascenso del nivel del mar, frente a los países productores de petróleo cuya preocupación está en una posible reducción del consumo de combustibles fósiles. Por su parte, los países desarrollados reconocen su responsabilidad en el problema pero se remiten al Fondo para el Medio Ambiente Mundial[6] como mecanismo financiero.
Hay diferencias también entre los países que se ven más amenazados por los efectos del calentamiento. Por ejemplo los países insulares que temen un ascenso del nivel del mar, frente a los países productores de petróleo cuya preocupación está en una posible reducción del consumo de combustibles fósiles. Por su parte, los países desarrollados reconocen su responsabilidad en el problema pero se remiten al Fondo para el Medio Ambiente Mundial[6] como mecanismo financiero.
A la vista de estas dificultades se concluye que no es posible establecer objetivos cuantitativos y habrá que conformarse con un texto marco que sirva de base para acuerdos posteriores. Así, se redacta la Convención Marco para el Cambio Climático, que es aceptada el nueve de mayo de 1992. La firma del documento se abre el mes siguiente en la Cumbre para la Tierra[7] celebrada en Rio de Janerio (Cumbre de Río).
En marzo de 1994, después de alcanzado el número de cincuenta firmas, la Convención entra en vigor.
La Convención clasifica a los países firmantes en varios grupos, una clasificación que se arrastrará en el futuro y que tendrá consecuencias importantes en los acuerdos posteriores. Los 41 países del anexo I son países desarrollados que se comprometen a mantener las emisiones en el nivel de 1990. Dentro de este grupo, los países del anexo II son los 24 países muy desarrollados que se comprometen además a respaldar financieramente los esfuerzos de los países en desarrollo. Los países que no figuran en el anexo I, aunque comprometidos en luchar contra el cambio climático, no tienen sus obligaciones específicas.
La Convención clasifica a los países firmantes en varios grupos, una clasificación que se arrastrará en el futuro y que tendrá consecuencias importantes en los acuerdos posteriores. Los 41 países del anexo I son países desarrollados que se comprometen a mantener las emisiones en el nivel de 1990. Dentro de este grupo, los países del anexo II son los 24 países muy desarrollados que se comprometen además a respaldar financieramente los esfuerzos de los países en desarrollo. Los países que no figuran en el anexo I, aunque comprometidos en luchar contra el cambio climático, no tienen sus obligaciones específicas.
Los países firmantes son Partes de la Convención y cuando se reúnen anualmente lo hacen en la Conferencia de las Partes(CP). La Conferencia cuenta con dos órganos subsidiarios el Órgano Subsidiario de Asesoramiento Científico y Tecnológicoy el Órgano Subsidiario de Ejecución.
En 1995, se celebra en Alemania la Primera Conferencia de las Partes en la que se adopta el Mandato de Berlín[8] que exige a las Partes que entablen negociaciones para alcanzar un protocolo que fije compromisos concretos para las Partes.
También de 1995 es el Segundo Informe del IPCC, más detallado que el de 1990. Este informe afirma que existe una influencia humana discernible en el cambio climático. Se señala que el proceso está ya avanzado y que desde finales del siglo XIX la temperatura media mundial ha aumentado 0,5º C. El informe destaca también los distintos efectos que el aumento de temperatura tendrá sobre algunos ecosistemas.
El segundo informe
También de 1995 es el Segundo Informe del IPCC, más detallado que el de 1990. Este informe afirma que existe una influencia humana discernible en el cambio climático. Se señala que el proceso está ya avanzado y que desde finales del siglo XIX la temperatura media mundial ha aumentado 0,5º C. El informe destaca también los distintos efectos que el aumento de temperatura tendrá sobre algunos ecosistemas.
El fruto de las negociaciones que se inician en Berlín se recoge en 1997, en la Tercera Conferencia de las Partes, que agregará a la Convención el primer acuerdo adicional: el Protocolo de Kyoto.
El protocolo de Kyoto
Establece un periodo de compromiso (2008-2012) en el cual los países desarrollados, en conjunto, deben situar sus emisiones de gases de efecto invernadero, expresadas en dióxido de carbono equivalente[1], en un nivel un 5% inferior al de 1990.
Transparencia del cumplimiento
El Protocolo establece unos mecanismos para garantizar la transparencia del cumplimiento de los compromisos.
El primer paso consiste en que cada una de las partes incluidas en el Anexo I presentará ante el Órgano Subsidiario de Asesoramiento Científico y Tecnología, para su examen, datos que permitan establecer el nivel de carbono almacenado correspondiente a 1990 y hacer una estimación de las variaciones de ese nivel en los años siguientes. A este organismo se encomienda también la metodología para el cálculo de las emisiones de las fuentes y la absorción de los sumideros. El examen del cumplimiento de la aplicación del protocolo se encomienda al Órgano Subsidiario de Ejecución.
El primer paso consiste en que cada una de las partes incluidas en el Anexo I presentará ante el Órgano Subsidiario de Asesoramiento Científico y Tecnología, para su examen, datos que permitan establecer el nivel de carbono almacenado correspondiente a 1990 y hacer una estimación de las variaciones de ese nivel en los años siguientes. A este organismo se encomienda también la metodología para el cálculo de las emisiones de las fuentes y la absorción de los sumideros. El examen del cumplimiento de la aplicación del protocolo se encomienda al Órgano Subsidiario de Ejecución.
El Protocolo contiene algunos artículos con especial interés.
El artículo 6 establece la posibilidad de cumplir los compromisos mediante el comercio de emisiones entre las Partes, de tal modo que toda Parte incluida en el Anexo I podrá transferir a cualquiera otra, o adquirir de ella, las unidades de reducción de emisiones resultantes de proyectos encaminados a reducir las emisiones de las fuentes o incrementar la absorción de lossumideros de los gases de efecto invernadero, en cualquier sector de la economía, con sujeción a una serie de requisitos que allí se enumeran.
Tenemos pues que por un lado se fija un límite (cap) a las emisiones y por otro lado se permite el comercio de emisiones (trade). Es por lo que el Protocolo es una norma de tipo cap and trade. Leer más.
En el año 2001 se publica el Tercer informe de Evaluación.
Si el segundo informe se había centrado en la temperatura, este se ocupa principalmente del dióxido de carbono y los otros gases de efecto invernadero. Trata de responder a distintas preguntas: ¿Cuál será el calentamiento provocado por distintos niveles de efecto invernadero? ¿Cuáles serán los daños económicos resultantes? ¿Es posible estabilizar los gases en una determinada concentración? En caso afirmativo, ¿cuál sería el coste?
Si el segundo informe se había centrado en la temperatura, este se ocupa principalmente del dióxido de carbono y los otros gases de efecto invernadero. Trata de responder a distintas preguntas: ¿Cuál será el calentamiento provocado por distintos niveles de efecto invernadero? ¿Cuáles serán los daños económicos resultantes? ¿Es posible estabilizar los gases en una determinada concentración? En caso afirmativo, ¿cuál sería el coste?
El informe da proyecciones sobre las emisiones esperables, y los calentamientos de la atmósfera correspondiente; sin embargo, la estimación de costes se admite como un tema difícil, puesto que es problemático asignar valor monetario a los cambios en los sistemas ecológicos o a la salud humana, por ejemplo. Por otra parte, la distribución de costes es muy irregular dependiendo de la situación geográfica del país, y de su estado de desarrollo. También hay grandes incertidumbres en la valoración de las medidas para mitigar el cambio climático. En última, instancia el informe se remite a ulteriores evaluaciones científicas. De hecho, la mejora de los datos fue uno de los asuntos clave en la Conferencia de las Partes del año siguiente, el año 2002 en Nueva Delhi. Leer más.
Cuarto informe
El 16 de febrero de 2006 no fue una fecha al azar, era el día en el que se cumplían los noventa desde la firma de Rusia, país con el que se alcanzaba el requisito estipulado para la entrada en vigor (55 países cuyas emisiones sumen al menos el 55% del total de de las de los países desarrollados). Algo que se logra tras duras negociaciones con VLADIMIR PUTIN.
Las dos ausencias más destacadas son las de los EEUU y Australia.
Los objetivos que fija el Protocolo no son iguales para todos.
Las organizaciones ecologistas reciben con un moderado entusiasmo la entrada en vigor del Protocolo. JENNIFER MORGAN[2] explica:
“Es un gran paso adelante, pero sólo el primer paso para contener la amenaza.] Inaugura una nueva revolución en el mercado, el mercado del carbono. Ya ha quedado atrás la época en la que empresas y países podían emitir dióxido de carbono y no pensar en ello. A partir de ahora, el cambio hacia energías limpias será la norma”.
Transcurrido año y medio, entre los días 12 y 17 de noviembre de 2007, y en Valencia, la sesión plenaria del IPCC aprueba, sección por sección, el Informe de Síntesis del Cuarto informe de Evaluación, que contiene las afirmaciones, formalmente consensuadas, sobre los descubrimientos clave e incertidumbres, obtenidas a partir de las contribuciones de los tres Grupos de Trabajo[3]. [4].
El Cuarto Informe de Evaluación (AR4) se articula en seis tópicos.
El Tópico 1 resume los cambios observados en el clima y sus efectos sobre los sistemas naturales y humanos.
El Tópico 2 evalúa las causas de los cambios observados.
El Tópico 3 presenta proyecciones de futuros cambios climáticos e impactos asociados bajo diferentes escenarios.
El Tópico 4 discute las opciones de adaptación y mitigación en las próximas décadas y sus interacciones con el desarrollo sostenible.
El Tópico 5 evalúa la relación entre adaptación y mitigación sobre una base más conceptual y toma una perspectiva más a largo plazo.
El Tópico 6 resume las conclusiones más consistentes y las incertidumbres clave que permanecen. Leer más
Quinto informe
El ascenso del nivel del mar como tema.
El ascenso del nivel del mar como tema.
El ascenso del nivel medio del mar es de todos los efectos del cambio climático el más impactante, al menos para la visualización pública. Es además un fenómeno en el que intervienen muchos factores, que es por lo tanto difícil de modelar y que tiene muchas incertidumbres.
Seguir la evolución de este tema es bastante orientativo de qué progresos está teniendo el conocimiento sobre el cambio climático, como evolucionan los modelos y qué consecuencias puede tener el cambio climático y cuándo.
El quinto informe de evaluación del IPCC, que fue saliendo entre el final de 2013 y principios de 2014, afirma que uno de los avances más significativos respecto del cuarto informe de 2007, es precisamente una mejora en el conocimiento sobre el ascenso del nivel del mar.
Cuando dice esto, quiere decir que se sabe lo siguiente:
- El nivel medio del mar a nivel global ha aumentado en 0,19 m en el periodo 1901-2010.
- La tasa de aumento del nivel del mar se ha acelerado en los dos últimos siglos
- El nivel global medio del mar ha aumentado 1,7 mm/año en el periodo 1901-2010 y 3,2 mm/año entre 1993 y 2010.
- En el último periodo interglaciar, ocurrido entre 129.000 y 116.000 años antes de la actualidad, el nivel medio máximo del mar fue, al menos, 5m. más elevado que el actual, sin llegar a exceder los 10m.
Con respecto a las proyecciones de futuro, da un cuadro con los rangos dentro de los cuales se encontrará probablemente el ascenso del nivel del mar en el siglo XXI, dependiendo de qué suceda con las emisiones de carbono y de que políticas de lucha contra el cambio climático se sigan ( los distintos escenarios).
Al final del siglo, el mar puede subir entre 26 y 81 centímetros, dependiendo del escenario. Es decir, como término medio, 50 centímetros. Esa es la cifra con la que hay que quedarse, de momento.
De todos modos este es un tema en el que los detalles son interesantes vale la pena entrar en ellos.
El deshielo
El quinto informe dedica un capítulo especial a los cambios en el nivel del mar, el capítulo 13:
El IPCC ha tratado en este informe de responder a la pregunta concreta sobre la contribución del deshielo de Groenlandia al aumento del nivel del mar en el siglo XXI.
Lo hace en forma de FAQ (frequently asked question), consciente de que este tema aparece de forma recurrente en los medios de comunicación y que es una posible causa de alarma, o de divulgación de opiniones poco fundamentadas, o bien magnificando el problema, o bien tratando de obviarlo.
En la respuesta trata conjuntamente dos regiones del planeta muy alejadas entre si: Groenlandia y el Antártico.
Leer más.
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