martes, 9 de septiembre de 2014

SABER Y PODER: ALCUINO DE YORK Y CARLOMAGNO


La carta

En junio del año 799, Alcuino de York le  escribe  a Carlomagno una carta en la que le dice:

 “Tres personajes han estado hasta hoy en la cúspide de la jerarquía del mundo. El representante de la sublimidad apostólica, vicario del bienaventurado Pedro, príncipe de los apóstoles, de quien ocupa la sede. Lo que le ha ocurrido al actual ocupante de la sede, vuestra bondad se ha encargado de hacérmelo saber.

Viene, a continuación, el titular de la dignidad imperial que ejerce el poder secular en la segunda Roma: la noticia es muy conocida, de cómo y de qué impía manera ha sido depuesto el titular de este Imperio, no por extranjeros sino por los suyos y por sus conciudadanos.

Viene en tercer lugar la dignidad real que nuestro Señor Jesucristo os ha reservado para que gobernéis al pueblo cristiano: prevalece sobre las otras dos dignidades, las eclipsa en sabiduría y las sobrepasa.

Ahora, sólo en ti se apoyan las Iglesias de Cristo, sólo de ti esperan salvación, de ti vengador de crímenes, guía de los que vagan, consolador de los afligidos, soporte de los buenos ….”


Los hechos

En ese mismo año 799, el papa León III había sido atacado por los romanos, quienes intentaron arrancarle los ojos y la lengua. León escapó a duras penas y se refugió con Carlomagno en Paderborn, solicitándole que interviniera en Roma y restaurara su gobierno. Esos hechos son los que le había contado Carlomagno a Alcuino  y a los que se refiere en la carta.

Al año siguiente, el rey franco, aconsejado por Alcuino, acepta viajar a Roma.  Lo demás es conocido. Durante la misa celebrada en Navidaden la Basílica de san Pedro, .cuando Carlomagno se arrodilló para orar ante el altar, el papa lo coronó Imperator Romanorum ('emperador de los romanos'). 

Ese el punto culminante  de la colaboración entre Alcuino y Carlomagno que se había iniciado veinte años antes, cuando Carlomagno reclama a Alcuino para que le organice la escuela palatina.

El discurso político


Carlomagno era consciente de que necesitaba un discurso político que le legitimara para guiar a las naciones de este lado del Imperio, y era consciente también de sus limitaciones respecto de los conocimientos que hacían falta para construirlo.

Ahí entra Alcuino, que se había formado en la escuela episcopal de York con el arzobispo Egbert, que había sido a su vez discípulo de Beda el Venerable. Lo que tenia a su disposición  Alcuino era una biblioteca  de 300 o quizás 500 volúmenes, que había sido reunida  recogiendo libros en distintos viajes. principalmente por el fundador de los monasterios de Vermouth y Harrow, Benito Biscop.

Pero ese bagaje fue suficiente para que Alcuino construyera un discurso en el que Carlomagno sería un nuevo David dotado de la realeza davídica simultáneamente regia y sacerdotal, y que como rey-sacerdote esgrime en su mano derecha la espada triunfal del poder mientras que en su boca resuenan las trompetas de la predicación católica:  es el guía de un nuevo imperio cristiano.

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Lo que revela el tono de la carta es que Alucino no es un mero instrumento en manos de Carlomagno.

El conocimiento y el poder político no tienen una relación simple en la que uno es el medio y el otro pone los fines. El fin no está completamente determinado desde un principio y va tomando forma a medida que avanza el proceso.

En este caso, de hecho, puede que Carlomagno no conociera la intención del Papa de coronarle durante la misa. No todo estaba premeditado. Alcuino, Carlomagno y el Papa interactúan cada uno desde su posición. 


La racionalidad de los científicos


Pero eso es anecdótico. Lo importante es que esta historia es ilustrativa del tipo de relación que se establece entre científicos y políticos. En la ciencia y menos aún en la tecnología, no funciona sólo la racionalidad instrumental.

En este ejemplo sencillo, se ve mejor que en otros casos más complicados que el experto introduce nueva información, nuevos conocimientos, nuevos argumentos, que van transformado los fines de un proyecto, definido, en principio, por el que lo promueve, pero que se transforma durante el proceso con aportaciones de los expertos, que no sólo se refieren a los medios sino también a los fines. Los expertos tienen en determinadas situaciones más poder del que están dispuestos a reconocer. 

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