La emergencia y consolidación de la élites no es un proceso lineal.
Veamos lo que sucedió entre los siglos VI y V a.C. con la las élites emergentes ibéricas.
Veamos lo que sucedió entre los siglos VI y V a.C. con la las élites emergentes ibéricas.
En el siglo VII a.C., la cultura ibérica parecía estar evolucionando hacia la consolidación de unas élites privilegiadas por el comercio externo griego y fenicio, que se colocan por encima del resto del grupo.
Esto se traduce en la construcción de casas fuertes destacadas, que son a la vez la consecuencia y la representación visible de su posición de privilegio.
La investigación arqueológica ha ido mostrando cómo durante el siglo VI se da un proceso de destrucción de esas casas fuertes y el colapso de ese modo de organización social.
El aislamiento
y las características defensivas de estas
residencias parecen mostrar enfrentamientos con las propias comunidades
campesinas de las que surgieron esas élites. Todo parece
indicar que los lazos de igualdad imperantes en
las relaciones sociales no pudieron asumir la
emergencia de una élite.
Este proceso
de cambio no se halla limitado a un territorio concreto del valle del Ebro en la península ibérica, también en el sur de la Francia actual, en el Languedoc central, numerosos
hábitats del valle del Hérault se destruyen y
abandonan o reducen su superficie de ocupación
entre el 500 y el 475 a.C.
En el ámbito de Europa central, durante
esta etapa los príncipes celtas desaparecieron
y la cultura del Hallstatt centroeuropea
fue sustituida por la de la Tène.
En el Sur de la península ibérica, poco
después del 525, en el territorio de la actual Extremadura, en el oeste de la península ibérica, se
detecta una atomización del poder, regentado
por señores de pequeños asentamientos rurales, que a
su vez se verán destruidos y abandonadas al final
de esta etapa, hacia el 400 a.C. No es éste pues un fenómeno local sino que se extiende por vastos territorios del suroeste de Europa.
Ahora bien, este proceso de ataque a las élites no tiene como consecuencia la vuelta a un estado anterior sino que lleva a la formación de ciudades más grandes: los oppida. Se produce la unificación de asentamientos siguiendo un proceso que es común en el Mediterráneo y que se ha denominado tradicionalmente como sinecismo. Un proceso éste que parece ligado a la protección que ofrece un asentamiento de mayor tamaño, pero que visto desde el relato de los que lo vivieron fue percibido como la acción de personajes concretos fundadores.
Igual que en el modelo griego de ciudad estado, los habitantes de estas ciudades son ciudadanos de igual derecho (isonomia) independientemente de que residan en la ciudad
o en el campo. Pero difiere del modelo originario griego en punto crucial: la ausencia de esclavos.
La peculiaridad de la estructura
social ibérica se observa en las pequeñas
dimensiones de sus oppida, con la ausencia de
espacios públicos urbanos, civiles o religiosos,
y de obras monumentales, indicio de ausencia
de riqueza en el estado y de ausencia de cargas fiscales onerosas sobre los ciudadanos.
El grueso de la población vive en el campo, en
aldeas que muestran en sus viviendas la pervivencia
del antiguo modelo social campesino, de familias nucleares con tendencia igualitaria
en cuanto a sus posesiones, pero cuya relación
sigue regulada por los grupos familiares extensos.
El tamaño de los oppida
La diferencia de dimensiones entre las ciudades celtibéricas y las ciudades estado griegas de Sicilia, la Magna Grecia e incluso Massalia (en el sur de Francia), reflejan un distinto modelo social, dentro de la común estructura política de las “ciudades estado”.
Por término medio, las ciudades ibéricas tienen entre 4,5 y 10 Ha.
Dimensiones que llegan a ser menores, entre
2,5 y 5 Ha, en las fundaciones griegas del NE
peninsular y la Galia, como Emporion, Rodhe
y Olbia. Unas dimensiones
muy inferiores a las colonias griegas como Massalia con 50 Ha,
Veleia y Cumas con 72 Ha, Neapolis con 80
Ha, Posidonia, Metaponto y Heraclea con más
de 100 Ha, Gela, Locri y Crotona con más de
200 Ha, y Síbaris, Tarento y Agrigento con más
de 500 Ha. ( Una ciudad de 10 Ha. pudo tener unos 2500 habitantes).
Tan importante como el dato del tamaño es el dato de que en los oppida no se levantaron
construcciones públicas, sacras o civiles,
de carácter monumental; en contraste con otras
culturas mediterráneas como la egipcia, griega,
etrusca o romana. Su ausencia es la mejor evidencia
de que los gobernantes de estas ciudades
estado no consideraron necesario (o no tuvieron la capacidad) de acumular
riqueza para una obra pública destacada.
O lo que es lo mismo, no hubo impuestos ( o obligación de realizar trabajos comunales) sobre la población con los que acometer las obras. Dentro del nuevo modelo político de “ciudad
estado” pervive el antiguo modelo social campesino,
de familias nucleares igualitarias. la emergencia de
la desigualdad que había dado lugar a la crisis
del ibérico antiguo y al surgimiento de las primeras
estructuras estatales no sólo no ha sido
capaz de anular el peso
de las relaciones familiares, sino que estas aparecen
reforzadas tras la fugaz aparición de las
aristocracias rurales.
Oppida y “ciudades estado” celtibéricos
The Celtiberian Oppida and ‘city-states’
Francisco Burillo Mozota
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¿Qué tipo de élite se da en la ciudades íberas?
La posesión de un caballo era un indicador de estatus social. En las ciudades y en las aldeas quien poseyera un caballo implica que tenía que poseer cierta riqueza.
The Celtiberian Oppida and ‘city-states’
Francisco Burillo Mozota
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El paso de la aristocracia rural a la aristocracia urbana no es pues un paso inmediato ni se da necesariamente.
En el suelo ibérico el campesino es suficientemente fuerte y/o el aristócrata rural suficientemente débil para que se aborte la formación de elites rurales. Cuando se forman las ciudades, la fuerza de los campesinos se mantiene, y las elites en el suelo urbano no son capaces de ejercer una acción coactiva con la fuerza suficiente para extraer de los campesinos productos o trabajo comunitario.
El peso del campo es mayor es estas ciudades íberas que en la polis clásicas.
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El peso del campo es mayor es estas ciudades íberas que en la polis clásicas.
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Una diferencia importante: ¿Qué elementos que son distintos de un modo evidente en este solar y el de las grandes ciudades estado griegas.? La respuesta primera es que los unos no tiene esclavos y los otros si. El siguiente paso lógico es buscar la causa de ello. Este es pues un camino que vale la pena explorar.
-----------------------------------------------------------------------------------------¿Qué tipo de élite se da en la ciudades íberas?
La posesión de un caballo era un indicador de estatus social. En las ciudades y en las aldeas quien poseyera un caballo implica que tenía que poseer cierta riqueza.
La identificación del numantino
Retógenes con un princeps (Apiano Iber., 93)
debe entenderse como el calificativo dado a un
personaje destacado, que según Valerio Máximo
(III, 2, ext. 7) vivía en el barrio “más hermoso
de la ciudad”. El hecho de que en su huida de
Numancia le ayuden cinco compañeros, además
de otros cinco criados, a los que también se refiere
como “siervos” (Apiano Iber., 94) es el único
testimonio que existe para hablar de una relación
clientelar en el ámbito celtibérico. Pero el bajo
número de personas implicadas nos aleja de los
modelos existentes en la península itálica.
Esto no implica
que no existieran jinetes que concentraran
en su patrimonio más riqueza que sus coetáneos,
pero toda la información disponible indica
que nunca alcanzó la que se nos muestra en Grecia, Italia o incluso en el sur de la península ibérica. Habrá que esperar a la penetración
romana para encontrar claras diferencias sociales en territorios tales como el valle de Ebro o el Este de la península.
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