El distanciamiento entre esas dos generaciones se manifiesta sobre todo en los modelos, estereotipos o patrones de vida que unos y otros quieren seguir. Los que vivieron la guerra tuvieron muchos de ellos biografías frustradas, con proyectos vitales que no pudieron desarrollarse del modo en que hubieran deseado. Esa generación, que ahora son padres, quieren trasladar sus preferencias en cuanto a estilo de vida a la generación de sus hijos, algo que éstos no están dispuestos a asumir. Unos quieren que los otros sean lo que ellos no pudieron ser, los otros tiene sus propios proyectos vitales, que quieren ante todo que sean distintos de los que están disponibles para ser heredados.
Esta brecha generacional es especialmente intensa en los Estados Unidos, donde se expresará en forma de movimientos contraculturales. en Francia, tendrá sin embargo unos ingredientes específicos que harán estallar las revueltas en el mes de mayo de 1968.
El pensamiento filosófico de Jean Paul Sartre está en condiciones de aportar el soporte conceptual necesario para componer un discurso que permita hacer explícitas las reivindicaciones de la nueva generación de estudiantes.
Sartre toma la forma de expresarse y parte de la terminología de la fenomenología de Husserl y Heidegger, componiendo su propio aparato conceptual. Distingue entre modos de ser. El ser de un roca es distinto de ser humano. Para el primer modo vale la expresión SER EN SI; sin embargo el modo de ser de un humano es un SER PARA SI. Con esta segunda expresión quiere destacar el hecho de que los humanos tienen conciencia, una conciencia libre de dirigir su intencionalidad hacia un objeto que puede ser él mismo.
Por otro lado, no hay para Sartre un artesano de mundo (un dios), ya sea al estilo platónico o al estilo cristiano, que modele un ser humano y le dote de una naturaleza, de un esencia. No hay una naturaleza humana predefinida. No hay una esencia humana previa a su existencia.
si unimos estos dos postulados, que la conciencia es libre y que no hay una naturaleza humana, entonces ya tenemos el apoyo que se necesita para defender que no hay patrones ni modelos que se correspondan con una autentica manera de ser humano, que hay libertad para elegir el propio proyecto de vida. De hecho, esa libertad es incluso imperativa. Sartre habla de la condena a la libertad, que ante la ausencia de modelos que seguir puede conducir a la angustia.
El texto en el que se expresa este pensamiento (de 1943) tenía ya más de veinte años en el tiempo de las revueltas y podía ser por lo tanto ampliamente conocido, no obstante, para que estas ideas pudieran se asimiladas por un colectivo extenso tenían que ir acompañadas de una narrativa existencialista desarrollada en el teatro, la novela, el cine y el arte en general, y por supuesto en la moda.
La crítica a la sociedad industrial y Marcuse
Un ingrediente todavía más importante que el existencialismo de Sartre es la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt, en la versión de Herbert Marcuse.
Marcuse había escrito ya en 1955 un libro muy influyente, Eros y Civilización; un texto que tomada conceptos del psicoanálisis de Freud.
Para Freud existe un malestar en la cultura debido a que el principio de realidad se impone al principio de placer como condición necesaria para que una sociedad funcione. La que corrige Marcuse es que hay un exceso de represión en la sociedad industrial, que no es necesario coartar tanto las libertades para que sea posible la convivencia. Ese exceso de represión, la represión sobrante, beneficia a la clase dirigente y perjudica a conjunto de la sociedad.
Lógicamente, esta denuncia del exceso de represión, especialmente la referida a los comportamientos y estilo de vida, apoyaba el discurso de las revueltas. De hecho, la revuelta estudiantil tiene sus comienzos denunciando la compartimentación de residencias y colegios mayores, reivindicando la estancias mixtas.
Pero el texto que representa mejor el discurso de las revueltas, sobre todo a medida que van pasando los días y se unen estudiantes y trabajadores, es un texto de 1964, El Hombre Unidimensional.
Aquí se hace una crítica profunda del modo de racionalidad vinculada con la sociedad industrial: la racionalidad técnico-instrumental, como la responsable del modo jerárquico en el que ésta se organiza. Esa racionalidad orientada a medios más que fines, favorece la existencia de elites tecnocráticas y somete a la indignidad a los trabajadores que son instrumentalizados, y que sienten esa indignidad como falta de respeto expresada en forma de salarios más bajos de lo que les correspondería en función de lo que verdaderamente aportan a la producción.
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El denominador común entre Sarte y Marcuse está en que ambos llevan un apellido. El existencialismo de Sartre es marxista y el Marcuse es un frankfurtiano marxista. Sartre cree que la libertad puede desarrollarse en un régimen comunista, mientra que Marcuse plantea el conflicto entre la elite tecnocrática y los trabajadores como lucha de clases.
En la medida que las soluciones políticas iban vinculadas a los presupuestos filosóficos, las filosofías de Sartre y Marcuse quedan como filosofías periclitadas. Ahora bien, la libertad planteada en los términos en los que Sartre lo hace y la crítica a los modos de racionalidad que imperan en un sociedad industrial. son aparatos conceptuales potentes que no deben ser desechados sin más.
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