Habitualmente, la recepción del pensamiento de Platón, al menos en la enseñanza secundaria, se centra en la teoría de la ideas en su versión acrítica. Es decir, en la teoría de la ideas tal como aparece presentada en los diálogos socráticos y en los diálogos centrales (Menon, Fedón, Banquete, Fedro y República).
Así presentada, esta filosofía, aunque se le reconozca la valía literaria, que sin duda tiene, resulta, vista desde el presente, un pensamiento extravagante, que postula dos mundos separados, uno de ellos, el verdaderamente real, es sólo inteligible, no siendo perceptible por medio de los sentidos.
Sin embargo, donde puede apreciarse la grandeza del pensamiento platónico es en el paso siguiente: la fase autocrítica.
hay bastante acuerdo en situar el inicio de esta fase en el dialogo Parménides. Ya Hay menos consenso en si Teeteto, El sofista y El Político forman parte de también de esta fase o estamos entrando ya en una fase de reorganización de la teoría de las ideas.
De lo que no cabe duda es de que Parménides y El sofista son dos piezas fundamentales del pensamiento filosófico occidental.
El Parménides
Si hay dos mundos; el inteligible y el sensible, la pregunta que no podemos obviar es aquella que se refiere a la conexión entre ellos. ¿Cómo están conectadas las ideas del mundo inteligible con las cosas del mundo sensible?
En principio, las posibilidades más plausibles se reducen a dos: o bien hay alguna forma de participación, en el sentido de formar parte de, o bien, se da algún modo de imitación, copia o semejanza. Para la participación caben a su vez dos posibilidades. O bien las cosas forman parte de las ideas; o bien, las ideas forman parte de las cosas.
Aunque Platón finalmente se decidirá por la vía de la imitación, introduciendo el expediente del Demiurgo, es la vía de la participación la que le lleva a pensar intensamente sobre el ser de las ideas. ¿Qué clase de ser es una idea?
Volviendo a los distintos modos de participación, lo que tenemos, ya sea porque las ideas formen parte de las cosas o viceversa, es que, postulada la separación entre los dos mundos, o bien las ideas quedan divididas, partidas; o bien, son las cosas las que quedan disgregadas.
Por lo tanto, la vía de la participación queda anulada una vez que decidimos que no queremos abandonar el postulado de la existencia separada de las ideas, y que no queremos tampoco abandonar el postulado de que las ideas son indivisibles.
De estos dos postulados, el primero de ellos es para Platón irrenunciable. Toda la filosofía política depende de ello. Como consecuencia, es el segundo de los postulados el que puede ponerse en cuestión.
El dialogo Parménides se ocupa de todas estas cosas. En la parte más breve plantea la cuestión de la conexión, y en una parte más larga y más farragosa, por sistemática y repetitiva, se ocupa del problema de la divisibilidad de la ideas.
Es segundo y enjundioso asunto no se ataca de forma claramente explícita. Lo que hace es plantearse el problema en toda su originaria profundidad. Lo que hace es preguntarse por el Uno.
Platón sigue en este punto a Parménides, puesto que identifica el ser de la ideas con el Uno de Parménides. Es decir, las ideas del mundo inteligible han de tener las propiedades del Uno. hay que investigar sobre el Uno para ver si obtenemos información valiosa sobre el ser de las ideas.
Eso es la que hace en el dialogo. Cuyo resultado le pone en el camino de abandonar el Uno, tal como Platón entiende que lo propone Parménides, como referente del ser de la ideas.
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Leer directamente a Platón.
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