martes, 27 de noviembre de 2018

TEOLOGÍA DE LOS FILÓSOFOS PRESOCRÁTICOS VISTA POR JAEGER: "ENTRAD TAMBIÉN AQUÍ HAY DIOSES".

Los positivistas han visto su propia imagen en la filosofía de la naturaleza de los antiguos filósofos griegos. En el  otro extremo, la reacción antipositivista ha visto en la cosmología griega un vástago del orfismo. Es decir, o bien la física de los griegos es como la física del XIX, o bien esconde realmente un relato místico.

Sin embargo, dice Jaeger, si se abandonan estos extremos, puede verse en los griegos una teología filosófica, y que ésta es su manera racional de acercarse a la naturaleza de la realidad. 

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por Werner  JAEGER

Las investigaciones de Werner Jaeger sobre el pensamiento de Aristóteles lo hicieron mundialmente famoso, y sus trabajos sobre los filósofos presocráticos y sobre la evolución de las ideas aristotélicas tuvieron una influencia decisiva sobre los estudios y el conocimiento de la filosofía griega y sobre la historia antigua de Grecia en general. 

Sus principales obras (algunas de ellas publicadas inicialmente en alemán, otras en inglés) son: Historia de la evolución de la metafísica de Aristóteles (1912), Aristóteles. Fundamentos de una historia de su desarrollo (1923), Diocles de Caristo (1938), Paideia. La formación del hombre griego (1933-1947), Humanismo y teología (1943), La teología de los primeros filósofos griegos (1948)Cristianismo primitivo y paideia griega (1961).

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Un filósofo como el milesio Anaximandro, dice Jaeger, tuvo que haber experimentado sentimientos despectivos al considerar lo que contaban los mitos (de Homero y Hesiodo) acerca de los dioses y acerca del origen del mundo. Cabría esperar que todo el que tuviera semejante punto de vista se lavara las manos ante aquello que hemos venido llamando teología. Que se llame a estos nuevos hombres filósofos naturales o físicos pudiera parecer la expresión de un deslinde de intereses que eliminaría automáticamente toda preocupación por los dioses. Al confinarse en los hechos comprobables por los sentidos, los jonios parecerían, pues, haber tomado una posición francamente no teológica. Pero vayamos más despacio. 

Tales dice que todas las cosas han venido del Agua. Pero su agua es una parte visible del mundo de la experiencia (a diferencia del Océano de Homero). Su manera de ver el origen de las cosas le acerca mucho a los mitos teológicos de la creación, o más bien, le lleva a competir con ellos. 


Si bien su teoría parece ser puramente física, evidentemente la piensa como teniendo también un carácter metafísico (utilizando esta expresión antes de tiempo). Este hecho se revela en la única de sus sentencias que ha llegado hasta nosotros en su tenor literal: "todo está lleno de dioses".

Ahora bien, los dioses de Tales no viven aparte, en alguna región remota e inaccesible, sino que todo, esto es, todo ese mundo que nos rodea familiarmente y que nuestra razón toma con tanta tranquilidad, esta lleno de dioses y de los efectos de su poder.

Una vez que se hace esta afirmación, la física que se puede hacer no puede tener mucho que ver con la física del XIX.

Resultado de imagen de fuego del hogarUna anécdota atribuida a Heráclito. 

Estando él al lado del hogar de su casa, calentándose, se dio cuenta de unos visitantes que se hallaban en el umbral de la misma y vacilaban en entrar. Entonces les gritó: "Entrad. También aquí hay dioses". Las palabras de Heráclito suponen la sentencia de Tales, de que todo está lleno de dioses, ingeniosamente aplicada aquí a la situación del momento. 

El cuento es simbólico del progreso intelectual que caracteriza los comienzos de la filosofía griega. Sobre las puertas de la filosofía del Ser, que empieza con Tales, figura la inscripción, visible desde lejos a los ojos del espíritu: 

"Entrad. También aquí hay dioses". 

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viernes, 16 de noviembre de 2018

EL PODER DE DAR NOMBRE A LAS COSAS. TOPÓNIMOS GRIEGOS EN IBERIA. LA RUTA EN OUSSA

Los topónimos griegos en el Mediterráneo occidental se  remontan a un tiempo comprendido, aproximadamente, entre el viaje de Coleo de Samos. en 630 a.C., que abre la península ibérica a los griegos, con cierta continuidad, y la batalla de Alalia, 535 a. C., que la cierra, con ciertas excepciones. Un periodo pues de unos cien años. En este periodo lo visitantes griegos mas asiduos del Mediterráneo occidental son los focenses. 

Las fuentes son fundamentalmente Estesícoro, Avieno, Ferécides y Hecateo, así como datos tomados de ellos en escritores posteriores.


Para los griegos micénicos y arcaicos, e incluso para los posteriores, Sicilia era como América para los españoles, Iberia era quizás como Oceanía; un territorio extremadamente lejano.

Estas son afirmaciones relativamente ortodoxas, ¿pero hay nombres más antiguos que los dados por los focenses en el Mediterráneo occidental, que puedan atribuirse a los griegos?
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TOPÓNIMOS GRIEGOS EN IBERIA Y TARTESSOS 

FRANCISCO R. ADRADOS

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J. L. García Alonso

 ANCIENT GREEK NAMES IN -OUSSA IN THE WEST OF THE MEDITERRANEAN


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Resultado de imagen de toponimos griegos en iberiaCuando un explorador, colono, conquistador o invasor se encuentra con un territorio ya habitado tiene tres opciones: utilizar el topónimo indígena, adaptarlo a su propia lengua o introducir un nueva denominación. 

En todos los casos hay una intencionalidad que responde a la circunstancias y forma de ver el mundo de ese momento.

Por ello los nombres antiguos dan pistas de quiénes fueron y qué mentalidad tenían aquellos que los pusieron. 

De hecho, la investigación etimológica y filológica ha sido un recurso muy utilizado durante mucho tiempo, aunque se ha mostrado muy problemático, sobre todo si no se conoce de un modo cierto a qué idioma pertenece un topónimo concreto. Lo que sin duda complica mucho las cosas.

En todo caso, hay algunas ideas que siguen siendo sugerentes.

Resultado de imagen de eubeaShulten ya había hecho notar que existía un conjunto de topónimos terminados en -oussa cuya prevalencia no podía ser una mera coincidencia. Más tarde, Garcia Bellido insistió en este asunto, en un contexto en el que el hecho de que la colonización de Iberia fuera fundamentalmente griega y no fenicia era importante. En el contexto de los años de la Segunda Guerra Mundial y los ss., se  trata de asegurar la filiación griega y, por lo tanto indoeuropea, del territorio hispano, mientras que la alternativa fenicia abonaba la vinculación semítica. Se trata de ser más ario que judío.

Actualmente se ha vuelto a prestar atención a la coincidencia del sufijo -oussa, esta vez con una mirada más reposada a los datos, y sobre todo sin la presión de las implicaciones políticas de las alternativas. 

Aunque las investigaciones no son tampoco ahora concluyentes, sí puede decirse que la tesis de García Bellido puede seguir manteniéndose en lo que se refiere a la posible muy temprana exploración griega del Mediterráneo occidental.

Resultado de imagen de eubeaSe afianza la idea de que esa terminación no se corresponde con el tiempo de la colonización focense de Massalia y Emporion (alrededor del 600 a.C.) sino que tiene más visos de ser de un tiempo anterior: el tiempo de la colonización de Siracusa en el siglo VIII

Pude seguirse señalando pues una ruta temprana de exploración, todavía no de colonización, del Mediterráneo occidental, que seguiría la ruta que marcan las islas. 

Si eso responde al cuando, para la pregunta por quiénes fueron los autores de esos topónimos los candidatos principales son los calcidios procedentes de la isla de Eubea.


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miércoles, 14 de noviembre de 2018

HISPANIA AL FINAL DE LA REPÚBLICA ROMANA. PROVINCIAS, CIUDADES Y VILLAS.

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Centralizar el comercio y descentralizar la producción

En la segunda mitad del siglo I a. C., en los últimos años de la República, se produce una transformación global en el mundo ibérico, que responde a los intereses de la política exterior de los dominadores romanos.  

Estos intereses les llevan a implantar en este territorio profundos cambios, sobre todo en la franja litoral. Se pasa de una economía agrícola con asentamientos de pequeño tamaño, situados en las vías naturales de comunicación, a una agricultura centrada en la villa

Paralelamente, los asentamiento secundarios desaparecen a favor de núcleos urbanos mayores de nueva fundación en los que se capitaliza el comercio exterior y la producción artesana. 

Una vez que Roma logra el control de amplios territorios de Iberia, los asentamientos urbanos secundarios dejan de tener sentido como lugares que protegen un granero de cereal o un almacén de productos artesanales, controlados por indígenas, porque el territorio está pacificado y porque el control tiene que pasar a manos itálicas y, en definitiva, porque la escala mayor de la economía y la red de comunicaciones favorece la concentración urbana  del comercio, por un lado, y la descentralización de la producción en la villa, por otro.

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Los últimos años de la república son años decisivos para la configuración de la etapa siguiente. Al llegar César al poder se encuentra con catorce provincias, de las que siete están en territorio europeo; y, de ellas, dos se ubican en el territorio peninsular de la ahora denominada Hispania: Hispania citerior, con capital en Carthago Nova y la Hispania ulterior, con capital en Corduba. Esta doble división era ya al final de la república manifiestamente artificial, por no responder a la realidad geográfico-social de ese momento. 

Al reorganizarse con carácter general, a partir del año 27 a.C. la administración del Imperio, se asigna a Octavio Augusto el control peninsular, ya que se proyecta emprender aquí operaciones militares de cierta envergadura, para lo cual es necesario destacar guarniciones permanentes. Augusto se traslada a España y fija en Tarraco su residencia durante los años 26 y 25 a.C. Organiza sobre el terreno las campañas guerreras del norte y reordena la administración provincial. Convierte a Tarraco en la nueva sede del gobierno de la Hispania citerior, que antes estaba en Carthago Nova. Fruto de ello, esta provincia pasa a denominarse Tarraconense. La nueva capital tenía la ventaja de que dominaba toda la zona del Ebro y las comunicaciones con el Noroeste de España y con los Pirineos. 


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 FF de Buján
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División de la Ulterior en Bética y Lusitania.

Por lo que se refiere a la Hispania Ulterior esta provincia presenta una manifiesta dualidad. Así, podía distinguirse nítidamente entre una zona meridional, escenario de una intensa colonización romana-itálica y una zona occidental con una menor concentración urbana y una todavía incipiente civilización. Por ello se considera conveniente desdoblarla en dos provincias independientes: la Bética, que toma su nombre del río Betis (actual Guadalquivir), que se restituye al régimen senatorial y la Lusitania que mantiene el régimen de provincia imperial. No se conoce con certeza la fecha de esta división provincial. En este sentido, a pesar de que Dión Casio  señala el propio año 27 a.C., los estudiosos, mayoritariamente, entienden que debe retrasarse esta fecha al año 13 a.C.



Queda así Hispania, a pesar de su configuración unitaria, ordenada en tres territorios provinciales. Esta triple división va a mantenerse, de forma estable con escasos cambios, a lo largo de casi dos siglos, hasta la definitiva reorganización de tiempos de Diocleciano. En el siglo III las provincias de Hispania constituyen la diocesis Hispaniarum encomendada a un vicarius del prefecto del pretorio y pasan a integrarse en la prefectura de la Galia. La antigua citerior se divide en tres: Tarraconensis, Carthaginiensis y Gallaecia; y la antigua ulterior continúa dividida en dos: Lusitania y Bética. Se añade a ellas una sexta provincia, la Mauritania Tingertina y posteriormente, en el 385 d.C. se configura la séptima, que será la Baleárica.


Municipios y colonias

En pleno apogeo del Principado, paulatinamente, distintas ciudades preexistentes de la Bética asumieron la condición jurídica de municipios, desarrollados a partir de entidades preexistentes integradas, pacífica o forzosamente, en la comunidad política romana. Roma suplanta a través de su nuevo régimen ciudadano el orden existente en diferentes núcleos de población de origen púnico o griego. Frente a los municipios, las colonias, como es bien sabido, fueron ciudades de nuevo cuño fundadas por Roma. En algunos casos, la población de las mismas procedía de proletarios de la Urbs que ven elevado su status social al convertirse en propietarios agrarios como consecuencia del reparto de tierra entre los mismos. En otros casos, las colonias de la Bética se conforman con veteranos legionarios tras su licenciamiento. En una y otra situación, serán auténticos catalizadores de una profunda y rápida romanización


Según Plinio, a fines del primer siglo del principado, en la Bética se contaban 175 ciudades. En tiempos de Augusto ya había crecido de forma importante el número de ciudades que alcanzaron el estatuto de municipio. Puede cifrarse en unos cincuenta los municipios de ciudadanos romanos y otros tantos los que habrían recibido el derecho latino. Sorprende que unos y otros no se hallen preferentemente en la costa, como solía suceder habitualmente en otros territorios. Por el contrario, en la Bética la fundación de ciudades se realiza preferentemente en el interior. La mayoría de los municipios béticos se conforman desde la existencia de antiguas poblaciones peregrinas, cuyos habitantes son honrados colectivamente con la ciudadanía o con la latinidad. Esta concesión y privilegio les obligaba a refundar su ciudad y a proveerla de las preceptivas instituciones político administrativas romanas.

Curiosamente, en su estadio inicial, el estatuto de colonia en la Bética surge como un castigo de César frente a diversas poblaciones que en las guerras civiles habían apoyado las tropas de Pompeyo.

Resulta paradójico, desde el conocimiento de este origen, que en tiempos más evolucionados este estatuto fuera codiciado ya que a él aspiraron muchas ciudades ya constituidas y reguladas jurídicamente. En este sentido se puede hablar de colonias titulares, que se hacen frecuentes en época de Trajano y Adriano, en las que el reconocimiento del pleno derecho colonial se otorga a una previa población que ya era municipio romano o latino.



Agricultura y villas


La civilización romana provoca en la agricultura un cambio sustancial de su régimen jurídico ya que pasó a basarse en los principios romanos de propiedad privada, municipal y estatal. La fundación de nuevas colonias conllevó la potenciación de la propiedad privada, lo que implicó un cambio radical, pues, en la península se mantenía un sistema de propiedad colectiva. Se aprecia también la creación de grandes latifundios en los que se inicia la utilización de la mano de obra esclava. En siglo I d.C. se introducen avances importantes tales como los regadíos, el barbecho o el arado romano. En los censos llevados a cabo en tiempos de Augusto, ningún municipio romano registró tal cantidad de gentes ricas como Gades. Con sus típicos comerciantes al por mayor, fue la primera ciudad fuera de Italia que adoptó el derecho romano y la lengua de Roma. Las ciudades de la península fueron auténticos emporios económicos de todo el territorio que de ellas dependía administrativamente, tanto las aldeas (vici) como las explotaciones agrícolas (villae). En la ciudad radicaban las principales actividades artesanales y colegios profesionales, al tiempo que se configuraron como centros de manifestaciones culturales y artísticas. Este nivel de riqueza material se correspondía con una refinada opulencia de las costumbres. La proximidad de Italia y las cómodas y baratas comunicaciones por mar abrían una espléndida ruta para colocar sus productos en el primer mercado del mundo. Es probable que Roma no llegase a mantener con ningún otro territorio un comercio al por mayor tan importante y tan asiduo como con Hispania. El comercio de Roma con Hispania logró lo que la conquista militar había cimentado. Las monedas romanas de plata circularon en la península con anterioridad a su utilización en otras provincias fuera de Italia.

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TERRITORIO Y PODER. ¿CÓMO SE PRODUJO EL FINAL DE LAS VILLAS ROMANAS?

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viernes, 2 de noviembre de 2018

TERRITORIO Y PODER EN EL MUNDO IBÉRICO. ARQUEOLOGÍA DE LA MENTE. ENFOQUE ESTRUCTURALISTA.

Resultado de imagen de espacio geograficoTerritorio y comportamiento inteligente

La arqueología, como otras muchas disciplinas que nacieron como ciencias sociales, se ha vuelto positivista, esforzada en parecerse a las ciencias naturales, aplicando metodologías que se basan, en la medida de lo posible, el método hipotético-deductivo-nomológico.  

Algunos investigadores están ensayando no obstante nuevos caminos en los que se rehúye la separación siempre forzada entre ciencias sociales y ciencias naturales. La arqueología de la mente o arqueología cognitiva es uno de esos caminos. 

A grandes rasgos, se parte de que la inteligencia  humana recibe, procesa y transmite información. La información recibida y procesada se utiliza para ejercer un comportamiento inteligente que conduce al logro de objetivos e intenciones. El comportamiento inteligente se produce a través de procedimientos efectivos, esto es, a través de un conjunto de operaciones finitas  efectivas. A lo que hay que atender entonces no es sólo al comportamiento que se ve sino también las estructuras de conocimiento y los procesos ocultos tras la conducta observada. Interesa por lo tanto no sólo la conducta observada sino también, y especialmente, los procesos mentales que llevan a esa conducta, partiendo de la base de que el que actúa es un ser inteligente. 

La mente antigua, teoría lingüística y teoría espacial 

Cuando de lo que se trata es de estudiar el pasado remoto, entonces lo que procede es la pregunta: ¿cómo funciona la mente antigua? 
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Un modo no trivial de acercarse a la mente antigua es el enfoque estructuralista que se pone como objetivo la renuncia a ver otras sociedades como proyección del punto de vista de la sociedad occidental que las investiga. 

Para ello, se parte de que cada sociedad, cada cultura, tiene unas categorías cognitivas, un orden de significación estructurado, que le es propio.

Cada individuo está determinado por esa estructura. Es esa estructura, y no las mentes individuales, la que puede se estudiada de un modo objetivo. Lo que se postula, en definitiva, es que existe una relación estructural necesaria entre el control de la realidad y el modo de percibirla, que se corresponde con una cultura. Que, por lo tanto, es propia de una comunidad cultural y no de un individuo particular.

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Ahora bien, si el individuo está determinado por las estructuras cognitivas de la cultura a la que pertenece, la crítica que aparece entonces al enfoque estructuralista es la que señala la pasividad del individuo, que queda como un sujeto pasivo. Lo que hay que explicar entonces es 
cómo se generan y cómo cambian esas estructuras. Si el sujeto individual no pudiera liberarse de la estructura en la está inmerso, no habría manera de que el individuo se colocara en una posición de cambiarla. A no ser que consideremos que hay individuos digamos especiales. Pero dejemos a un lado esa dificultad y veamos a dónde nos puede llevar el enfoque estructuralista. 

Del mismo modo que el estructuralismo en  antropología ha recurrido a la teoría lingüística, también el estructuralismo aplicado al conocimiento de la mente antigua puede recurrir a los conceptos que proceden de esta disciplina: ¿cómo puede la lingüística servir para analizar la relación del hombre antiguo con su medio, con el espacio? 

La respuesta reside en entender la cultura como un sistema de comunicación. La implantación del humano en el espacio es una manifestación cultural y como tal tiene un lenguaje con el que se forman cadenas de símbolos formadas a su vez a partir de un alfabeto mediante una serie de reglas. 

Así las cosas, de la misma manera que una teoría lingüística se ocupa de las propiedades universales de las lenguas, una teoría del espacio se ocupa de las propiedades universales de los lenguajes espaciales.

Análogamente a cómo una gramática generativa estudia la naturaleza y la adquisición del conocimiento lingüístico verbal, puede investigase cómo se adquiere y se usa el conocimiento espacial.

Siguiendo con la analogía, el lenguaje espacial tendrá códigos formados por signos que sirven para transmitir información.

Códigos espaciales arquitectónicos, urbanísticos y del territorio

No hay un único código espacial sino una colección de códigos.

Podemos considerar que el espacio doméstico de la vivienda tiene un código espacial compuesto de signos arquitectónicos. 

Cambiando de escala, podemos considerar que el espacio urbanístico también tiene su código.    

Llegados a este punto lo que está a disposición es un vocabulario que procede de la semiótica, compuesto por una serie de términos que puede ser utilizados técnicamente. 

Tenemos una semántica y una sintaxis, tenemos que los signos tienen un significado y un significante, tenemos asimismo necesidades, funciones relacionadas con ellas y formas que se corresponden con esas funciones. Finalmente distinguimos entre  la denotación y la connotación de los signos de tal modo que hay significados denotados y significados connotados.

Con este vocabulario disponible se puede decir que las formas arquitectónicas ( una pared, un hogar, un mueble) son significantes que denotan una función y connotan un valor social. 

Ejemplo: La pared de una vivienda como signo denota una función primaria de separar físicamente unas estancias, pero connota el valor social de la distancia: las esferas de intimidad y sociabilidad de cada uno de los componentes de una familia, de cada grupo de edad y sexo. A su vez este valor social de las esferas de intimidad connota una cierta manera de pensar las relaciones interpersonales. 

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Esto significa que a partir de la prospección arqueológica de  los restos de una vivienda de un asentamiento íbero, pongamos por caso,  podemos obtener información sobre la forma de pensar de los miembros de esa cultura y sobre algunos aspectos importantes de ella como el tipo de relaciones familiares.



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Viviendas, asentamientos urbanos y territorios

Una vivienda forma parte de un ámbito mayor, el de núcleo urbano al que pertenece. el código espacial de la vivienda está incluido en el código espacial urbanístico.

En una ciudad existen una serie de hitos, nodos, sendas, bordes y barrios, que son todos ellos signos que denotan una función primaria: orientación,que facilita la movilidad de los habitantes. Los hitos indican la ubicación, los nodos son cruces de vías, las sendas son conductos por los que se circula, los bordes separan superficies diversas; los barrios, cuya característica es la homogeneidad,  son referencias dentro del conjunto urbano. Siguiendo el mismo razonamiento que en la vivienda, los signos del código urbanístico connotan un forma de pensar la vida urbana (cuya lectura es sin duda problemática porque introduce un inevitable sesgo por parte del investigador).

Subiendo un escalón más, la ciudad esta insertada en un territorio. Aquí ya no estamos sólo en las construcciones artificiales sino que entramos de lleno en la complejidad del medio natural. 

Debido al carácter fragmentario positivista con el que está organizado el conocimiento científico, complejidad implica que van a ser necesarias muchas disciplinas  para abordar la totalidad de las facetas que el tema presenta. 

Si se adopta también para al territorio el enfoque semiótico, aparecen entonces de nuevo en esta escala significados denotados por sus utilización y connotados por su simbología cultural.
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Si la forma de percibir y actuar sobre el territorio se corresponde con la estructura mental de una cierta cultura, es lógico deducir de ahí que tiene que haber una constancia en la forma de ordenar y articular el territorio durante el ciertos periodos de tiempo, en los que se observan regularidades, y también procesos de desequilibrio y cambio. La búsqueda de factores desequilibrantes, desestructuradores, se convierte así en un tema fundamental. 

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Todo esto nos lleva finalmente a que el espacio puede ser analizado desde el punto de vista de la comunicación, de tal modo que ésta es establece mediante un código de signos cuya comprensión se produce dentro de una cultura.

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Lo que se puede decir, como resultado de la observación empírica de los asentamientos ibéricos, por ejemplo, es que la vivienda tiende a mantener la misma forma durante periodos de tiempo muy prolongados, sólo cambios de mucha envergadura producen reestructuraciones notables. En este caso, sólo con  la dominación romana se dan cambios importantes.

Del mismo modo que la forma de la vivienda puede decir mucho sobre la vida familiar, subiendo de escala, la forma del poblado puede decir mucho sobre la vida colectiva de sus habitantes. La muralla, la existencia de una calle o plaza central, la no presencia de viviendas singulares, que los únicos edificios colectivos sean hornos o graneros, todos ellos son signos interpretables.

Resultado de imagen de valle fluvial rio ebro tortosaVolviendo a subir otro nivel, el territorio contiene signos denotadores de orientación que responden a expectativas y hábitos adquiridos culturalmente. Existen direcciones  y lugares que ayudan a los que habitan en ellos a encontrar un sitio donde afirmarse.

la red de senderos une lugares icónicos, condicionada por la topografía pero revelando también las posibilidades de movimiento en un terreno conocido.
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Para ver el tema en extenso:

Estructuración y uso sociocultural del espacio en el mundo ibérico del valle del Ebro (tesis doctoral).

Pilar Iguácel de la Cruz

U. de la Rioja

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EL río como signo del código espacial territorial

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Un río es sin duda un signo destacado. Evidentemente denota funciones primarias de necesidad de agua para la vida, pero connota además separación y unificación. Separa superficies que a la vez están unidas por las dos riberas. Es vía de comunicación principal entre los espacios existentes río arriba y río abajo. Un valle fluvial es un interior con respecto del exterior que queda fuera, y por lo tanto configura un espacio para habitar. Existe una clara conciencia de pertenecer a un valle y no a otro. 

Cuando el río se aproxima al mar la orientación de la línea de costa marca también unas lineas de comunicación paralelas a ella, que tiende a ser perpendiculares a la lineas de penetración en el valle fluvial. Aparece entonces un retícula cuyas intersecciones se convierte nodos y en puntos preferentes para el asentamiento. 
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Un valle fluvial tiene lugares destacados. La confluencia de dos ríos, por ejemplo, puede asociarse con un lugar sagrado. 

Desde el punto de vista de los recursos económicos, los asentamientos de un  valle puede funcionar de un modo integrado de tal forma que es posible una especialización en alguno de los distintos sectores: agricultura, ganadería, pesca, minería.

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Un código espacial puede verse modificado. Aunque para ello hacen falta importantes fuerzas desequilibrantes. En el caso del mundo ibérico, la aparición de elementos foráneos fenicios (entre el 900 y 600 ANE) cambia un modelo de gran movilidad vinculada con la trashumancia por un modelo en el que la movilidad se produce como consecuencia del comercio. El carácter igualitario tiende a permanecer, pero sobre la base de los elementos destacados de cada grupo familiar se van alzando los representantes de grupo todavía no ostentadores de una verdadera jefatura.

Esta situación sufre un cambio desequilibrante brusco en una fecha concreta: 583 a. C., año de la caída de Tiro, ciudad madre de los comerciantes fenicios. la ocupación del territorio debe reorganizarse para adaptarse al nuevo contexto de dominio marítimo, talasocrático, de los griegos focenses con base en la metrópoli de Focea, cuya base colonial principal en este lado del Mediterráneo es Massalia. Este dominio está apoyado desde factorías costeras que actúan como emporios, centros de intercambio comercial. 

La situación anterior es también poco duradera. Después de la batalla de Alalia, en el año 535, la alianza de cartagineses y etruscos bloquea la dominación focense. 

Todo esto tiene consecuencias en el registro arqueológico de los poblados indígenas en el territorio ilercavón, entre el Mijares y las bocas del Ebro. Se van sustituyendo los productos fenicios por focenses, y éstos, por los áticos. 

Pero no sólo es la procedencia de los productos la que cambia, se observan otros cambios más importantes en la estructura social y en la forma de asentarse en e territorio.

Mientras que la presencia de foráneos fenicios o focenses  en el siglo VII no se había traducido en una necesidad de fortificarse,a finales del siglo V, sí surge esta necesidad en algunos asentamientos que quedan por ello como destacados. No parece pues la amenaza exterior la que induce la fortificación sino más bien circunstancias internas indígenas. Se está evolucionando en el sentido de  que unos poblados pasan a ser oppida, con recintos amurallados, mientras que otros asentamientos quedan como subordinados a éstos. Ésta es la situación que reflejan los autores clásicos cuando se encuentran con ella que se corresponde por lo tanto con un estado de cosas que se genera a partir de finales del siglo V.


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Poblado amurallado del Torrelló en el margen izquierdo del río  Mijares
(Hay que añadir aquí entre paréntesis que un proceso de subordinación no se produce sin conflicto. El paso hasta los asentamientos destacados tuvo según puede deducirse de los registros arqueológicos un estadio intermedio con ciudadelas de pequeño tamaño que fueron destruidas. Sólo un asentamiento amurallado de mayor tamaño pudo resistir las presiones del entorno).

Las desigualdades internas obedecen no obstante al desigual grado de accesibilidad a los intercambios externos. la arquitectura de las viviendas empieza a reflejar también estas desigualdades. Dentro de los oppida hay diferencias, y son los que viven en estas viviendas singulares los que impulsan posiblemente el amurallamiento del asentamiento en el que habitan. 


Es importante destacar que lo que se trata de defender no es a alguien sino a algo. Un edificio singular es el granero (u otro tipo de almacén, por ejemplo de materias primas para productos manufacturados). Este contiene el esfuerzo del los habitantes del oppida y de los poblados subordinados. El grano contenido es el que hará posible el intercambio con los comerciantes externos. Sin duda, es algo vulnerable que ha de ser defendido, puesto que de ello depende la llegada de productos alóctonos que se van haciendo necesarios, especialmente para aquellos individuos que han logrado una posición social superior. 

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A partir del siglo III a. C. , con la romanización algunos elementos de estos procesos se acentuarán y aparecerán otros nuevos como la introducción de las monedas. A  partir del siglo I a. C será no obstante cuando aparecerán aspectos de la ocupación del territorio realmente novedosos. 
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PUERTOS GRIEGOS ANTIGUOS. Interpretación de la costa antigua.

Los puertos griegos antiguos están menos estudiados que los puertos fenicios y romanos. Cuando decimos puertos antiguos nos referimos al per...