Cuando alguien se acerca por primera vez a la filosofía de Platón le resulta extraño un pensamiento que se basa en la existencia de un mundo distinto y separado del mundo sensible que percibimos con los sentidos, y que ese mundo esté poblado de entes inmateriales y, sobre todo, que sean éstos los verdaderamente reales.
Ese mundo distinto y separado es el mundo de la ideas y la teoría que trata de ellas, la teoría de las ideas. La pregunta es inevitable: ¿por qué hizo Platón esta construcción teórica aparentemente tan extraña?
Para comprenderlo hay que partir del contexto de la polis griega, de sus conflictos, de los líderes políticos y del papel de los sofistas.
En un contexto en el que persuadir a la asamblea de que se tiene razón significa el triunfo político, es importante dominar la técnica de la argumentación persuasiva y convincente, de dominar el ejercicio de la retórica. Con un matiz muy relevante: no es decisivo si lo que se dice es verdadero o no en última instancia, lo que importa es que sea convincente. Los expertos en esas técnicas de persuasión política son los sofistas.
Desde el punto de vista de estos maestros en retórica, la justicia por ejemplo, no es un concepto universal de tal modo que lo que es justo lo es en todas partes y en cualquier tiempo. La justicia es un concepto relativo a la ciudad en la que se está y puede ser cambiado si así conviene a la mayoría de la asamblea.
Contra este concepto de justicia se rebela con todas sus energías Sócrates. Sin descanso se aplica a la búsqueda de una definición universal que no sea obtenida por simple consenso ni que sea subjetiva en el sentido de que es la opinión de uno. Lo que es justo es justo, aquí y en todas partes, hoy y mañana, para mi y para todos.
¿Cómo pretende Sócrates conseguir ese tipo de definición? Mirando hacia dentro: conócete a ti mismo. Indagando en uno mismo. Preguntándose y respondiendo las preguntas de otros se puede ir avanzando siguiendo una especie de camino en espiral hacia la definición que se busca.
Pero cómo sé que he llegado y qué garantía tengo de que llegaré al mismo sitio que otro que se proponga ese tipo de investigación ¿Es una definición objetiva o sigue siendo subjetiva?
Ese es el punto de partida de Platón.
¿Cómo lograr un conocimiento verdaderamente objetivo, general, universal, científico, que permita afirmar sin ningún genero de dudas qué es lo justo y qué lo injusto? ¿Cómo sé que tengo yo razón y no Alcibíades, o el tirano Dionisio, cuando tiene un concepto distinto de lo que es justo?
Si se busca dentro de uno se choca contra el obstáculo de la subjetividad ¿Cómo conoce la mente (el alma) la verdadera definición?
La solución a este problema no estaba en Atenas. Estaba precisamente en Sicilia, en la isla en la que está Siracusa, la ciudad en la que domina Dionisio, en la magna Grecia. Allí había traído la escuela pitagórica una creencia que procedía de la mística órfica: las almas son inmortales y transmigran de un cuerpo a otro. Caen en un cuerpo como en una cárcel pero han estado en contacto con l divino, lo verdadero, inmutable. Un lugar en el que se ve con claridad que es lo justo y lo injusto.
La solución estaba clara. Para el alma (la mente) saber es recordar. Esa búsqueda de la definición de justicia puede dar fruto. Si se investiga adecuadamente, con el método adecuado (dialéctica), se tendrá la tan anhelada definición, yo (Platón) la conoceré y se la podré transmitir al tirano Dionisio que gobernará entonces con sabiduría.
Ese mundo con el que ha tenido contacto el alma es el mundo de las ideas, en el que no sólo está la idea de justicia, sino otras muchas. Ese mundo tiene que existir necesariamente, de otro modo no habría ciencia ni conocimiento verdadero y viviríamos irremisiblemente en la ignorancia. El ser humano no se distinguiría de cualquier otro animal.
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Ahora bien, si el mundo de las ideas y el mundo sensible son dos mundos separados, qué tipo de vinculo puede existir entre ellos?
Éste no es un problema menor. De hecho se convierte para Platón en un problema de una enorme magnitud. La indagación de ese asunto le llevará a tener que hacer grandes renuncias (en relación con la noción del Ser de Parménides) y a tener que aceptar, sin embargo, algunas posiciones de los sofistas Gorgias y Protágoras.
La solución a la crisis que desencadena esa investigación consistirá finalmente en más pitagorismo, introduciendo el Demiurgo, artesano del mundo sensible, por la vía de la imitación tomando como modelo las ideas.
Esta solución pitagorizante, que se corresponde con una racionalidad mixta, que conserva una narrativa mitológica, no inmanente, es la que Aristóteles no admitirá.
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Éste no es un problema menor. De hecho se convierte para Platón en un problema de una enorme magnitud. La indagación de ese asunto le llevará a tener que hacer grandes renuncias (en relación con la noción del Ser de Parménides) y a tener que aceptar, sin embargo, algunas posiciones de los sofistas Gorgias y Protágoras.
La solución a la crisis que desencadena esa investigación consistirá finalmente en más pitagorismo, introduciendo el Demiurgo, artesano del mundo sensible, por la vía de la imitación tomando como modelo las ideas.
Esta solución pitagorizante, que se corresponde con una racionalidad mixta, que conserva una narrativa mitológica, no inmanente, es la que Aristóteles no admitirá.
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