Estas palabras, aunque por separado se utilizan con cierta frecuencia, es en conjunto, puestas en relación, como adquieren un significado más revelador, que, quizás pretendidamente esté quedando oculto.
Vemos cada término por separado, para entrar luego en la relación discursiva.
Gente corriente, ordinary people, es una denominación próxima a la de clase media, pero que sugiere problemas y posicionamientos muy disantos.
La clase media es un concepto socioeconómico que nos remite a un grupo de la población entre la clase baja y la clase alta en términos de ingresos, patrimonio, educación y ocupación. Es un estrato con cierta estabilidad económica y capacidad de consumo. Se asocia con unos ingresos estables, un nivel de vida cómodo, una cierta capacidad de ahorro, acceso a un nivel educativo medio o superior. Tienden a valorar la educación, el esfuerzo individual y la estabilidad. Es decir, una base sólida desde la cual, con esfuerzo, puede ascenderse en la escala social.
El término "gente corriente" (o "persona común y corriente", "ciudadano de a pie") se refiere a la mayoría de la población, aquellos individuos que no destacan por una posición social, riqueza, fama o poder excepcional. Se asocia con la normalidad, la cotidianidad y la falta de pretensiones, los valores tradicionales, el sentido común, la empatía y sentido de pertenencia, la integridad.
La condescendencia es la actitud de una persona que trata a otra con superioridad o indulgencia, como si esta última fuera inferior en intelecto, conocimiento o estatus. Es una forma de comunicación que, aunque a veces no sea intencionada, transmite un mensaje de desprecio o subestimación. Quien actúa con condescendencia asume una posición de autoridad o superioridad moral, intelectual o social, a menudo disfrazada de amabilidad o ayuda. El tono de voz, la elección de palabra simplistas, los gestos, asumir que el otro no sabe, ofrecer ayuda no solicitada partiendo de que el otro solo no puede; son características que la definen. Todo ello puede esconder, en quien la practica, inseguridad, falta de empatía, prejuicios, estereotipos respecto de la edad, el género, el origen; todo ello con el afán de dominar y controlar.
La supremacía implica una posición de superioridad o dominio indiscutible en un determinado ámbito. Es la capacidad de ejercer control o influencia de manera decisiva, sin que haya un igual o superior que pueda desafiarla. Puede manifestarse en diversas áreas: militar, política, económica, tecnológica, cultural; pero sobre todo, moral.
La supremacía moral es la creencia o la actitud de que uno mismo, o el grupo al que uno pertenece, posee una moralidad inherentemente superior o más elevada que la de los demás. Implica una convicción de que las propias normas, valores, principios o acciones éticas son intrínsecamente correctos, puros o más válidos que los de otros individuos o grupos. Se manifiesta de diversas maneras: juzgar a los demás, autojustificación y falta de autocrítica, imposición de las propias creencias, arrogancia ética y doble rasero.
La supremacía moral puede tiene sus raíces en: la identidad de grupo, el dogmatismo, pero también en un inseguridad de fondo, en la duda sobre si se es un impostor que ocupa una posición de supremacía sin merecerlo.
La supremacía moral y la condescendencia son dos conceptos que, aunque distintos, están estrechamente relacionados y a menudo se retroalimentan, especialmente en la forma en que se manifiestan en la comunicación interpersonal. La supremacía moral a menudo sirve como la base subyacente o la justificación interna para un comportamiento condescendiente.
La supremacía moral es una convicción profunda que se traduce a veces en la condescendencia como la conducta o el comportamiento externo que surge de esa creencia. Es la forma en que la persona con supremacía moral interactúa con aquellos a quienes considera moralmente inferiores. Puede ser un a herramienta para Reforzar la supremacía Moral. Al actuar de forma condescendiente (explicando lo obvio, utilizando un tono infantilizante, minimizando los problemas ajenos), la persona con supremacía moral refuerza su propia percepción de superioridad. Por un lado, La condescendencia busca establecer una jerarquía implícita en la interacción, donde el emisor se posiciona como el "sabio", "correcto" o "más moral", y el receptor como el "ignorante", "equivocado" o "moralmente deficiente". Por otro lado, la persona con supremacía moral puede justificar su condescendencia creyendo que está "ayudando" al otro, "educándolo" o "guiándolo" hacia el camino correcto, ya que "obviamente" el otro no lo conoce o no puede entenderlo por sí mismo. No ven su actitud como un menosprecio, sino como un acto de "benevolencia" desde su posición "elevada".
Algunos ejemplos:
El "activista moral" condescendiente: Una persona que se considera moralmente superior por su compromiso con una causa (ej. ecologismo, veganismo, derechos humanos) puede dirigirse a otros que no comparten su nivel de compromiso con un tono de "te voy a explicar cómo deberías vivir" o "no entiendo cómo no puedes ver lo obvio", minimizando los esfuerzos o las circunstancias de los demás.
El "experto en vida" condescendiente: Alguien que cree haber tomado siempre las decisiones "correctas" en su vida (ej. en relaciones, finanzas, educación) puede dar consejos no solicitados a quienes "han cometido errores", usando un lenguaje que implica que el otro es ingenuo o irresponsable. "Ya te lo decía yo, si hubieras hecho X como yo, no estarías en esta situación."
El "gurú espiritual/religioso" condescendiente: Una persona que cree haber alcanzado un nivel de iluminación o rectitud moral superior puede hablar con los "no iniciados" o los "pecadores" de una manera que subraya su falta de entendimiento o su inferioridad espiritual. "Cuando alcances mi nivel de conciencia, lo entenderás."
El colega "más ético": En un entorno laboral, un compañero que se considera más honesto o trabajador que los demás puede supervisar o corregir a sus colegas con un tono de "te explico cómo se hacen las cosas bien", implicando que los otros son menos competentes o menos íntegros.
De estos ejemplos, el activismo moral condescendiente es especialmente relevante hoy. En concreto en un ámbito muy especial; las universidades americanas de élite.
¿Cómo vemos esto desde fuera?
El activismo moral condescendiente en las universidades de élite americanas puede ser la manifestación de una supremacía moral (la creencia de que las propias convicciones éticas son inherentemente superiores) a través de comportamientos condescendientes (tratar a otros con superioridad o indulgencia) dentro del ámbito universitario.
Este fenómeno se observa en un contexto de creciente polarización política y cultural, políticas identitarias y debates sobre la libertad de expresión en los campus. Cultura de la Cancelación y Hipersensibilidad:
En muchas universidades de élite, se ha documentado una tendencia a la "cultura de la cancelación", donde individuos (estudiantes o profesores) que expresan opiniones consideradas ofensivas o "incorrectas" por ciertos grupos activistas pueden enfrentar ostracismo, denuncias públicas o incluso sanciones.
Esto a menudo se percibe como una hipersensibilidad a las "afrentas reales y percibidas", donde el activismo moral puede llevar a una vigilancia excesiva de la expresión y la actitud, no solo de comportamientos reprochables, sino también de aquellos que no comparten una ideología particular.
La condescendencia se manifiesta cuando los activistas asumen que aquellos con opiniones diferentes son ignorantes, malintencionados o moralmente deficientes, y por lo tanto, necesitan ser "educados" o "silenciados" por su propio bien o el de la comunidad.
Las políticas identitarias, que enfatizan la opresión de ciertos grupos sobre otros, han ganado terreno. Si bien buscan combatir la discriminación, a veces pueden generar un ambiente donde se enfatizan las diferencias grupales en lugar de las similitudes universales. Esto puede llevar a un sesgo ideológico en el campus, donde ciertas narrativas morales son promovidas como las únicas válidas, y cualquier disidencia es vista con condescendencia o como una amenaza.
Algunos críticos argumentan que las universidades, especialmente las de élite, han tendido a "mimar" a los estudiantes (codding), creando políticas que fomentan una sensación de victimismo e indefensión.
Esta dinámica puede alimentar el activismo moral condescendiente, ya que los estudiantes pueden sentirse justificados para imponer sus puntos de vista morales y exigir "espacios seguros" o la censura de ideas que consideran "dañinas", asumiendo una superioridad moral sobre aquellos que no comparten su misma "vulnerabilidad" o "conciencia".
(Las protestas y las manifestaciones pro-Palestina son demasiado recientes para valorar este debate moral).
La condescendencia puede surgir cuando los activistas, convencidos de la rectitud moral de su causa, desestiman o atacan a quienes no se suman a ella, considerándolos moralmente inferiores o, mucho peor, cómplices de injusticias.
la "torre de marfil" se ha utilizado durante mucho tiempo para describir la aparente desconexión de la academia de la realidad cotidiana. En el contexto de las universidades de élite estadounidenses, esta crítica se intensifica debido a varios factores: preocupaciones diferentes a las de la mayoría, leguajes académicos poco accesibles y un entorno homogéneo en el que a pesar de los esfuerzos por la diversidad, estas universidades a menudo albergan una población estudiantil y un profesorado que, en promedio, provienen de entornos socioeconómicos privilegiados y pueden compartir visiones del mundo similares. Esto puede llevar a una "burbuja" ideológica donde ciertas ideas y valores se refuerzan mutuamente sin ser expuestos a perspectivas más variadas de la "gente corriente".
Nos aparece aquí el tercer vértice del triangulo: la gente corriente. La gente corriente es a la vez lo que se desprecia, pero también los que se necesita. Es lo que no se quiere ser, pero al mismo tiempo es lo que es necesario que exista par que la supremacía destaque y se pueda practicar la condescendencia. ¿Qué sentido tiene un mundo en el que no hay victimas que rescatar?
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la torre de marfil vista desde dentro
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Con todo, es necesario prevenirse de otras polaridades. Frente a la supremacía condescendiente puede oponerse el sentido común. Ahora bien, no se nos ocultan los peligros de dar una dimensión ontológica al sentido común. ¿Existe realmente algo que podamos llamar sentido común?
¿Es una simple colección de creencias populares o intuiciones, o está profundamente conectado con nuestra concepción de la realidad y nuestra forma de estar en el mundo. Es decir, el sentido común no solo describe lo que la gente cree, sino que también moldea y es moldeado por nuestra comprensión fundamental de lo que "es" y cómo "es" el universo en el que vivimos?
Sin duda esto merece una investigación adicional.
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