jueves, 31 de marzo de 2022

ALEJANDRO VI Y SAVONAROLA. FLORENCIA SIGLO XV. PODER Y RIGORISMO MORAL.

Final del siglo XV. Florencia. El Renacimiento italiano ya ha dado algunos de su mejores frutos en esta ciudad. La cúpula del Duomo está completa desde 1436. 

En Roma, desde 1492, Alejandro VI ocupa el trono papal. Ese mismo
año había  muerto Lorenzo el Magnífico, un Medici que había controlado la ciudad desde 1469.  Es también el año del descubrimiento de América, un asunto que al papa le genera un gran interés evangelizador. 

Desde 1490, Savonarola está de vuelta en Florencia. Fraile y sacerdote domínico, gran predicador de multitudes, está empeñado en sacar de la corrupción moral a los florentinos y, por elevación, al mismo papa, al que considera en última instancia el responsable del descarrío. 

El 8 de noviembre de 1494, el cambio en el poder sobre la ciudad de Florencia, favorece la situación circunstancial de Savonarola: Carlos VIII, rey de Francia, hace valer su derecho a gobernar Nápoles, por lo que después de haber entrado en Italia con su ejército, pasa por Florencia.

Savonarola lo considera un enviado del cielo para poner orden en el clero. Ese mismo día, el 8 de noviembre, en la Florencia invadida por el rey francés, estalla una rebelión. Los gobernantes de la familia Médici son expulsados.

En Florencia se instaura un régimen republicano mixto, con elementos democráticos y teocráticos: Jesucristo fue proclamado rey; el propio Savonarola controlaba el poder y lo empleaba para imponer rigor moral extremo.

En 1494 se inicia el momento de Savonarola, que durará hasta 1498.

Podemos decir que estos años hay en Florencia un redimen propio en el que confluyen las tensiones medievales, la idolatría, el fanatismo religioso, la reformulación de la doctrina cristiana, pero también la búsqueda de la paz y la unidad italiana, sustentada en el deseo de construir una república bien ordenada.

El papa Alejandro VI, blanco de los ataques de Savonarola, le excomulga en 1497.
En 1498, Savonarola es detenido, juzgado, torturado, obligado a retractarse, ahorcado, quemado y sus cenizas esparcidas. 

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Girolamo Savonarola: Ensayos sobre profecía y filosofía en el Renacimiento italiano 
Jorge VELÁZQUEZ DELGADO
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El caso es que actualmente Savonarola tiene abierta un causa de beatificación en la iglesia católica. Al mismo tiempo el protestantismo reivindica su figura como un precedente de la Reforma. Es claro pues que el rigorismo moral que predica e impone Savonarola tiene un cierto reconocimiento. 

Paralelamente, la figura de Alejandro VI no goza de gran predicamento. Parece pues que la victoria del Papa en el XV se está trastocando en victoria del monje en el XXI. ¿Significa esto que el rigor mora tiene más espacio en el presente que el pasado del Renacimiento? No es desde luego una pregunta que pueda ser respondida sin reflexión. 

En primer lugar hay que distinguir la corrupción política de la corrupción de la conducta privada.

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El pontificado de Alejandro VI (1492-1503) fue uno de los más agitados en la historia de la Iglesia y del propio Renacimiento. Tanto para Roma, como para el país, Europa y el mundo, tuvo una trascendencia histórica. Como señala Maquiavelo, a él se debió en buena medida el acrecentamiento del poder de la Iglesia, tanto dentro de Roma como fuera de ella. Antes de Alejandro VI, ciertamente, la ciudad de Roma era prácticamente ingobernable para un papa, pues su poder se veía acotado notablemente por el de las familias nobles romanas, fundamentalmente los Colonna y los Orsini, como lo refiere Maquiavelo en el capítulo XI. No obstante, Alejandro tuvo la decisión y la capacidad para doblegar a estas familias y convertir a Roma en un verdadero principado eclesiástico, tal y como se describe en El príncipe de Maquiavelo.

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La influencia de los Borgia en el pensamiento político de Maquiavelo

Roberto García Jurado

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¿Santo o rebelde agitador?

JERÓNIMO SAVONAROLA PROVOCÓ EN SU TIEMPO Y SIGUE PROVOCANDO HOY GRANDES ODIOS Y GRANDES ENTUSIASMOS

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Su afán moralizador hizo que llevase a la hoguera algunos objetos de arte y libros antiguos; dicho afán le llevó también a ejercer una vigilancia molesta en la vida de sus conciudadanos, organizando escuadras de jóvenes, que en su celo puritano llagaron a veces incluso a denunciar a sus propios padres. Dichas escuadras organizaban además frecuentes peleas con los “arrabbiati” por las calles de la ciudad.

Si, como queda dicho, estas acciones crearon a su alrededor no pocos descontentos, la cosa llegó su colmo cuando indispuso también contra sí a nuestro compatriota, el ciertamente poco edificante Papa Alejandro VI, el cual apoyaba a los Medici, también ahora que estaban en el exilio, no por gustos personales, sino porque veía en ellos un freno al posible poderío francés en la zona. A dicho Pontífice fray Jerónimo acusó de simoniaco, diciendo en voz alta que había comprado con dinero la Silla de San Pedro, además de chocar con él por la administración de varias casas dominicanas. El Papa aprovechó unas profecías tremendistas que había hecho Savonarola para invitarle a Roma a explicar dicho sensacionalismo, pero el Dominico, aún reconociendo que como religioso debía de obedecer al Santo Padre, se negó a ir alegando enfermedad, que en realidad encubría el miedo que tenía a la acción de sus enemigos políticos si abandonaba la ciudad.

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miércoles, 9 de marzo de 2022

LA DEFINICIÓN COMO HILO CONDUCTOR ENTRE SÓCRATES, PLATÓN Y ARISTÓTELES

La denominaciones que aparecen tradicionalmente en los manuales de historia de la filosofía referidas a las doctrinas de Platón y Aristóteles, son las de teoría de las ideas y teoría de las formas, respectivamente.

Estas denominaciones pueden dejar oculto, o al menos no queda explícito, que tanto la ideas de Platón como las formas de Aristóteles tienen una continuidad con la búsqueda de definiciones socrática.

Tal como nos lo presenta Platón, Sócrates persigue de forma recurrente una serie de definiciones independientes de todo tiempo y lugar, por ejemplo qué es la justicia.

No le interesa a Sócrates saber qué es justo en Atenas, sino tener una definición que sea válida para cualquier ciudad y que sea permanentemente válida.

En su caso, esta búsqueda es introspectiva, en el sentido de que las definiciones están presentes, aunque de un modo en principio ignorado, en la mente-alma humana. Esa búsqueda se realiza además de un modo dialógico, interviniendo dos o más interlocutores, uno de ellos más avezado, que tiene mucho tino en las preguntas, que van delimitando los contornos, inicialmente borrosos, del concepto que se quiere definir.

Con todo, esa definición conceptual queda en el ámbito de la mente-alma (psique), expresada externamente por medio del lenguaje.

Pues bien, la validez universal, para todos, para todo tiempo y lugar, obtenida por este procedimiento, no le parece suficiente a Platón; ya que esa búsqueda, en última instancia interior, no le da a Platón garantía suficiente de objetividad, pues permanece en el procedimiento un resto de subjetividad.

Por esta razón, Platón tiene que postular que la definición es una idea objetiva, separada de las cosas sensibles, que habita en un mundo aparte: el mundo de las ideas. A ese mundo se tiene acceso precisamente a través del alma, a la que se le añaden ahora los atributos de la mística órfica, asimilada por Platón por intermedio de la escuela pitagórica. A la mayéutica socrática, que hace nacer la definición desde dentro, le sustituye la anamnesis platónica, que permite conocer las ideas separadas, en virtud de la capacidad de reminiscencia del alma.  


El recorrido intelectual de Platón es suficientemente largo para que él mismo tome conciencia de algunas dificultades graves que encierra este planteamiento. La mayor de ellas, la desconexión entre el conocimiento de las ideas y de las cosas del mundo sensible, una vez que se ha postulado un abismo entre los dos mundos. Si los conectores son otras ideas, siempre seguirán haciendo falta nuevos conectores para conectar con las cosas, puesto que ideas y cosas pertenecen a mundos completamente distintos: el problema del tercer hombre.

A pesar de ello, Platón no renuncia al postulado de la ideas separadas, puesto que su filosofía política se apoya toda ella sobre el cimiento de la objetividad absoluta de las ideas. Buscará para solventar el asunto un nuevo expediente teórico: el Demiurgo.

Esta concesión a la narrativa mitológica del Demiurgo no es admisible para Aristóteles, que sí puede prescindir del apoyo que proporcionan a la filosofía política, puesto que su fundamento para la ética y la política está en el orden de una retórica pragmática. Ahora bien, lo que sigue necesitando Aristóteles son definiciones objetivas que sirvan de soporte a un conocimiento científico que atienda a lo general y no sólo a lo particular. 

Para lograr esto, Aristóteles realiza un gran esfuerzo de  precisión terminológica. El término directamente relacionado con la definición es la esencia. La esencia es precisamente aquello que expresa la definición. 

La definición ya no es algo presente en el alma, como en Sócrates, ni algo hipostasiado, postulado como real, lo verdaderamente real, trascendente, sino algo inmanente e inmutable. La definición es el enunciado de aquello que permanece en todo cambio: la esencia. 

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DE LA HIPÓTESIS DE PLATÓN A LA HIPÓSTASIS DE PLOTINO.

Un capítulo del final de la filosofía antigua, que suele desconcertar a los estudiantes, es el que da cuenta de la teoría de Plotino sobre l...