domingo, 25 de diciembre de 2016

RELIGIÓN Y PODER. LA DIOSA CIBELES LLEGA A ROMA

Resultado de imagen de libros sibilinosEn los tiempos finales de la Segunda Guerra Púnica, en el año 204 a. de C., los romanos tienen confinado a Anibal en la parte meridional de Italia. Pero no es esa la preocupación más inmediata en Roma. Según el relato de Tito Livio y también de Ovidio, se Suceden en Roma una serie de tormentas de pedrisco que amenazan con arruinar las cosechas. Eso requiere una respuesta ¿Están los dioses molestos por algo? ¿Qué se puede hacer para mejorar este estado de cosas?

La pregunta se traslada por los cauces establecidos. Se hace una consulta a los libros sibilinos, custodiados en el templo de Jupiter, en los que habitualmente se buscaba si alguna profecía se acoplaba a las situación que se padecía en cada momento. 

Como resultado de la lectura de los libros lo que se interpreta es que hay que traer a la diosa Cibeles desde el monte Ida, próximo a Pesinunte en la región de Troya, en Anatolia, hasta Roma. Eso es lo que había que hacer si algún extranjero invadía Italia y ese era el caso.

Para amarrar el asunto se hace una segunda consulta, esta vez al oráculo de Delfos, aprovechando que éste forma parte ya del ámbito de hegemonía romana. El oráculo coincide con la necesidad de traer a la diosa pero añade otra condición: ha de ser recibida en Roma por el hombre y la mujer más virtuosos de la ciudad. 

Resultado de imagen de diosa cibeles de troyaLa condición parece inocente, pero no lo es tanto ¿Quienes iban a ser los elegidos? ¿ De qué familia?

El elegido masculino fue un Escipión; el hijo de Gneo muerto en Hispania. La elegida fue una Claudia.

La llegada de la diosa a la desembocadura del Tiber es intencionadamente espectacular. Senadores, caballeros y la plebe, todos esperan en la riberas. Ahora hay que subir río arriba, contracorriente. Los mil remeros de los cinco quinquerremes, con cinco filas de remos cada uno, no son para esto eficaces. Hay que tirar desde las riberas con cuerdas. El Tiber esta bajo y el barco en el que va la diosa encalla. Ahí es donde interviene Claudia Quinta cuyo nombramiento como la matrona más virtuosa había sido puesto en entredicho. Según el relato de Ovidio, Claudia se adelanta del grupo de matronas, se adentra en el río, coge agua y la sorbe, se rocía la cabeza tres veces, tres veces levanta las manos al cielo. La multitud empieza a pensar que ha perdido el juicio, pero entonces empieza a decir: madre de todos los dioses, si tú me condenas pagaré mi culpa con la muerte, pero si no existe culpa, da una prueba de mi inocencia y sigue mis castas manos. Entonces, agarra la maroma ligeramente y el barco con la diosa empieza a moverse. 

Estos hechos sucedieron un diez de abril, que quedó como día festivo para los romanos. Aquel verano las cosechas fueron excepcionales. la guerra contra Anibal fue ganada. El culto de la diosa Cibeles quedó vinculado a la familia Claudia.

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En estos relatos se advierten varios niveles en los que la religión y el poder se entrecruzan.

La situación de guerra, la adversidad meteorológica, la rivalidad entre familias, las decisiones del senado, la intervención de los sacerdotes de Apolo, la elección de una diosa frígia.  En todo ello hay intencionalidad.

Por supuesto, el propio relato de Ovidio no es inocente. 

Ovidio escribe cuando la familia Claudia está en el poder y en esta forma de contar la historia, Claudia queda como protagonista mientras que Escipión queda en un segundo plano; y sobre todo, queda aclarada la virtud de Claudia. Esto es sin duda clave si se tiene en cuenta que Ovidio está al servicio de Octavio. La hija de Octavio, Julia, es puesta en entredicho como lo había sido Claudia en su día. Que una demostrara su virtud se podía aplicar por analogía a la otra.

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En cualquier caso, Cibeles había entrado triunfante en Roma. Su culto se integra en el calendario oficial aunque los ritos extraños de sus sacerdotes impiden su plena incorporación al vida cívica.

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Cultos orientales y cultos mistéricos

Jaime alvar
Clelia Martinez

Los autores exponen aquí simbolismos incluso más sutiles que se refieren a la entrada de la diosa por el Tiber, recibida por la casta Claudia.

También se tratan con detalle los ritos del culto de Cibeles, que  destacan por ser especialmente sangrientos, ya sea de sangre propia (de los sacerdotes), o de la de toros y carneros. 
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