martes, 16 de septiembre de 2014

SABER Y PODER. PLATÓN EN SIRACUSA Y LA CARTA VII.

Sobre Pitágoras y la escuela pitagórica sabemos realmente pocas cosas con certeza. Lo que sabemos es el resultado de reconstrucciones que nos dan una imagen más o menos verosímil de la vida de Pitágoras y de su pensamiento.

Sin embargo, sobre Platón sabemos bastante. Al menos, sabemos lo que él mismo cuenta, especialmente en las cartas.

La más citada, y la más extensa, es la carta VII en la que cuenta sus tres viajes a Siracusa Sicilia, y en la que expone lo que piensa sobre la  participación de los filósofos en política.

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CARTAS. 

ARGUMENTO Y TEXTOS COMPLETOS


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La razón principal de sus viajes y de su implicación en los asuntos de Siracusa es la voluntad de no ser recordado por no haber intentado el paso del pensamiento a la acción; una acción dirigida hacia el objetivo de conseguir una sociedad  guiada por la virtud y no por "la molicie y el despotismo".

Lo cierto es que no tiene éxito en su empresa. Muy al contrario, acaba con el destierro y muerte de su amigo Dión,  y con el dolor añadido de ser acusados de conspirar contra Dionisio de Siracusa. Se les acusa de distraerle de su tarea de gobernar por el medio de tenerle absorto con la filosofía.

Pero qué es eso que Platón quería transmitir a Dionisio y a los siracusanos y que no pudo lograr. ¿En qué consiste la virtud?

En lo personal, el dominio de uno mismo. En eso parece que consiste la virtud para Platón: conocerse  a uno mismo para poder tener el control y el dominio los actos. También rodearse de amigos fieles que persigan asimismo ese objetivo. 

En lo político, el imperio de la ley, de leyes justas, que estén por encima de déspotas y tiranos.

Todo ello ha de conseguirse sin matanzas, ni destierros ni revoluciones. Tiene que ser el resultado de la persuasión y del consejo. Sólo al esclavo se le puede obligar. Al padre, a la madre y al amigo sólo se les puede aconsejar.


Los buenos consejos son lo único que finalmente le queda de sus peripecias en Siracusa. Él mismo los resume: que ningún Estado, cualquiera que sea, se someta jamás a los déspotas, y sí a las leyes. La tiranía no es un bien, ni para los que la ejercen ni para los que la sufren, ni para sus hijos ni los hijos de sus hijos; es una empresa funesta; sólo almas bajas y viles pueden aspirar a tales ventajas; y es preciso para obrar así, desconocer en lo presente y en lo porvenir lo que es justo y bueno  para con los dioses y para con los hombres. 

Por supuesto Platón denuncia la injusticia de un  gobierno despótico, pero denuncia especialmente la arrogancia de Dionisio que cree saber más de lo que sabe. No sobre sí mismo, que lo haría sabio, sino sobre los secretos de la naturaleza.

Los misterios de la naturaleza son algo sobre lo que Platón dice no haber escrito jamás. Esta convencido de que no es conveniente mostrar estas cosas a los hombres, y sólo debe hacerse a los que son capaces de descubrirlas por sí mismos después de ligeras indicaciones.

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Sin embargo, el Timeo, uno de los últimos diálogos de Platón, es precisamente un tratado sobre la naturaleza. ¿Quiere decir que no ha llegado a exponer aquí las cuestiones más fundamentales?


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¿ Son los ágrapha dógmata las lecciones no escritas de Platón? 

Ramón ROMÁN ALCALÁ 


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la carta VII y las lecciones no escritas

Si no intentamos esquivar los contenidos de la Carta VII, y si reconocemos como material indispensable lo que Platón confiesa en ella, podríamos llegar a tres conclusiones diferentes: 

- Que la “evidencia noética” es inalcanzable sin logos. Efectivamente, y ateniéndonos a la crítica que lleva a cabo Platón en la Carta VII a los escritos de filosofía, sólo mediante el discurso dialógico (el papel de los diálogos sería crucial) puede alcanzarse el verdadero conocimiento. La postura de Platón ante estos presupuestos teóricos sobre Ideas y Principios no es, por tanto, dogmática. Ni él mismo siquiera asegura haber alcanzado tal conocimiento. 

- La metafísica que comporta las enseñanzas no escritas tiene un valor superior a las enseñanzas de los diálogos. Según esta hipótesis habría que enfrentarse con los diálogos con criterios que resalten ese carácter aporético (problemático) en ellos, en aras de una enseñanza no escrita fundamentalista. En ese caso, la “última verdad” —la Idea de Bien y, en la versión de la enseñanza no escrita, lo Uno— habría sido ya alcanzada por Platón y ello le otorga un carácter dogmático. 

- Sólo un grupo de personas capacitadas pueden alcanzar ese conocimiento de mayor valor. En 340c1-4 propone efectivamente que el hombre capaz de alcanzarlo no ha de ser una vulgar naturaleza, a saber: «...Porque si el oyente es un verdadero filósofo, apto para esta ciencia y digno de ella porque tiene una naturaleza divina, el camino que se le ha enseñado le parece maravilloso, piensa que debe emprenderlo inmediatamente y que no merece la pena vivir de otra manera»


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