En la literatura científica, se suele citar
a SVANTE ARRHENIUS
(1859-1927) como el primer científico que investigó el efecto que los
combustibles fósiles podrían tener sobre el calentamiento de la atmósfera
terrestre.
En 1896 estableció la relación entre concentraciones de dióxido de carbono atmosférico y temperatura. ARRHENIUS sugirió que una concentración doble de dióxido de carbono provocaría un aumento de temperatura de 5 grados centígrados, es más, junto con THOMAS CHAMBERLIN calculó que las actividades humanas podrían provocar un aumento de temperatura como consecuencia de la emisión continuada de dióxido de carbono a la atmósfera.
El
tema se olvidó durante un tiempo en el cual
la comunidad científica era mayoritariamente de la opinión de que la
actividad humana resultaba
insignificante comparada con otras acciones naturales actuantes sobre el
clima y que, en cualquier caso, estaba compensada por el efecto atenuador de
los océanos.
A partir de 1940, sin embargo, se realizan mediciones de radiaciones de onda larga mediante las nuevas técnicas disponibles. GILBERT PLASS, por ejemplo, resume estos resultados en 1955 y concluye que la adición de dióxido de carbono a la atmósfera capta la radiación infrarroja, que de otro modo se perdería hacia el espacio exterior, provocando un sobrecalentamiento de la tierra. No obstante, el argumento de que los océanos absorben la mayor parte del dióxido de carbono permanece intacto y, por otra parte, se conocen por estos años curvas de temperaturas registradas que apuntan hacia una disminución de temperaturas en el intervalo 1940-1970.
A partir de 1940, sin embargo, se realizan mediciones de radiaciones de onda larga mediante las nuevas técnicas disponibles. GILBERT PLASS, por ejemplo, resume estos resultados en 1955 y concluye que la adición de dióxido de carbono a la atmósfera capta la radiación infrarroja, que de otro modo se perdería hacia el espacio exterior, provocando un sobrecalentamiento de la tierra. No obstante, el argumento de que los océanos absorben la mayor parte del dióxido de carbono permanece intacto y, por otra parte, se conocen por estos años curvas de temperaturas registradas que apuntan hacia una disminución de temperaturas en el intervalo 1940-1970.
Paralelamente, el estudio de los sedimentos oceánicos parece mostrar que han existido no menos de
32 ciclos de calor-frío en los últimos 2,5 millones de años, en lugar de las
cuatro glaciaciones, como se pensaba hasta entonces. Todo ello contribuye a que
algunos científicos defiendan, en ese momento,
la tesis de un enfriamiento global, y así lo
divulgan algunos medios de comunicación.
En
los años ochenta, sin embargo, la curva de temperaturas comienza a aumentar. De
hecho la curva de temperaturas muestra incrementos tan intensos que la teoría
del que estamos ante un calentamiento global gana terreno. Especialmente en las organizaciones para la
defensa del medio ambiente y en los medios de comunicación la sensibilidad
hacia este problema avanza muy rápidamente.
En 1988 ya hay un reconocimiento suficientemente generalizado de
que el clima es en ese momento más cálido que
antes de 1880. Se da valor a la Teoría del Efecto Invernadero y se establece el panel Intergubernamental sobre le Cambio Climático (IPCC) que se crea bajo el Programa Medioambiental de las Naciones Unidas y la OMM.
El caso es que en la década de los noventa, algunos científicos vuelven a cuestionarse la Teoría del Calentamiento Global. Esta vez, el problema está en la fiabilidad de los datos y en la adecuación de los modelos, pero a esta vacilación de los primeros años de la década le sigue la constatación de que el año 1998 es el más cálido de todos los registrados, y son muy cálidos también el 2001, el 2002 y el 2003.
A la vista de estos datos, muchos se toman el problema en serio y el debate sobre el cambio climático sostiene una presencia constante en los medios.
Puede decirse que en el año 2007 existe un consenso en la corriente científica principal sobre el hecho de que asistimos a un incremento global de la temperatura media del planeta. Asimismo se conviene en que la actividad humana tiene mucho que ver con ello.
Tan es así, que DONALD KENNEDY, editor en jefe de Science, tituló un editorial, con la frase:
"El clima: el partido ha terminado"
Ciertamente, se entiende lo que quiso decir con su afirmación. Esto es, que los científicos que niegan que se está produciendo un cambio en el clima han quedado en una posición marginal dentro de la comunidad científica, y que, por lo tanto, existe un consenso suficiente sobre este tema.
Pero quizás fue en ese momento cuando empezó la parte más interesante del partido.
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EL CAMBIO CLIMÁTICO UN PROBLEMA COMPLEJO
El caso es que en la década de los noventa, algunos científicos vuelven a cuestionarse la Teoría del Calentamiento Global. Esta vez, el problema está en la fiabilidad de los datos y en la adecuación de los modelos, pero a esta vacilación de los primeros años de la década le sigue la constatación de que el año 1998 es el más cálido de todos los registrados, y son muy cálidos también el 2001, el 2002 y el 2003.
A la vista de estos datos, muchos se toman el problema en serio y el debate sobre el cambio climático sostiene una presencia constante en los medios.
Puede decirse que en el año 2007 existe un consenso en la corriente científica principal sobre el hecho de que asistimos a un incremento global de la temperatura media del planeta. Asimismo se conviene en que la actividad humana tiene mucho que ver con ello.
Tan es así, que DONALD KENNEDY, editor en jefe de Science, tituló un editorial, con la frase:
"El clima: el partido ha terminado"
Ciertamente, se entiende lo que quiso decir con su afirmación. Esto es, que los científicos que niegan que se está produciendo un cambio en el clima han quedado en una posición marginal dentro de la comunidad científica, y que, por lo tanto, existe un consenso suficiente sobre este tema.
Pero quizás fue en ese momento cuando empezó la parte más interesante del partido.
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