miércoles, 28 de mayo de 2014

¿SIRVEN LAS TÁCTICAS AMBIENTALISTAS DE LOS OCHENTA, PARA EL CAMBIO CLIMÁTICO?

Los lobos de Yellowstone y The death of environmentalism

En los años 60 y 70, se aprobaron algunas leyes que luego resultaron decisivas en la resolución de algunos conflictos en los noventa, cuando éstos llegaron a los tribunales de justicia.  Es el caso de los lobos de Yellowstone.

Aquel proceso se recuerda ahora, visto con la perspectiva que da el paso de tiempo,  como una victoria épica apenas soñada, algo que caló profundamente en los padres fundadores del movimiento ambientalista y que configuró una forma de pensar sobre la relación entre  medio ambiente y  política, que se prolonga hasta hoy.

MICHAEL SHELLENBERGER[1] y TED NORDHAUS[2]  se refieren en estos términos a  las estrategias de política medioambiental, en un escrito publicado en  enero de 2005: “The death of environmentalism[3].

Los autores defienden que el marco estratégico, la forma en que se hace política medioambiental, no ha cambiado en los últimos cuarenta años, y sigue una pauta establecida:

Primero, se define un problema, pongamos por caso el calentamiento global, como  problema medioambiental; segundo,  se diseña una solución técnica, para el calentamiento global el cap-and-trade, esto es, limitar las emisiones e incentivar el uso de energías menos contaminantes asignado costes de emisión ; tercero, se vende la propuesta técnica a legisladores por medio de varias tácticas como ejercer presión mediante lobbies, buscar terceros aliados, confeccionar informes, campañas de  propaganda, movilización de las bases y relaciones públicas”.

Lo que se preguntan en el artículo, es si esta táctica puede servir para enfrentarse con el problema del cambio climático.

¿Es el cambio climático un problema sólo ambiental?

En su argumentación, examinan,  en primer lugar, la cuestión de si el calentamiento global es un problema estrictamente ambiental, para decir que  esto no tiene una respuesta necesariamente afirmativa. Si damos por supuesto que el calentamiento global puede potencialmente matar a cientos de miles o a millones de personas, en los próximos cien años, no hay razón para tratar esta cuestión como meramente ambiental,  ya  que el hambre y la guerra,  no pueden quedar reducidos a esta consideración. Clasificar el problema como ambiental tiene no sólo implicaciones conceptuales sino también políticas, puesto que  induce a la apreciación de que el problema es algo externo, sobrevenido:

El problema no está fuera de nosotros, el problema somos nosotros. Es un problema humano que tiene que ver con el  modo en que organizamos nuestra sociedad[4], y es nuestra responsabilidad cambiarlo”.

 Los que defienden el carácter esencialmente ambiental del problema del cambio climático, como DAN BECKER[5], lo hacen en base a que:

 “Si se desplaza el foco,  no habrá nadie que defienda el medioambiente,  si el movimiento no lo hace. Nuestro trabajo es proteger el medio, no somos un sindicato, ni el Ministerio de Trabajo. Nuestra tarea no es elaborar la política industrial de un país”

Frente a este argumento, SHELLENGERGER y NORDHAUS alegan que ver  las cosas de este modo tiene la consecuencia de que se pone todo el esfuerzo en la causa del problema, esto es, en la reducción de emisiones.  Si se considera que todo el problema está en eliminar el carbono de la atmósfera se pasa por alto que hay otros obstáculos que también hay que eliminar:

“El control de la derecha política sobre la administración americana, la política comercial, la influencia del dinero sobre la política y las dificultades del movimiento medioambiental para inspirar una visión positiva”.

No importa tanto el listado concreto de los obstáculos, como éstos tienen que ver con la distribución del poder político y con los valores de la sociedad, y que los problemas ambientales no pueden desvincularse de los problemas políticos.

De hecho, argumentan que la razón principal por la que la estrategia política se ha seguido sistemáticamente, estriba en que con ella se han obtenido  grandes éxitos, como en el caso de la lluvia acida.

Ahora bien, ambientalistas como PHIL CLAPP[6], opinan que el calentamiento global no puede resolverse con el mismo esquema,  puesto que:

 “Mientras que la lluvia ácida es un tema que se resolvió en los ocho años que van de 1982 a 1990, ahora se trata de un esfuerzo por transformar la economía energética mundial, aumentando la eficiencia y la diversificación, para liberarla de la dependencia de los combustibles fósiles, algo que se prolongará durante al menos cincuenta años”.

 CLAPP, HAWKINS y otros líderes dicen haber aprendido bien esta lección, en los años noventa, durante el proceso de gestación del Protocolo de Kyoto:

 “Proceso en el cual se pusieron todos los huevos en la misma cesta, y que no llevaba aparejada una estrategia para que el senado de los Estados Unidos ratificara el tratado. El resultado fue que la industria diseñó una resolución anti-Kyoto que fue aprobada por 95 votos a cero”.

El problema es de alianzas

SHELLENBERGER y NORDHAUS explican que estos fracasos se deben a la falta de alianzas fuertes, precisamente porque se quiere colocar el medio ambiente en un compartimiento estanco separado de los intereses de los trabajadores, por ejemplo. La alianza entre sindicatos y organizaciones ambientales  no ha de verse como una táctica coyuntural sino como una alianza estratégica y esta consideración sólo es posible si se superan los prejuicios respecto al tratamiento exclusivo de temas calificados como medioambientales en el seno de las organizaciones.

Por lo que se aboga finalmente es por la implicación política de las organizaciones
ambientalistas y por  alianzas estructurales con los grupos políticos que avalen los cambios legislativos e institucionales coincidentes con sus objetivos.

La tesis que se defiende es que la estrategia tradicionalmente seguida puede ser válida siempre que vaya acompañada por alianzas convenientemente elegidas.


                                                             ¿Puede esto funcionar?




[1] Estratega y consultor político a través del Breakthrough Institute y de Lumina Strategies es  co-fundador  junto con con Nordhaus del Strategic Values Science Project
[2] Vicepresidente de Evans/McDonough, empresa de investigación de opinión, especializado en diseñar iniciativas estratégicas para re-contextulizar viejos debates en nuevas  formas que reconstruyan el  poder de sus clientes.
[3] Shellenberger y Nordhaus (2005): “The death of environmentalism. Global warming politics in a post-environmental world”
[4] Los autores citan aquí a Susan Clark, Directora Ejecutiva de la Fundación Columbia.
[5] Director del Sierra Club Global Warming.
[6] Fundador del  National Enviromental Trust

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