Los lobos de Yellowstone y The death of environmentalism
En los años 60 y 70, se aprobaron algunas leyes que luego resultaron decisivas en la resolución de algunos conflictos en los noventa, cuando éstos llegaron a los tribunales de justicia. Es el caso de los lobos de Yellowstone.
En los años 60 y 70, se aprobaron algunas leyes que luego resultaron decisivas en la resolución de algunos conflictos en los noventa, cuando éstos llegaron a los tribunales de justicia. Es el caso de los lobos de Yellowstone.
Aquel
proceso se recuerda ahora, visto con la perspectiva que da el paso de tiempo, como una victoria épica apenas soñada, algo
que caló profundamente en los padres fundadores del movimiento ambientalista y
que configuró una forma de pensar sobre la relación entre medio ambiente y política, que se prolonga hasta hoy.
MICHAEL
SHELLENBERGER[1]
y TED NORDHAUS[2]
se refieren en estos términos a las estrategias de política medioambiental, en
un escrito publicado en enero de 2005: “The death of environmentalism”[3].
Los
autores defienden que el marco estratégico, la forma en que se hace política
medioambiental, no ha cambiado en los últimos cuarenta años, y sigue una pauta
establecida:
“Primero, se define un problema, pongamos por
caso el calentamiento global, como
problema medioambiental; segundo,
se diseña una solución técnica, para el calentamiento global el
cap-and-trade, esto es, limitar las emisiones e incentivar el uso de energías
menos contaminantes asignado costes de emisión ; tercero, se vende la propuesta
técnica a legisladores por medio de varias tácticas como ejercer presión
mediante lobbies, buscar terceros aliados, confeccionar informes, campañas de propaganda, movilización de las bases y
relaciones públicas”.
Lo
que se preguntan en el artículo, es si esta táctica puede servir para
enfrentarse con el problema del cambio climático.
¿Es el cambio climático un problema sólo ambiental?
¿Es el cambio climático un problema sólo ambiental?
En
su argumentación, examinan, en primer
lugar, la cuestión de si el calentamiento global es un problema estrictamente ambiental,
para decir que esto no tiene una
respuesta necesariamente afirmativa. Si damos por supuesto que el calentamiento
global puede potencialmente matar a cientos de miles o a millones de personas,
en los próximos cien años, no hay razón para tratar esta cuestión como
meramente ambiental, ya que el hambre y la guerra, no pueden quedar reducidos a esta consideración.
Clasificar el problema como ambiental tiene no sólo implicaciones conceptuales
sino también políticas, puesto que
induce a la apreciación de que el problema es algo externo, sobrevenido:
“El problema no está fuera de nosotros, el
problema somos nosotros. Es un problema humano que tiene que ver con el modo en que organizamos nuestra sociedad[4],
y es nuestra responsabilidad cambiarlo”.
Los que defienden el carácter esencialmente
ambiental del problema del cambio climático, como DAN BECKER[5], lo
hacen en base a que:
“Si se desplaza
el foco, no habrá nadie que defienda el
medioambiente, si el movimiento no lo
hace. Nuestro trabajo es proteger el
medio, no somos un sindicato, ni el Ministerio de Trabajo. Nuestra tarea no es
elaborar la política industrial de un país”.
Frente
a este argumento, SHELLENGERGER y NORDHAUS alegan que ver las cosas de este modo tiene la consecuencia
de que se pone todo el esfuerzo en la causa del problema, esto es, en la
reducción de emisiones. Si se considera
que todo el problema está en eliminar el carbono de la atmósfera se pasa por
alto que hay otros obstáculos que también hay que eliminar:
“El control de la derecha política
sobre la administración americana, la política comercial, la influencia del
dinero sobre la política y las dificultades del movimiento medioambiental para
inspirar una visión positiva”.
No
importa tanto el listado concreto de los obstáculos, como éstos tienen que ver
con la distribución del poder político y con los valores de la sociedad, y que
los problemas ambientales no pueden desvincularse de los problemas políticos.
De
hecho, argumentan que la razón principal por la que la estrategia política se
ha seguido sistemáticamente, estriba en que con ella se han obtenido grandes éxitos, como en el caso de la lluvia
acida.
Ahora
bien, ambientalistas como PHIL CLAPP[6], opinan
que el calentamiento global no puede resolverse con el mismo esquema, puesto que:
“Mientras
que la lluvia ácida es un tema que se resolvió en los ocho años que van de 1982 a 1990, ahora se trata
de un esfuerzo por transformar la economía energética mundial, aumentando la
eficiencia y la diversificación, para liberarla de la dependencia de los combustibles
fósiles, algo que se prolongará durante al menos cincuenta años”.
CLAPP, HAWKINS y otros líderes dicen haber aprendido bien
esta lección, en los años noventa, durante el proceso de gestación del Protocolo
de Kyoto:
“Proceso
en el cual se pusieron todos los huevos en la misma cesta, y que no llevaba aparejada una estrategia
para que el senado de los Estados Unidos ratificara el tratado. El resultado
fue que la industria diseñó una resolución anti-Kyoto que fue aprobada por 95
votos a cero”.
El problema es de alianzas
El problema es de alianzas
SHELLENBERGER
y NORDHAUS explican que estos fracasos se deben a la falta de alianzas fuertes,
precisamente porque se quiere colocar el medio ambiente en un compartimiento
estanco separado de los intereses de los trabajadores, por ejemplo. La alianza
entre sindicatos y organizaciones ambientales
no ha de verse como una táctica coyuntural sino como una alianza
estratégica y esta consideración sólo es posible si se superan los prejuicios
respecto al tratamiento exclusivo de temas calificados como medioambientales en
el seno de las organizaciones.
Por
lo que se aboga finalmente es por la implicación política de las organizaciones
ambientalistas y por alianzas estructurales con los grupos
políticos que avalen los cambios legislativos e institucionales coincidentes
con sus objetivos.
La tesis que se defiende es que la
estrategia tradicionalmente seguida puede ser válida siempre que vaya
acompañada por alianzas convenientemente elegidas.
¿Puede esto funcionar?
[1] Estratega y consultor político a través del
Breakthrough Institute y de Lumina Strategies es co-fundador
junto con con Nordhaus del Strategic Values Science Project
[2] Vicepresidente de Evans/McDonough, empresa de
investigación de opinión, especializado en diseñar iniciativas estratégicas
para re-contextulizar viejos debates en nuevas
formas que reconstruyan el poder
de sus clientes.
[3] Shellenberger y
Nordhaus (2005): “The death of environmentalism. Global warming politics in a post-environmental world”
[4] Los autores citan aquí a
Susan Clark, Directora Ejecutiva de la Fundación Columbia.
[5] Director del Sierra Club
Global Warming.
[6] Fundador del
National Enviromental Trust
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