La solución estándar
A la vista de los informes de evaluación del IPCC, podría concluirse que la solución del problema cabría plantearse del modo siguiente:
primero, atender las advertencias de los científicos de que es necesario un
cambio tecnológico hacia una economía más baja en emisiones de carbono; y
segundo, realizar los cambios tecnológicos adecuados, de la mano de los
expertos, para implantar dicha tecnología.
Sin
embargo, si prestamos atención a los detalles,
el problema se nos presenta con
mucha mayor complejidad.
La solución compleja
La solución compleja
En
primer lugar, los debates científicos
siempre permanecen abiertos, y por lo tanto, permanece abierta la posibilidad
de que desde la ciencia procedan informaciones que reorienten la toma de
decisiones tecnológicas. Esto supone en la práctica política un importante
condicionante porque implica la necesidad de deslindar entre las
conclusiones científicas sólidamente asentadas y las cuestiones sobre las que
permanecen incertidumbres todavía importantes, una demarcación necesaria para
tomar decisiones; necesaria, pero en absoluto sencilla.
Por
otro lado, los científicos no son actores aislados sino que forman parte del
entramado social. La comunidad científica no está en un compartimiento estanco
y es necesario considerar las interconexiones entre ésta y el resto de la
sociedad. No es suficiente considerar los resultados científicos como salidas de una caja negra de la cual se
desconoce el funcionamiento interno ni tampoco ignorar las acciones externas
sobre su actividad.
Todo ello dificulta enormemente el enunciado de afirmaciones categóricas, que se quedan normalmente en el ámbito de lo cualitativo, o como mucho, se da un rango dentro del cual se mueve el resultado.
En un informe[1] de mayo de 2001, R. LINDZEN[2] expresaba la importancia de la cuantificación para la ciencia y las dificultades que ésta presenta en el caso particular del cambio climático:
“El cambio climático es un asunto
muy complejo en el que la simplificación conduce a la confusión. Mientras que
la opinión pública y publicada, prestan su atención a los signos de aumento o
disminución de tal o cual magnitud, la ciencia debe ocuparse de signos, pero
también de los valores numéricos de las magnitudes…el calentamiento global
afecta a tantos aspectos diferentes y complejos que es imposible un consenso
científico amplio sobre todos ellos”.
La
cuantificación, sin embargo, es fundamental para tomar decisiones.
Si
pasamos a la segunda parte de la fórmula, es decir, a la realización de
transferencias de tecnología encaminadas a la mitigación o adaptación a los
cambios en el clima, las oportunidades para el debate son todavía mayores.
Con
respecto de la tecnología existe todo un abanico de posiciones que van desde el
rechazo total al entusiasmo ferviente. Aun situándonos en un posición
intermedia en la que se admite que la tecnología resuelve ciertos
problemas, cada solución tecnológica
concreta lleva aparejado un conjunto de controversias que tienen que ver con la
investigación, el desarrollo y la innovación; pero también, y quizás
especialmente, con las consecuencias sociales y medioambientales que resultan
de su implementación.
Si
problemática es la cuestión de qué hay que hacer, también lo es quién tiene que
decidir lo que se hace, y quién tiene que llevarlo a cabo; qué grupos se
benefician, y qué grupos salen perjudicados, o simplemente menos beneficiados.
Pero el verdadero problema, el mayor de todos, es que la complejidad de la solución no puede ser el pretexto para no hacer nada.
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