El término sosteniblidad se hizo popular a
partir del Informe Bruntland[1], elaborado en 1987 por la Comisión
Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, para las
Naciones Unidas.
El Informe
Bruntland definió el desarrollo
sostenible como:
“Aquel que satisface las necesidades de las
presentes generaciones sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones
para satisfacer sus propias necesidades”.
Aparentemente,
la definición es clara y sencilla, pero
un análisis más profundo
pone de manifiesto algunas dificultades.
Algunos
economistas[2] han
criticado la poca aplicabilidad práctica
del enunciado, debido a la falta de indicadores cuantificables. De hecho, una interpretación
literal puede conducir a absurdos, como tener que preservar todo tipo de
recursos no renovables para garantizar todas las opciones de las generaciones
futuras.
Como
alternativa, se han ido proponiendo definiciones más operativas que vinculan, por
ejemplo, la sostenibilidad con el hecho de que la reserva total de recursos no
decrezca con el tiempo. La reserva total incluye no sólo los
recursos no renovables, sino también el capital humano. En este supuesto, el
uso de recursos es admisible mientras no disminuya la reserva total. Ahora bien, este concepto es también en sí mismo
problemático, y requiere disponer de métodos
precisos para la evaluación de recursos.
Ciertamente,
en los años siguientes a 1987 algunos
autores[3]
trabajaron sobre este tema buscando indicadores empíricos que cuantificasen la
relación entre economía y ecología. Sin embargo, es indicativo del punto al que
llega la cuestión el hecho de que BRINK (1991)[4]
afirme que la sostenibilidad requiere de elecciones políticas que tienen que ser
continuamente ajustadas como resultado de nuevos conocimientos, de cambios en
los requerimientos sociales, o de desarrollos imprevistos de los sistemas
económicos o ecológicos.
REDCLIFT, desde una perspectiva
neo-marxista, pone el acento en la
atención a las necesidades esenciales de
los pobres del mundo. Utiliza parte del aparato conceptual marxista para
realizar un análisis histórico de la interrelación entre desarrollo y medio
ambiente que denuncia las limitaciones
de aquellos enfoques que se centran solamente en el problema del crecimiento económico. Existe
un proceso histórico, dice REDCLIFT, en el que la utilización de los
recursos por parte de las naciones más industrializadas ha ido unida a la
explotación de los recursos de los países del sur. El desarrollo no puede
continuar en los términos actuales, a no ser que se infrinjan daños ambientales
inaceptables, como consecuencia de que la economía globalizada ignora los objetivos ambientales de los países
subdesarrollados.
REDCLIFT[5] afirma que sólo cambios profundos
en los poderes políticos locales, nacionales e internacionales pueden conducir
al desarrollo sostenible, y que el medio
físico no es el factor fundamental, y
que por lo tanto, es el control del
poder político el que resulta determinante, concluye de esto que hace falta que
la clase trabajadora en los países en desarrollo alcance el poder político,
porque es esperable que los objetivos de desarrollo que se fijen los
trabajadores a sí mismos sean sostenibles.
En contraste
con REDCLIFT, STANLEY CARPENTER[6] hace de la protección del medio
ambiente, en sí misma, el aspecto más importante del desarrollo sostenible. CARPENTER afirma que el Informe
Brundtland trata de conciliar dos metas que son irreconciliables:
intensificar el crecimiento y evitar la degradación ambiental. Apoya esta
afirmación en una reflexión basada en las aportaciones que provienen de la
filosofía de la ciencia.
Existe, dice
CARPENTER, una inconmensurabilidad[7]
estructural entre un modelo económico basado en el crecimiento y otro basado en
la estabilidad.[8]”. CARPENTER cita a MARK SAGOFF[9]
para caracterizar la inconmensurabilidad entre dos enfoques económicos
distintos. Por un lado, la economía puede concebirse como el dominio de las
teorías micro y macroeconómicas, con modelos sofisticados cuantitativos,
situados sobre el trasfondo de la epistemología positivista, de lo que se sigue
una dicotomía clara entre hechos y valores, y la procedencia de excluir las
cuestiones éticas. Por otra parte, la economía puede concebirse como una
práctica cargada de valores que surgen de las contribuciones de la religión, de
la literatura, de la ciencia y de todo pensamiento humano que resulta de la
cooperación. La racionalidad, en este segundo planteamiento, tiene que ver con
ser honesto, no coercitivo, evitar el
dogmatismo; consiste, por ejemplo, en: “No
reclamar que los resultados que uno ha obtenido deben ser aceptados porque se corresponden con la realidad”.
La nueva economía
de la sotenibilidad, de acuerdo con CARPENTER, debe asociarse con este segundo modelo en el
que la sostenibilidad es algo más que una definición técnica.
En
definitiva, lo que quiere destacar CARPENTER es que las diferencias entre la
concepción económica basada en el crecimiento, y la que se basa en la
sostenibilidad, son más profundas de lo que deja traslucir la definición al
uso. La diferencia fundamental no está
en el uso eficiente o ineficiente de los recursos, sino en una distinta
concepción sobre aquello en qué consiste la prosperidad del ser humano.
Tiene que
ver con lo que se entiende por “buena vida”, algo que va más allá de la
economía y la política, y que implica cambios de mentalidad, lo que convierte
en un asunto muy complejo formular
políticas y acciones tecnológicamente sostenibles.
El
crecimiento indefinido, añade, amenaza la autopoiesis, es decir, la capacidad
de la vida en la tierra para auto-regenerarse; por ello, lo que propone, en
consecuencia, es cambiar radicalmente el modo de pensar consumista de los
países desarrollados, como único camino hacia una sociedad sostenible.
En la misma
línea se sitúa VANDANA SHIVA[10], es decir, en la crítica abierta a
los modelos económicos neoclásicos. Cita a ROBERT SOLOW para
argumentar que lo que algunos tratan de sostener es el desarrollo, no de
sostener la naturaleza. Sostener la naturaleza significa mantener la integridad
de sus procesos, ciclos y ritmos; cuestiones que no están tenidas en cuenta en
los modelos económicos estándar.
WOLFGANG
SACHS[11] se ha ocupado también de los
aspectos más estrictamente filosóficos de la cuestión. Se ha referido al
desarrollo como un “monumento a la
inmodestia”, y añade, junto con
Esteva:
“La sostenibilidad es una utopía que
se basa en el alto valor que la cultura occidental da al concepto de desarrollo. Falta de desarrollo se identifica con estancamiento. A su vez,
desarrollo se identifica con crecimiento, evolución, maduración o modernización[12]”.
Oponerse al
desarrollo, defiende SACHS, no es reaccionario, puesto que: “Las culturas no occidentales pueden
enseñarnos que la limitación de los niveles de producción material no limita la gama de futuros abiertos a las
sociedades. Futuros que incluyen el cultivo de los ideales que emergen de las
distintas herencias culturales”.
Hablar de sostenibilidad, no es pues tan
sencillo.
[1] “Our common
future”, 1987. Se le conoce como informe Bruntland.
[2] Bojo, Maler, Unemo
(1990):” Environment and Development: an economic approach”
[3] Kuik, Verbruggen, In search of indicators of
sustainable development, 1991a. in search of sustainable development. An
overview, 1991b
[4] Brink, B., (1991):
”The AMEBA approach as a useful tool for establishing sustainable development”
[5] Redclift, M., (1987): “Sustainable
Development: Exploring de Contradictions”
[6] Carpenter, S., (1991): “Inventing sustainable technologies”
[7]
Este tipo de inconmensurabilidad se da cuando dos sistemas conceptuales fallan
al evaluar una misma situación, de tal forma que no hay una correspondencia uno
a uno entre los conceptos de los dos sistemas. Los desacuerdos no se producen
tanto en las respuestas que se dan sino en las preguntas que pueden hacerse
legítimamente y en si estas se
consideran o no cruciales desde cada punto de vista. Los investigadores pertenecientes a un
sistema son incapaces de hacerse una imagen adecuada de las concepciones de la
otra parte en los términos de referencia de la suya propia.
[8] Carpenter
toma esta caracterización de Joseph Margolis.
[9] Sagoff, M:, “The economy of
the earth”, N. York , Cambridge U. Press, 1988
[10] Vandana Shiva
(1988): “Staying alive: women, ecology and survival in India”
[11] Sachs (1989): “Bygone
Splendor. On the archeology of the development idea”
[12] Esteva, G.,
“Development”, 1992. Esteva es colaborador
de Sachs.
buenas me gustaria saber el nombre del autor de este escrito. gracias
ResponderEliminarLa identidad del autor es la que se deduce del perfil
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