jueves, 22 de mayo de 2014

SCHUMPETER Y LA MOTIVACIÓN PARA INNOVAR: el sistema capitalista funciona porque genera expectativas irreales respecto al éxito

A la pregunta por las razones que hacen que el empresario innovador se ponga en marcha, SCHUMPETER no da la respuesta tópica de que lo hace sólo con objeto de maximizar  ganancias. 

Su análisis de la motivación empresarial enfatiza otros tres elementos:

(1) La voluntad de encontrar un reino privado.

(2) La voluntad de alcanzar el éxito por el éxito mismo.

(3) La alegría de crear.

Destaca en este listado de motivaciones el hecho de que no sean estrictamente racionales, entendida la racionalidad (de un modo economicista) como la eficiencia en la elección de los medios para alcanzar unos determinados fines (suponiendo que sea un cálculo racional acumular riquezas para comprar lo que se necesita). 

De hecho, SCHUMPETER considera que el sistema capitalista funciona bien porque introduce expectativas irreales con respecto al éxito, y así:

 “Se  logra mucho más esfuerzo del que hubieran obtenido espíritus más sobrios”.

Schumpeter, por otra parte, relaciona la innovación con los ciclos comerciales:

  (1) El crecimiento económico está ligado a las fluctuaciones cíclicas.  

 (2) La eficiencia a largo plazo se obtiene pagando un precio de ineficiencia a corto plazo.

Reflexiona también sobre la cuestión de que la innovación es un concepto amplio que no se limita solamente al cambio tecnológico sino también al cambio institucional y organizacional. Las decisiones políticas y las decisiones tecnológicas tienen que ser analizadas de forma conjunta, aunque manteniendo el carácter heterogéneo de la actividad empresarial y la actividad política. 

En política, la contrapartida  del empresario es el dirigente político. Una diferencia relevante, de acuerdo con SCHUMPETER, entre el dirigente político y el empresario es que la selección de estos dirigentes no se produce por la capacidad para el desempeño sino sobre todo por la capacidad para persuadir. La democracia, afirma, no es un fin sino un medio para tomar decisiones y existe una  competencia por la obtención de los votos. 

Las decisiones que se toman son un subproducto de la lucha por el poder. Mientras que en las empresas  los efectos de las decisiones son  tangibles; en  política, la relación entre causa y efecto es mucho más opaca.  Mientras que es posible juzgar a un empresario por los beneficios que refleja el balance de su empresa,  los juicios a las decisiones políticas son mucho menos cuantificables y es ahí donde interviene el trabajo de persuasión para convencer de los logros realizados o de los que han de venir.

La figura del empresario innovador es, en todo caso, la pieza clave que introduce SCHUMPETER para explicar el hecho objetivo de que las innovaciones se producen de forma discontinua, que la innovación no es automática y que aparece cuando el empresario innovador actúa.  

Esta es una cuestión sin duda molesta, desde el punto de vista de la planificación política, dado que no se pueden hace previsiones sobre cómo evolucionara la tecnología.

Multinacionales e innovación

SCHUMPETER ya cayó en la cuenta de que la presencia creciente de grandes empresas multinacionales está contribuyendo a normalizar la innovación, y a hacer sus resultados más controlables, puesto que tienen equipos de personas dedicadas en exclusiva a esta tarea. 

Las decisiones empresariales y las decisiones políticas forman, en este nivel,  un entramado en el que los lazos son más estrechos. ¿Hasta qué punto se puede hacer innovación tecnológica a demanda? ¿Cómo condiciona la innovación tecnológica las decisiones políticas?

Este es sin duda un asunto no menor, al que hay que prestar atención.

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