sábado, 21 de junio de 2014

POR QUÉ NO ES ESPERABLE UNA ACCIÓN INTERNACIONAL CONSENSUADA. CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO

El cuadro de alianzas

PETER NEWELL en el Informe[1] sobre Sociedad Civil 2005/2006,  preparado para la London School of Economic,  describía un cuadro de alianzas que resulta familiar a los que se acercan al problema del cambio climático.

Existe un alineamiento, dice, entre las naciones con más peso internacional, que son a la vez las más contaminantes,  y las grandes compañías con negocios en sectores clave, como el petróleo, para cuestionar la acción internacional contra el cambio climático.

También existen grandes campañas informativas en los medios para oponerse al protocolo de Kyoto y la industria ha sido capaz de encontrar aliados entre los científicos escépticos. 

Por otro lado, dice, existe una serie de actores gubernamentales y no gubernamentales que promueven estrategias para implantar medidas.

Este cuadro de alianzas puede analizarse con cierto detenimiento.

Las organizaciones no gubernamentales operan en un escenario en el que  toda la humanidad se supone amenazada,  pero no todos lo están de igual forma.

Existen diferencias notables entre unos países y otros. Son  más vulnerables  aquellos países  más sensibles a los aumentos del nivel del mar y  también los países más dependientes de las condiciones meteorológicas que afectan a la agricultura. Por otra parte, algunos países (China, India, Brasil) están experimentando en estos momentos una creciente industrialización que requiere aumentos significativos de sus emisiones de carbono.

Los países del norte temen que los países emergentes se libren de los sacrificios que implica la adopción de las medidas que impone el Protocolo de Kyoto y que consecuentemente algunas industrias se relocalicen en ellos.

También existe una fuerte  componente intergeneracional en el problema: la contaminación producida por unas generaciones tiene que ser sufrida por las siguientes.

Finalmente, existe un actor gubernamental destacado, los EEUU, que  no ha llegado a aceptar el Protocolo de Kyoto como norma reguladora de la solución del problema, lo cual tiene repercusión directa sobre actores clave, como el Banco Mundial o la Global Environment Facility, para la financiación de las medidas.

Por otro lado, si se acepta la realidad de la amenaza del cambio climático, se acepta con ello  una evidencia clara de que el modelo económico actual no es sostenible,  y que la huella ecológica del conjunto de la humanidad no es soportable por el planeta,  y que consecuentemente, no son sostenibles las estrategias lideradas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional para promover el crecimiento económico, que se sustenta, por ejemplo, en la existencia de reservas baratas de combustibles fósiles. Por lo tanto, aquellos países que basan su desarrollo presente o próximo futuro en esta estructura económica se ven directamente afectados.

También hay grandes diferencias entre los casos extremos en los que el riesgo del cambio climático puede tener graves consecuencias como las pequeñas islas (AOSIS), que pueden desaparecer bajo las aguas, y los estados ricos de altas latitudes, que pueden financiar defensas eficaces frente al ascenso del nivel del mar.

Consecuencias y oportunidades

Todo esto implica que una acción política consensuada, incluso aunque el consenso científico fuera mayor del que es, no sea esperable;  y ahí es donde la sociedad civil organizada encuentra un espacio para la acción: apoyando a unos gobiernos o a otros, puede hacer inclinar la balanza, sobre todo, si las organizaciones están unidas  y ponen todo su peso en algún lado, dice NEWELL, cerrando esta parte del argumento.





[1] “Climate for Change?  Civil society and the politics of global Warming”

Peter Newell

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