La
industria tiene al menos tres canales
por medio de los cuales puede ejercer su
influencia[1]:
Materialmente, a través de su papel como generadora de empleo, de
ingresos en impuestos y del control que ejerce sobre la producción y los
procesos tecnológicos.
Institucionalmente, por medio de sus donaciones a los partidos
políticos y accediendo a las decisiones de la administración, y
Discursivamente, a través de la publicidad, las redes sociales y la
propiedad e influencia en los medios de comunicación.
De
los tres canales de influencia, el que tiene sin duda más fuerza es el
primero. Los otros dos son realmente una consecuencia de éste, puesto que si la
industria puede influir sobre la administración, los partidos políticos o los
medios de comunicación, es debido a su papel en la generación de empleo, de
ingresos y su papel en el proceso
productivo.
De
acuerdo con NEWELL, la industria está utilizando efectivamente estos canales para
ocuparse de encauzar las soluciones al problema del cambio climático.
Lo
que propone NEWELL en este punto es no dejar que las soluciones vengan
en exclusiva de la industria y que las ONG deben de actuar de contrapeso, e
insiste en que no hay ninguna garantía de que los ganadores en el mercado sean los
que tengan más interés en atacar la raíz del problema del cambio climático.
Sin
duda, las ONG no tiene la misma capacidad que la industria para actuar materialmente, por ello tienen que
reforzar los otros dos canales. Algunas organizaciones `prefieren utilizar el
canal institucional, e incluso llegan a abusar del la vía judicial, pero el
canal más propio es el discursivo.
Lo
que está por ver, es si este canal es eficaz por si mismo, o requiere del apoyo
del activismo.
[1] El detalle
de esta parte del
argumento puede verse en Newell (2008): “The
business of governing climate change”
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