En
marzo de 2001, con GEORGE W. BUSH en la presidencia de los Estados Unidos, se intenta dar por zanjado el tema de Kyoto.
La
nueva Administración quiere actuar de forma contundente, pasando de la
moratoria a la acción.
En
estos planes entra que ROBERT WATSON deje la dirección del IPCC.
Se ve en WATSON un ambientalista radical que está contribuyendo a sesgar los informes.
Para sustituirlo, la elección recae en RAJENDRA PACHAURI, economista, y por lo tanto se
espera que más sensible a las repercusiones económicas de la limitación de
emisiones.
En
un artículo publicado en el New York Times, en
abril de 2002, ANDREW C. REVKIN denunciaba los movimientos que se produjeron en
los primeros meses de 2001, para que WATSON no saliera reelegido:
“El seis de febrero de 2001, A.G.Randy III, de la Exxon , remite un fax a John
Howard, del Consejo de Calidad Ambiental del gobierno de los EEUU, advirtiéndole
de que Watson es un hombre que había sido cuidadosamente seleccionado por Al
Gore y estrechamente vinculado al equipo Clinton-Gore. En el asunto del fax, se pregunta: ¿Watson puede ser reemplazado a petición de los Estados Unidos?”.
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Dispute Arises Over a Push To Change Climate Panel
2 de abril de 2002
Andrew C. Revkin
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Dispute Arises Over a Push To Change Climate Panel
2 de abril de 2002
Andrew C. Revkin
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El
caso es que en abril de 2002, WATSON no sale reelegido. PACHAURI consigue el
respaldo de 75 naciones, mientras que WATSON tiene 49 votos.
En un artículo para el New York Times, de 21 de abril de 2002, AL GORE escribe:
“A la Exxonmobil se le ha permitido vetar la selección de quién ha de dirigir el IPCC.
El Dr. Watson ha sido desacreditado en un dossier remitido a la Casa Blanca por la
mayor compañía petrolífera de la nación […] porque los más grandes
contaminadores saben que su única esperanza, para escapar a las restricciones,
reside en promover la confusión sobre el calentamiento global”.
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The selling of an energy policy
New York times, 2 de Julio de 2002
Al Gore
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The selling of an energy policy
New York times, 2 de Julio de 2002
Al Gore
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Más
que los detalles de este episodio, que se corresponde con intentos bastante
frecuentes realizados en todos los niveles para influir sobre quienes están al
frente de los órganos de decisión, interesa analizar el resultado que tuvo.
El
cambio de dirección no indujo un cambio sustancial en la orientación de los
informes del IPCC.
El
mecanismo utilizado incluía un juego de acciones y reacciones.
La
industria tuvo que persuadir a la Administración de que un cambio en la dirección del IPCC era necesario para defender los intereses del país. Ésta, a su vez, tuvo que plantear la
sustitución ajustándose a las normas
estatutarias del IPCC y convencer al número de países que hacía falta para ganar la elección. Para ello, no
era posible presentar a cualquier candidato, sino que había que buscar a alguien que cumpliera con el perfil adecuado, y eso reducía mucho
las posibilidades.
Pero
más importante que todo esto, fue que el IPCC tiene unas normas de
funcionamiento interno que hacen que los resultados no dependan tanto de la
persona que está al frente de la organización como de los procedimientos que se
han ido estableciendo desde su constitución.
Puede
decirse que el IPCC funcionaba ya en el
momento de este episodio con cierta autonomía y que el intento de intervenir
sobre los resultados se encuentra con una maquinaria en funcionamiento que
opone fuertes resistencias a las acciones externas.
Desde
este punto de vista, el nuevo director habría actuado finalmente haciendo lo
que creía que tenía que hacer en función de su recién adquirida
responsabilidad.
La
conclusión es que las organizaciones llegan a adquirir con el tiempo cierta
autonomía en su funcionamiento, y que cambiando la dirección no se cambia
necesariamente el resultado de lo que estas organizaciones producen.
Esto
tiene excepciones cuando se trata de asuntos muy concretos, pero es muy difícil
actuar desde arriba para orientar el trabajo de conjunto.
Este
es un asunto que conocen perfectamente los políticos, y que les desespera
profundamente. Es algo sobre lo que tratan de luchar continuamente ampliando la
capacidad para disponer de libertad en la elección de personas. La lucha entre
las bases de las organizaciones y la comisarías políticas es permanente y esta
siempre abierta.
Organizaciones
más grandes y más antiguas son más difíciles de controlar, pero también es más difícil
que salgan de ellas informes radicales. Sus productos son moderados y matizados
por múltiples filtros internos, en los que funciona también la autocensura.
Tenemos pues en las grandes organizaciones que contienen expertos, al menos dos grupos de actores. Por una lado, la dirección del organismo, que puede tener consignas políticas, pero también una vocación de actuar con personalidad propia, que depende de la fuerza y carácter de las personas que están al frente. En segundo lugar, la masa de expertos, con todos sus procedimientos para confeccionar y validar sus informes, que tiene contacto con la dirección y que intuyen o conocen el sentido en el que a la dirección le gustaría que salieran los informes.
El resultado final no es exactamente predecible. En el caso del IPCC, la masa de expertos parece se suficientemente grande, y los procedimientos y la materia suficientemente complejos, para producir informes sobre los que la dirección no tiene capacidad para influir, o al menos, no para cambiar el sentido de las decisiones que se puedan tomar basadas en ellos.
Lo que no vale aquí, ya puestos a ver las cosas desde la hermenéutica de la sospecha, son dos actores los que de antemano se les pueda asignar la objetividad o subjetividad. Los expertos puede formar parte de un equipo consolidado preexistente a la dirección, con sus propios sesgos. También pueden tener ambiciones para continuar o para prosperar en la organización, por lo que en este caso los sesgos resultan de intuir o saber el deseo de la dirección.
Controlar el resultado final del producto de estas organizaciones grandes y consolidadas no es un trabajo fácil y fracasó en el caso del IPCC.
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