El
cambio tecnológico produce efectos desiguales allí donde se aplica.
Esta cuestión ha sido estudiada en numerosos casos que proceden de distintos campos de aplicación de la tecnología[1].
Esta cuestión ha sido estudiada en numerosos casos que proceden de distintos campos de aplicación de la tecnología[1].
Uno
de los efectos diferenciales del cambio
tecnológico es por ejemplo la salida de la producción de aquellos productores
con menores capacidades para incorporar innovaciones tecnológicas.
La
mecanización de un sector puede provocar el aumento de los costes de producción
hasta tal punto que aquellos productores que no tienen los recursos propios
suficientes para financiarla, tienen que endeudarse y pueden acabar abandonando[2]. Otro
de los efectos frecuentes es el ahorro de mano de obra y la consecuente pérdida
de puestos de trabajo en el sector, y también se pueden producir cambios en la
calificación de los puestos de trabajo[3].
Desde
un punto de vista general, es fácil
estar de acuerdo en que las ventajas y desventajas de las nuevas tecnologías
nunca son distribuidas equitativamente entre la población, y por lo tanto, son oportunas las preguntas
sobre quién se beneficia del desarrollo de una nueva tecnología, qué grupos o
qué tipo de personas e industrias van a
ser favorecidas o perjudicadas.
NEIL POSTMAN añade a
esto que los ganadores de la implantación de una nueva tecnología hacen grandes
esfuerzos para convencer a los potenciales perdedores de que la nueva
tecnología les va a favorecer en cualquier caso.
Cita para ilustrar este lado de la cuestión el caso de la implantación de los ordenadores personales:
Cita para ilustrar este lado de la cuestión el caso de la implantación de los ordenadores personales:
“Las
compañías de ordenadores, las corporaciones multinacionales, los gobiernos
nacionales, los bancos y las agencias recaudadoras de impuestos; son
beneficiarias de esta implantación, pero cabe preguntarse hasta qué punto es
esta tecnología una ventaja para el conjunto de la población.
Son muchos, los que tienen ahora sus asuntos privados
mucho más accesibles a las instituciones. Son más fácilmente seguidos y
controlados; están siendo enterrados en montañas de correos basura y son un objetivo
fácil de las agencias de publicidad y las agencias estatales de fiscalización.
Sin embargo, los ganadores siguen animando a estos perdedores para que se
muestren entusiastas con los ordenadores.
Desde el principio, contaron que con un ordenador personal cualquier
persona podía llevar un balance de sus cuentas domésticas o tener sus recetas
bien guardadas. Más tarde pasaron a contar que se podrían hacer un montón de
gestiones desde casa y finalmente las
bondades de tener información sobre todo”.
En
el cambio hacia una nueva tecnología, hay pues un ejercicio de persuasión, en el que los ganadores tratan de convencer
al resto de que todos van a serlo tanto como ellos.
Esto
no significa que toda innovación tecnológica tenga necesariamente perdedores
netos, es decir, gente que estará peor, en términos absolutos, que antes de la
implantación de la tecnología. Lo que quiere decir es que las consecuencias no
van a ser iguales para todos y que la posición relativa de algunos en el
conjunto social puede empeorar, o quizás más frecuentemente, la de algunos
pocos puede mejorar mucho con respecto de los demás.
[1] M. Bianco, por ejemplo, ha estudiado esos efectos en
la industria agropecuaria en Uruguay y Estados Unidos. “ Actores, instituciones
y cambio técnico en el agro” Cap. 9
[2] De acuerdo con M. Bianco, un tercio de los siete mil
productores lecheros de Uruguay abandonó la producción entre los años 1985 y
2000, como consecuencia de la modernización del sector.
[3] Este tema ha sido estudiado exhaustivamente, por
ejemplo, en la tesis doctoral de Ferran Mañe (2001): “Cambio tecnológico y
cualificación en la industria española: una aproximación estructural”
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