Hay
decisiones tecnológicas que contienen importantes incertidumbres. Para que sea
posible una mayor participación pública en estas decisiones, son necesarios
criterios para discriminar entre distintas fuentes de información.
En principio, son sospechosas aquellas fuentes que no
citan publicaciones científicas sometidas a revisión entre colegas (peer review), también aquellas que
sólo citan evidencias conformes a la tesis que se defienden, o aquellas
divulgadas por grupos con evidentes intereses políticos o financieros.
LAHSEN[1] apunta, sin embargo, que estos criterios no son suficientes puesto que
es posible articular campañas diseñadas para causar falsas impresiones sobre
todos de estos puntos.
Se refiere, por ejemplo, a la capacidad de las
industrias del petróleo, la electricidad y el carbón para financiar y divulgar
determinadas posiciones científicas. También a la capacidad de los gobiernos
para influir sobre los órganos de sus respectivas administraciones. Cita las
campañas del ICE (Information Council for the Environment) y de la Western Fuel , como la
campaña de 1998 diseñada para oponerse a la firma del Protocolo de Kyoto, y
cita los esfuerzos de G.W. Bush por controlar los informes de la EPA en el año 2003.
Lo
que concluye LAHSEN es que la receta de que los peligros de la tecnocracia se
conjuran con mayor participación pública, abriendo las deliberaciones
científicas y las decisiones tecnológicas, no tiene necesariamente por qué dar
resultados positivos. La participación pública, para que funcione
adecuadamente, debe asentarse sobre la
distinción previa entre buenas y malas fuentes de información.
A
pesar de las dificultades, la revisión entre
colegas, es para LASHEN, la base para descartar las informaciones
científicas construidas con métodos poco rigurosos o diseñadas para beneficiar
a las elites financieras y/o políticas
LAHSEN
tiene razón al señalar las dificultades
que existen para discriminar la calidad de la ciencia, y también en que la revisión entre colegas es una condición
necesaria para garantizar un mínimo de calidad. Pero la producción científica
que se expone a la opinión pública, es el resultado de un complejo proceso en
el que lo que se publica finalmente después de superar los controles interpuestos, no está necesariamente libre de errores.
De
algún modo. LAHSEN está apuntando hacia esta dificultad al señalar que los
científicos tienen valores que condicionan su trabajo, pero parece que confía en
que este obstáculo puede ser superado cuando las distintas tesis se someten a
la revisión entre colegas.
Opina
que una correcta revisión hará que la opinión pública pueda tener una visión
clara de cuáles son las opciones entre las que elegir, dónde residen las incertidumbres, y, sobre todo, que son estas
incertidumbres las que hace que la elección no venga dada, cerrada por los expertos.
Es
entones cuando la intervención de la sociedad adquiere pleno sentido incorporando valores a la
decisión.
La
clave de esta argumentación es el buen funcionamiento de la revisión entre
colegas, por ello, es en este funcionamiento sobre el que hay que poner la
lupa.
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