Los grandes problemas globales como el cambio climático o la crisis energética, pueden ser vistos como oportunidades para cambiar los actuales equilibrios de poder, ¿pero en qué dirección?
Un
camino posible es el avance hacia el
universalismo, en el sentido de un avance en la superación de barreras
culturales nacionales, extendiendo por
todo el planeta el listado de derechos humanos. Pero otro camino posible es el aumento de la capacidad de control de
ciertos organismos internacionales o de otras instancias de poder.
Podría
efectivamente pensarse que los grandes problemas globales son una oportunidad para
construir una sociedad más universalista,
llevando el listado de derechos humanos
de las Naciones Unidas hasta todos los puntos del planeta, instituyendo una
especie de beneficencia impulsada desde arriba. Pero eso no es incompatible, o
incluso puede no ser el efecto principal, de que existan instancias con más y mejor información que el
conjunto de ciudadanos, acentuado la ya de por si alta asimetría de información
que va siempre ligada a lo cambios tecnológicos.
La
presencia de organismos internacionales, la posición defensiva de los estados
nacionales y la asimetría de información, configuran un cuadro de problemas que
dificulta notablemente la posibilidad de una participación social directa en
las decisiones tecnológicas, restringiéndola
quizás solamente a una participación formal.
Un experimento mental
Podemos imaginar que el futuro nos depara la
eclosión de grandes movimientos de aceptación o rechazo de ideas, de proyectos
o de propuestas genéricas, por vías informales, antes que el establecimiento de
cauces de participación continuada.
Podemos
imaginar, en esta prospectiva, que habrá grandes temas recurrentes. Los riesgos
del clima y los riesgos de la tecnología misma estarán sin duda entre ellos,
pero también el regreso a la vida
natural, la posibilidad de una sociedad menos dependiente de la tecnología o la
alternativa del decrecimiento económico.
Arbitraje de lo real
En
los grandes cambios de las corrientes de opinión jugará un papel esencial el arbitraje de lo real, es decir, los
hechos que se vayan teniendo por ciertos.
Así, del mismo modo que en la opinión pública ha quedado el impacto de las bombas atómicas, ya perennemente vinculado con la energía nuclear; catástrofes climáticas concretas, o crisis energéticas sentidas de un modo directo por la población, pueden inclinar la balanza de la opinión a favor de dar prioridad a la búsqueda de soluciones., o por el contrario, periodos prologados de clima más o menos normal o de precios bajo para el barril de petróleo pueden retraer a la opinión pública para acometer reformas.
Así, del mismo modo que en la opinión pública ha quedado el impacto de las bombas atómicas, ya perennemente vinculado con la energía nuclear; catástrofes climáticas concretas, o crisis energéticas sentidas de un modo directo por la población, pueden inclinar la balanza de la opinión a favor de dar prioridad a la búsqueda de soluciones., o por el contrario, periodos prologados de clima más o menos normal o de precios bajo para el barril de petróleo pueden retraer a la opinión pública para acometer reformas.
En
este escenario surgen muchas preguntas. Una de ellas es se refiere al papel de
la ciencia: ¿cuál puede ser el papel de
los expertos en este contexto? ¿contribuyen los expertos a los cambios de dirección? ¿qué espacio queda para la participación pública?
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Cuando los expertos llevan la iniciativa en la toma de decisiones tecnológicas se acaba decidiendo entre opciones ordenadas dentro de unos límites más o menos definidos.
Más que de una participación pública activa, se da en la práctica un asentimiento a propuestas predefinidas, con lo cual, la participación pública pasa a ser un mero consentimiento informado y no una participación efectiva.
Sin embargo, lo más frecuente es que sea una instancia política la que lleve la iniciativa de las propuestas, y puede suceder entonces que los expertos trabajen por encargo.
En este caso entran en juego las distintas elecciones posibles entre alternativas igualmente justificables.
Sin forzar demasiado los argumentos técnicos, se pueden hacer informes que avalen decisiones previamente tomadas, que responden realmente a a razones e intereses no explícitos.
Nos movemos aquí en un terreno en el que no puede hablarse de deshonestidad científica ni de vulneración de los códigos éticos de los técnicos, pero sí de orientación de los resultados de un informe hacia los deseos del que lo encarga. Los expertos quedan en esta situación subordinados a los intereses de algún grupo y corren el peligro de convertirse en mercenarios a su servicio.
Esto es posible porque las decisiones tecnológicas tienen suficiente margen de libertad para adaptarse a las decisiones políticas. Para lo bueno y para lo malo. Esto es, para que sea posible,por un lado, incorporar valores éticos, y para que, por otro lado, la decisión pueda ser tomada en beneficio de ciertos grupos.
El punto de equilibrio
El punto equilibrio en el que el saber experto está puesto al servicio de la sociedad, es muy inestable.
O bien se tiende a una especie de despotismo ilustrado, o bien se puede caer en la utilización de los expertos al servicio de causas concretas.
O bien se tiende a una especie de despotismo ilustrado, o bien se puede caer en la utilización de los expertos al servicio de causas concretas.
Todavía queda mucho trabajo por hacer para encontrar cauces adecuados para alcanzar ese punto de equilibrio.
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