LA ECOLOGÍA PROFUNDA VISTA POR LUC FERRY
La ecología profunda
reivindica el derecho de los árboles, de las piedras, de la naturaleza en general. Pero aun más importante, pone en tela de juicio el humanismo moderno: ataca la idea de contrato social para
proponer una especie de contrato natural.
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Ecología Profunda
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Ecología Profunda
Luc Ferry (1992)
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Para hacer constar la
radicalidad de esa crítica a la modernidad, Ferry se remonta a los años 30 del siglo pasado. Destaca el paralelismo entre los totalitarismos de entonces y la crítica al liberalismo y a la democracia
formal que hace la ecología profunda. Esa crítica no se encuentra en las posiciones de
la ecología superficial, o reformista, como Ferry prefiere llamarla.
Desde el punto de vista
filosófico, la ecología profunda es holística, en el sentido de que defiende la
tesis de que la totalidad es moralmente superior a los individuos. Por lo tanto,
se opone al individualismo propio de la modernidad occidental.
Para apoyar esta afirmación, Ferry
cita un texto de Stan Rowe, titulado Crimes
against the Ecosphere, en el que se
denuncian los ideales de la Revolución Francesa, y con ello se reniega de los derechos del
hombre.
El argumento de que la ecosfera
tiene derechos que están por encima de los derechos de los humanos es el que
sirve para definir el crimen contra la ecosfera, de modo análogo a como se definió el crimen contra la humanidad.
Pero qué es lo que la
ecología profunda critica exactamente de la cultura occidental, se pregunta
Ferry.
La respuesta forma un cuadro
figurativo por orden de aparición:
1. La tradición judeocristiana y el dualismo
platónico, porque sitúan al espíritu y su ley por encima de la naturaleza.
2.La
concepción tecnicista de la historia, que se impone en Europa a partir de Bacon
y Descartes.
3. El mundo industrial moderno, por entero.
Frente a esta crítica
radical sólo pueden ofrecerse soluciones rupturistas.
Se recurre a Oriente, a los
indios de América, y también a
pensadores como Marcuse, Ellul, y sobre todo, a Heidegger. Rehabilitando también
a Spinoza contra Descartes.
A la cultura occidental se
le achaca, a diferencia de todas las demás, que se ha dado a sí misma permiso
para destruir.
La capacidad para destruir
proviene de la técnica y entonces aparece necesariamente la cuestión de la técnica. El temor a la técnica que hace reaparecer mitos antiguos como la fábula de Frankenstein en la que la obra se vuelve sobre su propio autor. La criatura
se vuelve el amo de su amo.
Otro tema, relacionado con
el anterior, es el culto a la vida entendido como la consideración de la biosfera
como una entidad casi divina, algo que recuerda a Spinoza pero también al
vitalismo de Nietzsche. El amor a la vida es incompatible con una moral y una
religión que buscan el sentido en otra vida
que no sea ésta.
La pregunta que queda
entonces es de dónde proceden los valores supremos si se niega lo trascendente.
Parece finalmente que el amor a la vida
se concreta en no arriesgarla. El fundamentalismo ecológico estaría entonces
alimentando todos los miedos, y en el fondo de todos ellos estaría la técnica.
Si los valores supremos no
proceden de lo trascendente, ¿pueden proceder entones de la ciencia? ¿Puede haber
expertos en moral (comités de sabios)?
La cuestión es si la
ecología como ciencia quiere ser el fundamento objetivo de la ética. Si es
objetivo será incuestionable, y entonces, ¿dónde queda la indeterminación como principio
de interrogación democrática?
Llegados a este punto, Ferry
admite la sutileza de la argumentación de Baird Callicot, discípulo de Aldo
Leopold, para transgredir el principio humeano que prohíbe el paso del ser al deber
ser, y por lo tanto el paso de la ciencia a la ética, y hacerlo compatible con el
empirismo.
La clave del argumento de
Callicot reside en que es una cuestión de hecho que la voluntad de preservación
está presente en todos los seres vivos. El fallo, dice Ferry es que esa
cuestión sigue siendo relativa y no categórica. Es un deseo de los individuos pero no una obligación moral.
El problema, concluye Ferry,
es que cualquier comportamiento distinto, podría ser considerado anormal o incluso patológico: hay que estar loco para no amar a la naturaleza como conviene.
De esa actitud dogmática sobre la naturaleza humana, ¿puede venir el despotismo y la intolerancia?
De esa actitud dogmática sobre la naturaleza humana, ¿puede venir el despotismo y la intolerancia?
La actualidad de las cuestiones que plantea Ferry es indiscutible.
LAS TRES ECOLOGÍAS DE FELIX GUATTARI Y LA ECOSOFÍA
Tres ecologías es el título de un breve ensayo de Felix Guattari que sigue teniendo también mucho interés.
El punto de partida de Guattari es el de los graves desequilibrios ecológicos que sufre el planeta Tierra, a la vez que la vida humana evoluciona en el sentido de un profundo deterioro.
Frente a esto, dice, las soluciones que ofrecen las instancias políticas son soluciones tecnocráticas. Por el contrario, la solución que hace falta es una articulación ético-política entre tres registros ecológicos: el del medio ambiente, el de las relaciones sociales y el de la subjetividad. A esta articulación le llama Guattari ecosofía.
La parte social de la ecosofía consiste en inventar nuevas formas de ser en la familia, en la ciudad y en el trabajo.
La ecosofía mental, por su parte, se ve obligada a reinventar la relación del sujeto con el cuerpo, la finitud del tiempo y los misterios de la vida y de la muerte.
La parte de la propuesta que tiene que ver con la subjetividad es la que le parece al autor más difícil. Exige un cambio fundamental de las mentalidades. Un cambio que no puede ser una vuelta atrás, porque muchas cosas de la situación actual son irreversibles.
A esa situación actual que se corresponde con el capitalismo post-industrial, le llama Capitalismo Mundial Integrado Mundial(CMI).
El CMI reposa sobre cuatro tipos de instrumentos: económicos, jurídicos, tecnocientíficos y de subjetivación, y está dice Guattari, en un callejón sin salida en el que se suceden las crisis. Tiene incluso elementos que se volverán contra él.
La salida de ese callejón parece ser la ecosofía, y de entre las tres ecologías que hay que articular, la ecología mental es la más fundamental. Requiere efectivamente un cambio de mentalidad que ha de dar como resultado individuos cada vez más solidarios, pero cada vez más diferentes.
La humanidad debe recuperar la confianza en sí misma, paso a paso, con medios a veces minúsculos. Lo importante es ponerse a ello y poner freno a la pasividad y a lo gris.
Guattari dice todo esto con el vocabulario postmoderno extraído de la semiotica, y añade algunos ajustes de cuentas con el psicoanálisis y con la situación política que tienen en ese momento los regímenes soviéticos.
Pero queda claro que ve la necesidad de conciliar el cambio de los individuos que propone la ecología profunda, que apela sobre todo al individuo, con el cambio de las relaciones sociales que propone la ecología social.
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