"Lo mismo es pensar y ser". Una sentencia de Parménides que resulta para nosotros un poco desconcertante y que nos lleva inmediatamente a la pregunta por el sentido en el que se dice esa mismidad.
Veamos esta otra frase extraída del poema del Amor Brujo:
Lo mismo que el fuego fatuo,
lo mismito es el querer
que huyes y te persigue,
le sigues y echa a correr.
Una estructura ésta muy similar a la sentencia de Parménides. Pero aquí la respuesta a la pregunta por el sentido de la mismidad entre el fuego fatuo y el querer viene enseguida: son lo mismo en el sentido de que en tanto para el amor como para el fuego fatua se da que si le huyes te persigue y, si le sigues, echa a correr.
lo mismito es el querer
que huyes y te persigue,
le sigues y echa a correr.
Una estructura ésta muy similar a la sentencia de Parménides. Pero aquí la respuesta a la pregunta por el sentido de la mismidad entre el fuego fatuo y el querer viene enseguida: son lo mismo en el sentido de que en tanto para el amor como para el fuego fatua se da que si le huyes te persigue y, si le sigues, echa a correr.
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La compresión del texto va lógicamente vinculada al contexto filosófico en el que éste se inserta: el ámbito itálico, la Magna Grecia, la filosofía presocrática griega; en el que se desarrollan, tanto el pensamiento pitagórico como sus disidencias, o posiciones heterodoxas respecto de su, digamos, corriente principal. Todas estas corrientes a su vez enfrentadas con el pensamiento tradicional mitológico, representado por Homero y Hesíodo.
Dos preguntas que conviene hacere: con quién se discute y a quién se sigue.
Si nos centramos en el contexto del poema en el que está dicha la frase, tenemos que quizás la parte más compresible es aquella en la que Parménides se muestra indignado con los que piensan equivocadamente que el no-ser es.
Si la discusión que muestra aquí Parménides lo es contra los pitagóricos, algunas cosas podrían cobrar sentido.
La respiración cósmica, por medio de la cual el vacío se introduce como constituyente de la realidad, forma parte esencial de la explicación pitagórica. Si lo que quiere decir Parménides es que ese vacío no es principiante, en el sentido de que no contribuye a diferenciar la multiplicidad a partir del Uno originario, sino que es el ser el único constituyente necesario, entonces la prohibición de admitir el no-ser tendría ese sentido.
(Dicen los pitagóricos que existe el vacío, y que es así
introducido en el cielo por una respiración del pneuma infinito, y que así el vacío permite distinguir las naturalezas de los
cuerpos, por ser el vacío una separación y distinción de las
cosas colocadas unas después de las otras, y afirman que esto sucede antes que nada en los números ya que el vacío diferencia la naturaleza de ellos).
Así las cosas, la palabra "preciso": "es preciso que el no-ser sea"; podría ser clave, puesto que lo que niega Parménides, y de lo que acusa a los que van sin cabeza, es que digan que el no-ser es preciso, necesario. Lo que Parménides defiende, por el contrario, es que sólo el ser es preciso, necesario.
Dicho de otro modo, no es necesario que el no-ser se introduzca en el ser para conformar las realidades diferenciadas. El ser por si mismo ya contiene esa diferenciación. El ser es originariamente plural.
Dicho de otro modo, no es necesario que el no-ser se introduzca en el ser para conformar las realidades diferenciadas. El ser por si mismo ya contiene esa diferenciación. El ser es originariamente plural.
Vemos ahora la parte afirmativa del poema. A quién se sigue aquí es a Jenófanes. El Uno de Jenófanes es lo divino. el Ser de Parménides, que tiene los mimos atributos, no son las cosas del mundo. Es principio, arjé, gobierno y mando, lo mismo de lo otro, lo uno de lo múltiple.
El ser es, por encima de las otras caracterizaciones, sobre todo, indivisible, pues si fuera divisible, al dividirse se corrompería, dejaría de ser lo que es. El ser, a pesar de ser originariamente múltiple, es simple, no compuesto.
De hecho, algo no puede dejar de ser para ser otra cosa, pues en ese dejar de ser no sería nada; y de la nada, nada sale.
Por otro lado, el ser continuo. Esto último llevará a Zenón, discípulo de Parménides, a negar el movimiento en el ámbito de lo sensible, aplicándolo a tortugas o flechas, algo que no parece estar en los enunciados de Parménides, que estaría hablando de los primeros principios y no de las cosas sensibles. Zenón habría reducido, y de algún modo falsificado, a Parménides, vistas así las cosas. Es decir, interpretando la relación entre Parménides y Zenón, desde la hermenéutica heideggeriana, y viendo a Zenón y también a Meliso como sofistas.
Nos queda por resolver, no obstante, el asunto principal: lo mismo es pensar y ser.
Varias interpretaciones posibles:
1.- Aproximación escolar.
Por ejemplo en Sánchez Meca tenemos lo siguiente:
No se puede pensar el no ser. el pensar se dirige hacia el ser. Por otro lado, el ser puede siempre ser pensado, luego es lo mismo pensar y ser.
1.- Aproximación filológica-filosófica (F. Martínez Marzoa).
En el poema hay dos términos clave, en oposición: aleteia y doxa; verdad y parecer. Dos caminos en oposición pero que no se dan el uno sin el otro.
El camino de la verdad es el del ser y de la physis, en el setnido de presencia, claridad, desocultamiento, descubrimiento; condición de posibilidad del parecer.
Aunque, dice Marzoa, lo que en el desocultamiento aparece, lo que reclama la atención, lo que se afirma como tema expreso, no es la claridad misma (el ser), sino aquello que
en tal claridad aparece; y la exclusividad de esto, de lo apareciente, frente a las condiciones mismas del aparecer, es el «parecer». Lo que aparece es lo ente, un esto o aquello determinado (...), las cosas del cielo, la tierra, el sol, la luna, los dioses y los hombres.
(La presencia es un concepto que desarrolla Heidegger y que utiliza aquí Marzoa como clave principal de la interpretación del texto de Parménides. Se puede ver para ello la entrada presencia en el diccionario de Ferrater Mora, por ejemplo).
A la oposición verdad/parecer corresponde la oposición de dos posturas fundamentales del ser humano, de las cuales una es la posibilidad
de asumir propiamente aquello que en el fondo el hombre es en todo
caso; este modo de ser propio del hombre es el noein (el pensar). Bien entendido que el pensar no es ajeno a la doxa, sino que precisamente es asumir la necesidad de ésta. El tema del pensar es la verdad
(= el ser), pero este tema es al mismo tiempo la necesidad del parecer.
Esto ocurre porque el tema del pensar es en sí mismo algo doble,
es una oposición, una «litigiosa cuestión», como lo indica la propia palabra «verdad» aleteia, que expresa el arrancar(se) al ocultamiento,
por tanto una lucha. Por eso dice Parménides que el noein se encuentra siempre ante dos caminos: «el uno: que es, y que no es no-ser» (es
decir: presencia, desocultamiento), «el otro: que no es, y que no-ser es
preciso» (ocultamiento, necesidad del no-ser).
Las oposiciones que «definen» la noción de ser, continua Marzoa, pueden exponerse también como oposiciones constitutivas de la propia
existencia del hombre. Esto responde a que el ser humano (cuya designación esencial en Parménides es el noein) no es otra cosa que estar
abierto a la presencia: la presencia de lo ente es al mismo tiempo la existencia (el ser-hombre) del
hombre: «lo mismo es noein (pensar) y ser» voeiv es percibir, y
todo lo que entra en el ámbito de la percepción, ese ámbito mismo, es
ser; no-ser es substraerse a la presencia y, por tanto, a la percepción.
El ser tiene lugar arrancándose al no-ser, El noein arrancándose a un no-percibir.
En cualquier caso, parece que Marzoa interpreta la sentencia de Parménides en el sentido de que el ser referido en ella es el ser-hombre. Es cierto que para nosotros presenta poca dificultad admitir que pensar está en la esencia de ser-hombre. La duda está en si Parménides utilizó en la sentencia la palabra ser en ese sentido.
Marzoa se vuelve más claro cuando la mismidad de pensar y ser aparece en Aristóteles.
El ser que entra en la afirmación del ser-pensar es el ser de la ousía, en tanto que eidos eidos, esencia. Por otro lado el pensar no es la sensación, que corresponde a los sentidos. por ejemplo la sensación que procede de la vista o del oido, ni siquiera la composición de todos esas sensaciones, que corresponden al sentido común. El pensar es algo del alma, que no siendo ninguna cosa puede ser todas las cosas. El pensar algo es ser ese algo, por lo tanto lo mismo es pensar y ser. El pensar que entra en la afirmación del ser-pensar no es el del logos que relaciona la ousia con las restantes categorías, es el pensar de la esencia de la ousia. Es el pensar de eidos eidos.
2.- Interpretar a Parménides a partir de la sabiduría de los límites (hermenéutica heideggeriana).
La corriente hermenéutica (de ascendencia heideggeriana)plantea la relación en términos de una ley del ser-pensar, que sería común al pensamiento de Parménides y al pensamiento de Heráclito, insertada en el contexto del saber del límite, vinculada a su vez con la tradición oracular délfica.
A este asunto dedica T. Oñate un capítulo en su texto sobre el inicio de la filosofía, de lectura difícil pero sumamente interesante, en el que desarrolla el vocabulario de la teología racional délfica.
Podría decirse que si la mística órfica está en el trasfondo del pensamiento pitagórico, la teología racional délfica está en la base de la filosofía jónica de los milesios, de Heráclito y de Parménides.
El saber del límite es mucho más que un ética del sentido común que aconseja no cometer excesos. El límite que hay que explorar pero no cruzar, separa dos ámbitos: el de los primeros principios, lo legislante, lo divino; y el de lo legislado, mortal y contingente.
Los dos lados están precisamente enlazados transversalmente por la mismidad del pensar racional-espiritual de los mortales y el ser necesario divino.
A esa mismidad de la acción humana de pensar con la divinidad esencial es la que se refieren tanto Heráclito como Parménides.
En el caso de Heráclito el enlace (trabazón) es logos, que como el rayo, ilumina, a la vez, instantáneamente, el cielo y la tierra. Paradójicamente, Heráclito el oscuro aparece para nosotros claro en este punto. Si logos es ley cósmica y a la vez racionalidad humana (lenguaje racional articulado, enlazado), la mismidad se nos presenta como la misma ley que gobierna el ser del cosmos, la physis, y el pensar racional humano.
Parménides es, sin embargo, el que establece de un modo más explicito, aunque poemático, la mismidad de pensar y ser. Pero es precisamente esa concisión, sin apenas introducción, y desde luego sin apenas aclaración, la que nos desconcierta.
Inmediatamente antes de la afirmación que nos ocupa, dice Parménides:
"...no podrás conocer el no ser, ni podrás darlo a conocer"
Y una vez hecha la afirmación, añade:
"...sin embargo, lo ausente es firmemente presente al pensamiento, pues no separarás el ser, cortándolo, de su adherencia al ser"
Parménides es, sin embargo, el que establece de un modo más explicito, aunque poemático, la mismidad de pensar y ser. Pero es precisamente esa concisión, sin apenas introducción, y desde luego sin apenas aclaración, la que nos desconcierta.
Inmediatamente antes de la afirmación que nos ocupa, dice Parménides:
"...no podrás conocer el no ser, ni podrás darlo a conocer"
Y una vez hecha la afirmación, añade:
"...sin embargo, lo ausente es firmemente presente al pensamiento, pues no separarás el ser, cortándolo, de su adherencia al ser"
De lo cual se concluye que lo mismo es pensar y ser.
Dice T. Oñate:
El lenguaje-comprensión pertenece al «a la vez» indivisible, que es el mismo: tó auto del pensar y el ser. La acción-mismidad en que se encuentran transversalmente el percibir espiritual-racional del mortal y el ser necesario-divino. La acción-mismidad constituyente de toda presencia-ausencia y de todo lenguaje verdadero: el que alcanza a comprender el sentido. Mismidad que no es igualdad ni identidad sino el darse «a la vez» de los límites-extremos que se tocan: los máximamente diferentes en la máxima tensión.
Una cuestión que debe ser tenida en cuenta necesariamente es el vocabulario utilizado en original griego. Einai es lo que se traduce por ser. Noein es lo que se traduce por pensar. Einai no son los entes concretos. Noein no es el logos: pensamiento que enlaza juicios.
(Podríamos nosotros decir que el pesar del mortal es lo mismo de lo otro divino que es el ser).
3.- La mismidad del ser y del pensar como condición de posibilidad de la filosofía en Quintín Racionero.
Siguiendo la línea hermenéutica que contextualiza el poema en el debate interno del pensamiento itálico presocrático, Quintín Racionero nos da algunas pistas muy interesantes.
La tesis de Parménides, de mismidad entre pensar y ser, se establece en discusión interna, con Heráclito y con los pitagóricos. Siendo lo externo el gesto religioso.
Heráclito postula que el logos es ley de la physis, en el sentido fuerte de pertenencia a la physis. Eso impone una relación de intuición inmediata entre el logos humano y el logos de la physis.
El pensamiento pitagórico, por su parte, afirma del logos la capacidad de representarse el ser, la physis, no de modo directo sino por medio del número (la matemática). De este modo, esta representación tendría una gran potencia, pero no estaría avalada más que por la autoridad del sabio pitagórico, y quizás en última instancia por un conocimiento procedente de la intuición mística, la mística órfica.
Parménides, al vincular el pensar con el ser, en una relación de mismidad, pone el fundamento para que el pensar (ahora ya filosófico), no sólo sea capaz de representarse el ser, sino de conocer la verdad. Una tesis no demostrable pero que se impone como un mandato. En el poema es un mandato de la diosa.
(La diferencia entre los pitagóricos y Parménides, del que estos son disidentes, aparece clara. La diferencia con Heráclito es más sutil. De hecho, para la hermenéutica heideggeriana esta diferencia prácticamente desaparece. Racionero, sin embargo, ve, si le entendemos bien, la diferencia de una mayor inmediatez en Heráclito, y de una mayor actividad del pensar en Parménides. En Heráclito el logos tiene el mando, es el arjé; y ese logos están tanto en la naturaleza cono en el alma humana; mientras que Parménides postulando la mismidad de pensar y ser, pero no una identificación total, necesita de una actitud activa del pensar para lograr el conocer).
Así las cosas, la sofística ilustrada de la Atenas de Pericles, lo que plantea es la rotura de ese vínculo, lo cual deja sin fundamento el pensamiento filosófico y abre la puerta del convencionalismo, el relativismo y el escepticismo.
Por su parte, Empédocles y Anaxágoras habrían sido los continuadores y reformadores del postulado de Parménides. Continuadores en tanto que el ser se abre al pensar, pero reformadores en tanto que el ser se hace múltiple, por la vía de las diferencias cualitativas. En el caso de Demócrito, se estaría en el mismo planteamiento respecto del tipo de relación entre pensar y ser, pero habría introducido la multiplicidad por la vía de la extensión y la cuantificación.
Sócrates, lo que habría hecho entonces es mantener el vínculo entre pensar y ser, pero el que se impone en esta relación no es el ser sino el pensar. El pensar no se limita a la recepción del ser sino que actúa sobre él. Es un pensar activo, indagatorio, dialógico.
La denuncia de Parménides, y al mismo tiempo su apuesta, consistiría en poner de modo imperativo lo verdadero como el único objeto de la filosofía, para la que no valdrían representaciones convencionales como la que establecen los pitagóricos mediante la representación numérica de la realidad.
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ESPÍRITU GRIEGO presocráticos II (video)
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la ley del ser-pensar es un imperativo impuesto por la diosa en el poema. En tanto que principio que se impone imperativamente, no tiene demostración. Por otra parte, en tanto que en esa relación el ser se impone al pensar, tal como lo interpreta Parménides, no cabe el pensar del no-ser. Si el pensar está abierto al ser que se le impone, el pensar lo es sobre la verdad.
Si se admite el error, es decir, el pensamiento no verdadero, como hace Platón al reconocer en la sofística un pensamiento no verdadero, entonces se tiene que admitir el no-ser, y la rotura de la relación entre pensar y ser, y con ello el parricidio de Parménides. Platón habría admitido uno de los postulados principales de la sofística, la rotura del vínculo entre pensar y ser, aunque en su caso no desemboca en el relativismo sino en la opinión verdadera, claramente distinguible del error.
La ley del ser-pensar retomada por Aristóteles ( en la interpretación de Heidegger).
Esta ley del ser-pensar que decreta su mismidad es retomada por Aristóteles, reivindicando a Parménides contra Platón, como pilar fundamental de su filosofía primera.
Ahora bien, en la actitud socrática de que el pensar se impone al ser.
El pensar es activo y categoriza. La categorías del lenguaje, que son las del pensar, son también las categorías de la realidad: los modos de ser.
Si eso no fuera así, toda ciencia, entendida como saber de lo verdadero, es imposible.
Si rompemos la mismidad del ser y el pensar nos tendremos que conformar con un conocimiento fenoménico no esencial.
Ahora bien, la hermenéutica nos previene de que esta relación entre pensar y ser no conduce en Aristóteles a un realismo ingenuo. Las cosas no son nunca tan sencillas en su caso. Lo que quiere decir es que el ser está abierto al pensar porque es inteligible; y por el otro lado, el pensar lo es si se entrega al ser, al pensar del ser esencial.
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Aristóteles interpreta a Parménides en el sentido de que el ser no es ni un uno único numérico absoluto ni un uno divisible en partes separables. El ser es un uno plural modal: existen modos de ser (las categorías) y una ontología modal de lo potencial y lo actual. En Aristóteles, el ser no se reduce al mundo. El ser se da en el lenguaje. El pensar también se da a través del lenguaje.
Visto de este modo, el lenguaje es el enlace entre pensar y ser. No cabe duda de que el pensamiento de Aristóteles es en todo caso un pensamiento que toma el lenguaje, la lógica, como punto de partida.
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El problema de la relación directa entre pensar ser atraviesa pues el inicio de la filosofía. Esta relación es una relación mediada en la filosofía moderna, que necesita de un mediador: Dios, en Descartes; para a continuación centrarse en el sujeto que piensa.
Este centrarse en el sujeto es lo que denuncia Heidegger: el olvido del ser.
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A.M. MARTÍN MORILLAS
Facultad de Teología de Granada
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El problema de la mismidad visto desde la cuestión de qué se impone a qué.
INGEBORG SCHÜSSLER
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Dice aquí Heidegger:
"...nombres como «lógica», «ética», «física» surgen por primera vez
en escena tan pronto como el pensar originario toca a su fin. En su época más grande, los griegos pensaron
sin necesidad de todos esos títulos. Ni siquiera llamaron «filosofía» al pensar. Ese pensar se termina cuando
sale fuera de su elemento. El elemento es aquello desde donde el pensar es capaz de ser un pensar. El
elemento es lo que permite y capacita de verdad: la capacidad. Ésta hace suyo el pensar y lo lleva a su
esencia. El pensar, dicho sin más, es el pensar del ser. El genitivo dice dos cosas. El pensar es del ser, en la
medida en que, como acontecimiento propio del ser, pertenece al ser. El pensar es al mismo tiempo pensar
del ser, en la medida en que, al pertenecer al ser, está a la escucha del ser. Como aquello que pertenece al ser,
estando a su escucha, el pensar es aquello que es según su procedencia esencial. Que el pensar es significa
que el ser se ha adueñado destinalmente de su esencia. Adueñarse de una «cosa» o de una «persona» en su
esencia quiere decir amarla, quererla. Pensado de modo más originario, este querer significa regalar la
esencia. Semejante querer es la auténtica esencia del ser capaz, que no sólo logra esto o aquello, sino que
logra que algo «se presente» mostrando su origen, es decir, hace que algo sea".
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