miércoles, 25 de noviembre de 2015

SABER Y PODER. FILÓN DE ALEJANDRÍA ANTE CALÍGULA. LA VIRTUD PROTEGIDA Y VENGADA POR DIOS


Judíos en Alejandría


Los judíos alejandrinos constituían la comunidad  más importante de la diáspora. Su arraigo en tierra egipcia había comenzado en tiempos remotos, concretamente después de  la caída del reino de Judá, en el siglo VI a. C. Grupos numerosos emigraron hacia el sur huyendo de la dominación babilónica para radicarse en diversos lugares del país, en el que según la tradición bíblica, ya habían residido sus lejanos antepasados en los tiempos patriarcales. 

Unos siglos más tarde, durante el periodo tolemaico, el número de judíos en Egipto se multiplicó considerablemente. Tolomeo I había traído como prisioneros a muchos de ellos en una de sus campañas. Otros llegaron como mercenarios o simples inmigrantes, y, según parece, el total de radicados sobrepasaba el millón en el siglo I a. C.

Alejandría se convirtió así en uno de los más importantes centros demográficos del pueblo judío y en ella los judíos constituían uno de los tres núcleos más numerosos de la población urbana, que se completaba con griegos y egipcios. 

Gradualmente adoptaron la lengua griega, olvidando el hebreo, aunque algunos lo siguieron hablando hasta fines del siglo II a. C (el papiro Nash, que contiene el Decálogo y el comienzo del Shema, está en hebreo). Pero, como la mayor parte de los hebreos alejandrinos, además de los conversos a la religión judaica de otras nacionalidades, lo ignoraban y por ello no tenían acceso a la lectura de las Escrituras y se procedió en tiempos de Tolomeo II Filadelfo a traducirlas al griego (versión de los Setenta)

En el siglo I de muestra era, bajo la dominación de Romana, eran posibles dos tendencias entre los judíos alejandrinos: borrar barreras y asimilarse completamente al resto de la población, o practicar un categórico aislacionismo y operar separadamente incluso en las gestiones ante Roma.

 Pero en esa partida los judíos no jugaban solos, griegos y egipcios mueven ficha.


El asunto de las estatuas



En tiempos del emperador Calígula, en el año 40 d. de C., la población griega y egipcia de Alejandría, muy hostil a los judíos, pide que se coloquen estatuas del emperador en las sinagogas; con ello pretenden exponer a los hebreos a la ira del emperador y, al mismo tiempo, atraerse las simpatías de éste mediante una forma de adulación que juzgaban de su gusto. 

Ante el riesgo de verse acusados de lesa majestad, los judíos enviaron una embajada a Roma para suplicar al emperador la exención de tal culto; la misión, pues, resultaba extremadamente difícil y peligrosa. En Roma, los embajadores no fueron recibidos inmediatamente, y hasta quizá no lo fueron nunca; diferida la audiencia de un mes a otro, hubieron de soportar vejaciones e insultos de todo género. Sin embargo, al final, y es de creer que por los méritos de Filón, lograron cierta tolerancia.



¿Quién era Filón y qué estrategia siguió?



Filón es uno de los filósofos de la antigüedad  más interesantes. Es un eslabón  en la cadena que lleva hasta el neoplatonismo en la versión de Plotino en e siglo III d. de C., pero ese no es el caso.

Filón se propone una política sensata consistente, por una parte, en guardar celoso respeto y observancia de las leyes del Imperio, de las leyes locales; y a la vez permanecer fieles al estilo de vida impuesto por la ley de Moisés. 


Filón Ante Cayo Calígula


A partir de su experiencia, filón escribió un tratado, Sobre la embajada ante Cayo, en el que da su visión sobre el contexto de aquel momento.

Admiración por las instituciones del Imperio


Dice Filón: ¿quién, al ver cómo Cayo, tras la muerte de César Tiberio, había heredado la soberanía sobre toda la tierra y el mar, una soberanía no expuesta a sediciones, regida por una buena legislación, unidas en armonioso concierto todas las partes, las del este, del oeste, del sur y del norte; concordes los helenos con los no griegos y éstos con los helenos, y el elemento militar de las ciudades con el civil y éste con el militar en cuanto al participar y gozar de la paz; quién, digo, no se llenó de admiración y estupor ante esa prosperidad prodigiosa y superior a toda ponderación? 

La enfermedad de Cayo

La alegría reinaba en todas las casas y en todas las poblaciones día y noche, y se prolongó sin interrupción ni pausa durante los siete primeros meses. Pero en el octavo mes una grave enfermedad hizo presa en Cayo, quien había trocado la norma de vida de poco antes, razonablemente simple y por ende bastante saludable que había observado en vida de Tiberio, por una de extravagancias

La salud y el vigor son las recompensas de la continencia, en tanto que de la incontinencia lo son la postración y la enfermedad, vecinas ambas de la muerte. todas las partes del mundo habitado enfermaron a la par de Cayo, soportando una enfermedad más penosa aún que la que había hecho presa de él.

La irreverencia de los judios

La pasión es algo ciego, especialmente cuando se acrecienta con la vanidad y el espíritu de violencia, combinados con la suprema autoridad; y ella dio por tierra con la felicidad de que anteriormente gozábamos los judíos

todos los otros hombres, mujeres, naciones, países y regiones de la tierra, prácticamente todo el mundo habitado; aunque lamentando cuanto sucedía, no por eso dejaban de rendirle pleitesía y glorificarlo más de la medida, aumentando así su vanidad. Algunos hasta introdujeron en Italia la costumbre bárbara de prosternarse, degradando así la nobleza de la libertad romana.

Una sola nación, la de los judíos, se apartaba de la regla y resultaba sospechosa de una actitud de enfrentamiento, porque estaba acostumbrada a aceptar de buen grado la muerte como si se tratase de la inmortalidad, antes que contemplar con indiferencia la extinción de alguna de las patrias tradicionales, por insignificante que fuere, ya que con ellas ocurre lo que con las casas, en las que la eliminación de una sola de las partes de sus fundamentos hace que también se desintegren, derrumben y caigan al vacío producido aun las partes que parecían estar todavía firmes.

Cayo desterró todo sentimiento humanitario de su alma y puso todo su empeño en violar las leyes, ya que, considerándose él mismo la ley, abrogó las de los legisladores de cada país, como si se tratase de huecos palabreríos. Y en cuánto a nosotros, al trocarse el gobernante en déspota, fuimos colocados en el nivel, no ya de los simples esclavos, sino de los más indignos de los esclavos

Los judios sitiados y torturados en Alejandría

(En Alejandría), Algunos de los que habitualmente pasaban el tiempo de brazos cruzados y sin trabajar, se habían apostado en torno del recinto de los judíos, que se habían reunido y concentrado en un pequeño sector de un extremo de la ciudad, viniendo a quedar como sitiados; y los vigilaban para que ninguno escapara sin ser visto. No pocos, ciertamente, apremiados por la falta de lo necesario, renunciando a su propia seguridad estaban dispuestos a salir por temor de que pereciera de hambre toda su familia. Los acechadores observaban con atención las salidas de estos, y al punto daban la muerte a los que eran apresados, maltratándolos con toda suerte de torturas

Otro grupo se hallaba apostado en los puertos del río para despojar a los judíos que desembarcaban, y apoderarse de los bienes que traían para comerciar. Subían a las naves y se llevaban la carga en presencia de sus dueños, a los que, atados de pies y manos, quemaban usando como combustible timones, barras, poleas y las planchas de las cubiertas.

En cuanto al gobernador del país, el único que, si lo hubiera querido, hubiera podido en una hora terminar con el dominio de las turbas; fingiendo no ver lo que veía y no escuchar lo que oía, permitió, en detrimento de la paz, actos de guerra sin traba alguna, con lo que aquellas se excitaron más aún y se lanzaron a consumar vergonzosos y más osados propósitos.

Helicón

( En Roma) Si mezclas (como hace Helicón, consejero egipcio de Cayo) con las chanzas el aguijón de la malicia, de modo de no sólo mover a risa sino, además, producir el escozor de la suspicacia, tendrás completamente en tus manos a tu amo (Cayo), ya que es inclinado por naturaleza a prestar oídos a las acusaciones sazonadas con humor. Sus oídos, como bien sabes, están muy abiertos y atentos para escuchar a los expertos en entretejer la injuria con la calumnia.

La embajada

Los asuntos que motivaron la embajada ( que encabeza Filón) fueron dos: el alegato sobre el atropello contra las sinagogas y la petición del derecho de ciudadanía o igualdad jurídica con los demás alejandrinos. 

Llegados hasta Roma,parece que el emperador les recibirá pronto, pero no es así. Le tienen que seguir en su viaje a Puteoli, y allí reciben la noticia parra ellos desconcertante de que Cayo ha dispuesto que en la parte más interna del templo de Jerusalen se erija una colosal estatua dedicada a su persona bajo la advocación de Zeus.

Petronio y la estatua

Petronio, el gobernador de toda Siria, fue el encargado por Cayo de conducir la estatua a Judea con la mitad del ejército acantonado en el Eufrates, a fin de que protegiese frente a los reyes y naciones del este su traslado; es decir, no para agregar solemnidad a la dedicación, sino para dar rápida cuenta de quien intentase impedirla. 

Pero Petronio andaba tardo en poner manos a la obra. Consideraba cuan grande osadía implicaba la acción por emprender; y, habiendo congregado, como en una asamblea, todos los razonamientos de su alma, examinaba cuidadosamente el dictamen de cada uno. Y hallaba que todos eran unánimes en oponerse a cualquier alteración de lo que desde sus orígenes tenía un carácter sagrado; pesando en ello en primer lugar su natural inclinación a la justicia y a la piedad, y en segundo término el peligro que se cernía sobre él no sólo de parte de Dios sino también de parte de los ultrajados.

Pero la construcción de la estatua le procuró  a Petronio una providencial dilación para que consideraran con más detenimiento el problema. Tiempo que utilizó para llamar a los sacerdotes con el objeto de que se avinieran a colocarla cuando estuviese acaba.

Lejos de ceder, arengaron  al pueblo  que se presento como un solo hombre en Fenicia, donde estaba en ese momento Petronio. 

La multitud de los judíos, descendiendo como una nube, ocupó toda Fenicia, provocando el estupor de los que ignoraban cuan numerosa es esta nación.

El gran clamor

Primeramente se elevó un clamor acompañado de lamentaciones y golpes de pecho, tan grande que superaba lo que los oídos de los presentes podían contener. Y cuando ellos cesaron, aquél no cesaba aún, sino que silenciadas sus voces persistía todavía el eco de las mismas.

Luego se fueron aproximando para elevar las súplicas que la ocasión sugería; que las calamidades declaran por sí mismas lo que conviene hacer. Estaban divididos en seis formaciones: ancianos, jóvenes y niños, y paralelamente ancianas, mujeres maduras y doncellas.

Cuando Petronio hizo su aparición todas las formaciones, como obedeciendo a una orden, cayeron en tierra ante él lanzando como un alarido de lamentación y gritos de súplica. Habiéndolos él animado a levantarse y a aproximarse, se irguieron penosamente y, cubiertos de abundante polvo, bañados en lágrimas y colocadas ambas manos detrás, a la manera de los maniatados, se aproximaron. Entonces la comisión de ancianos, ubicada ya en lugar apropiado, habló de esta manera: "Como ves, nos hallamos desarmados, aunque algunos nos acusan de venir como enemigos. Aquellas partes de que la naturaleza ha dotado a cada uno para su defensa, es decir, las manos, las hemos puesto de lado, allí donde nada pueden hacer, ofreciendo nuestros cuerpos para fácil blanco de los proyectiles de quienes quisieren matarnos".

Todo esto ablandó el ánimo de Petronio que decide seguir con la táctica de la dilación.

Agripa

En este punto Filón narra la intervención un tanto atribulada de Agripa, nieto de Herodes el Grande  y amigo personal de Cayo. Éste por fin cede.

Muerte de Cayo y ascenso de Claudio

Lo que ya no cuenta Filón es lo que viene después, que deja para otro tratado que parece que no llega a escribir: el sangriento final de Cayo y las contramedidas adoptadas por Claudio a favor de los judíos, registradas en los dos edictos que se han conservado en Flavio Josefo.
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Filón ve en todo este asunto un episodio aislado  dentro de un proceso histórico de saldo favorable para la pacífica convivencia entre judíos y gentiles.  

Trata de mostrar lo precarios que son los dones de la fortuna y de cómo la virtud es protegida y vengada por Dios. Es una visión del mundo que confluye con la de los estoicos, en el sentido de que estos conciben también que el devenir del mundo responde a un proyecto racional; pero que en el caso de los judios, y después de los cristianos,  se añade la figura del un Dios personal providente.





Pero no estaban lejanos los trágicos acontecimientos que culminarían en el año 70 con la destrucción de Jerusalén y el implacable escarmiento impuesto por el vencedor romano, hechos de los que la muerte impidió a Filón ser testigo. aunque este tampoco es el final de la historia.


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OBRAS COMPLETAS DE FILÓN DE ALEJANDRÍA 


Traducción directa del griego, introducción y notas de JOSÉ MARÍA TRIVIÑO Catedrático de la Universidad Nacional de La Plata Buenos Aires 1976 TOMO I

El tratado SOBRE LA EMBAJADA ANTE CAYO  es el número 33.

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