La protesta de Alejandro
Cuenta Plutarco que la primera vez que Aristóteles hizo público un texto esotérico con contenidos que se explicaban sólo a los discípulos ya iniciados, recibió la protesta de Alejandro. Si publicas estas cosas, le dijo Alejandro, en qué nos vamos a distinguir nosotros de los otros, si los discursos en los que nos has instruido van a estar al alcance de todos.
Aristóteles se defiende, siempre según Plutarco, diciendo que a pesar de haber sido publicados, estos discursos están editados y no editados, porque están escritos en un modo que sólo sirven a los discípulos ya adoctrinados.
Bibliotecas
Lo cierto es que la distinción entre los escritos esotéricos y exotéricos de Aristóteles ha dado mucho de si en la historia de la filosofía.
Se ha hablado del estilo de unos y otros. Los esotéricos son una especie de apuntes de clase, aunque muy elaborados, mientras que los exotéricos estaban escritos en estilo literario muy cuidado. Se ha hablado mucho también de las peripecias por las que han pasado, desapareciendo y reapareciendo. Es el caso que actualmente sólo disponemos de los escritos esotéricos. Sin embargo, éstos estuvieron, al parecer, ocultos durante el periodo de tiempo que va desde la muerte de Aristóteles hasta el 60 a.C., más o menos.
Existen distintas versiones de lo que le sucedió a la biblioteca reunida por Aristóteles, que incluía sus propios textos, después de que cayera en manos de Neleo.
Según la versión transmitida por Estrabón y Plutarco, los manuscritos legados por Teofrasto, discípulo directo de Aristóteles, a Neleo, habrían sido escondidos por éste en una cueva de Skepsis, un antiguo asentamiento griego en Misia (Asia Menor).
En el siglo I, los descendientes de Neleo los habrían vendido al peripatético Apelicón de Teos, quien los transcribió. Por fin, el militar romano Lucio Cornelio Sila se habría apoderado de la biblioteca de Apelicón transportándola a Roma. Comprada por el gramático Tyranión, acabaría en las manos de Andrónico de Rodas, undécimo escolarca del Liceo, quien las copiaría y publicaría hacia el 60 a.C. Suya sería la primera edición de los escritos “esotéricos” de Aristóteles y Teofrasto, mientras que las obras exotéricas de Aristóteles, perdidas hoy, nunca habrían dejado de ser conocidas en la antigüedad.
Algunos estudiosos de Aristóteles consideran esta historia como inspirada por el propio Andrónico para hacer creer en el carácter inédito de los textos que daba a la luz, porque es poco verosímil suponer que los epicúreos o Cicerón (106-43) no conocieron los textos esotéricos de Aristóteles con anterioridad a la edición de Andrónico de Rodas. No obstante el relato de Plutarco y Estrabón puede ser reconstruido con bastante detalle y bastante verosimilitud.
Lo que tal vez se perdió en todo caso fue el sentido de la obra de Aristóteles: la comprensión de los problemas propiamente “metafísicos”, que encerraban estos textos. Si nos quedamos con esta última versión, Aristóteles habría tenido razón al decir que estos textos sólo podían ser útiles cuando ya se tenía un conocimiento previo suficiente para entenderlos. Lo cual seria el caso en los siglos siguientes a las victorias de Alejandro. Sería, de algún modo, el propio Alejandro el que habría contribuido a oscurecer unos textos que él temía que estuvieran al alcance de todos.
Por un lado, a la muerte repentina de Alejandro, en 323 a.C:, le sigue una acusación de impiedad contra Aristóteles, que había sido su tutor, asesor, e incluso puede que su espía. Lo que provoca la huida de Aristóteles de Atenas y su alejamiento del Liceo, que deja en manos de Teofrasto.
Durante los 30 o 35 años en los que Teofrasto dirige el Liceo, la biblioteca sigue en Atenas, pero con la reputación de Aristóteles perdida. A la muerte de Teofrasto es cuando se encomienda la biblioteca a Neleo, y es entonces cuando se completa el círculo. Los libros dejan de estar donde podían ser comprendidos y van a parar a donde no se entienden. De hecho, una hipótesis verosímil es que Neleo vendiera los libros exotéricos a la biblioteca de Alejandría y que se quedara con los esotéricos.
Esos textos esotéricos son los que Neleo lega a sus herederos y son los que pasan doscientos años en un sótano.
A partir de aquí, la historia se vuelve si cabe más interesante. Un ateniense rico, Apelicón, tiene noticia de lo que guarda el sótano de los descendientes de Neleo y compra el legado. Su intención no es tanto la de un bibliófilo como la del que quiere agradar a Atenión, entonces tirano de Atenas, y peripatético. Pero los tiempos son otra vez revueltos y los soldados de Roma, dirigidos por Sila entran en Atenas y se llevan como botín el tesoro que todavía guarda Apelicón en su casa.
No termina aquí la historia. Lo que se sigue revela además el ambiente intelectual de los últimos años de la república romana. Entra en escena un esclavo de guerra, Tiranión, que logra tener acceso a la biblioteca de Sila. Titanión tenía contactos con Cicerón y fue capaz de fundar una escuela de historiadores entre cuyos alumnos estuvo Estrabón, punto clave para ver de dónde sacó Estrabón todo este relato y por qué Cicerón podría conocer los textos.
Tiranión era un buen geógrafo pero no la persona adecuada para ponerlos en orden, Esa tarea le tocó a Andrónico de Rodas. Estamos en año 30 a. de C. aproximadamente y Andrónico es el director del Liceo. Ninguna edición es inocente y la de Andrónico lleva su sesgo y relega al olvido lo libros exotéricos que se pierden.
¿Qué paso con los textos originales de la biblioteca de Sila?
Los hereda su hijo Fausto, que se arruina y los vende por lotes, dividiendo el legado. Por si fuera poco, ya en a principio del siglo III d. de C., el emperador Caracalla ve en Aristóteles, a la persona que destiló el veneno con el que murió Alejandro, otra vez Alejandro, cerrando otro círculo.
Por un lado, a la muerte repentina de Alejandro, en 323 a.C:, le sigue una acusación de impiedad contra Aristóteles, que había sido su tutor, asesor, e incluso puede que su espía. Lo que provoca la huida de Aristóteles de Atenas y su alejamiento del Liceo, que deja en manos de Teofrasto.
Durante los 30 o 35 años en los que Teofrasto dirige el Liceo, la biblioteca sigue en Atenas, pero con la reputación de Aristóteles perdida. A la muerte de Teofrasto es cuando se encomienda la biblioteca a Neleo, y es entonces cuando se completa el círculo. Los libros dejan de estar donde podían ser comprendidos y van a parar a donde no se entienden. De hecho, una hipótesis verosímil es que Neleo vendiera los libros exotéricos a la biblioteca de Alejandría y que se quedara con los esotéricos.
Esos textos esotéricos son los que Neleo lega a sus herederos y son los que pasan doscientos años en un sótano.
A partir de aquí, la historia se vuelve si cabe más interesante. Un ateniense rico, Apelicón, tiene noticia de lo que guarda el sótano de los descendientes de Neleo y compra el legado. Su intención no es tanto la de un bibliófilo como la del que quiere agradar a Atenión, entonces tirano de Atenas, y peripatético. Pero los tiempos son otra vez revueltos y los soldados de Roma, dirigidos por Sila entran en Atenas y se llevan como botín el tesoro que todavía guarda Apelicón en su casa.
No termina aquí la historia. Lo que se sigue revela además el ambiente intelectual de los últimos años de la república romana. Entra en escena un esclavo de guerra, Tiranión, que logra tener acceso a la biblioteca de Sila. Titanión tenía contactos con Cicerón y fue capaz de fundar una escuela de historiadores entre cuyos alumnos estuvo Estrabón, punto clave para ver de dónde sacó Estrabón todo este relato y por qué Cicerón podría conocer los textos.
Tiranión era un buen geógrafo pero no la persona adecuada para ponerlos en orden, Esa tarea le tocó a Andrónico de Rodas. Estamos en año 30 a. de C. aproximadamente y Andrónico es el director del Liceo. Ninguna edición es inocente y la de Andrónico lleva su sesgo y relega al olvido lo libros exotéricos que se pierden.
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Fernando Báez
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Una entrada de blog interesante sobre los 14 libros de la Metafísica.
Metà tà physiká.
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