martes, 20 de enero de 2015

SABER Y PODER. OCKAM CONTRA EL PAPADO

Quintín Racionero grabó unas clases  en vídeo sobre historia de la filosofía antigua y medieval en el último año de vida, que han quedado como una especie de legado intelectual. Todas las clases son interesantes, pero una de ellas llama especialmente la atención porque es plenamente actual el fondo del mensaje que quiere transmitir.

La charla se refiere al periodo de la primera parte del siglo XIV en el que se produce la lucha por el poder entre el papa y el emperador.

En esa lucha, tiene un papel singular Guillermo de Ockam.

Ockam. franciscano, vinculado académicamente a Oxford, manifestó una peculiar personalidad que le atrajo pronto  intentos de condena por herejía impulsados por el canciller de la Universidad, J. Lutterrell, que acudió incluso a Aviñón, para mantener su acusación ante el papa Juan XXII. Es el año 1323.

Al año siguiente, es llamado Ockham a la corte pontificia y se nombra un tribunal que habría de juzgar la ortodoxia o heterodoxia de su pensamiento. Después de tres años de deliberaciones, la sentencia del Papa es tan benévola que no satisface a Lutterrell, que insiste de nuevo con mayor dureza.

Pero en esas fechas, surge un nuevo problema que hace pasar a segundo plano el caso concreto de las doctrinas de Ockham. Se trata en principio de un problema interno de la Orden franciscana. Dentro de ella había surgido una corriente renovadora, llamada «espiritual», partidaria de la no posesión de bienes materiales tanto en privado como en comunidad. El movimiento estaba encabezado por el mismo General de la Orden, Miguel de Cesena, al que se adhirieron otros dos franciscanos: Bonagracia y el propio Ockham.

Desde el exterior, el emperador Luis IV de Baviera les defiende, frente al papa Juan XXII. Todo ello hace que en 1326 huyan de Aviñón, Cesena (llevándose el sello de la Orden), Bonagracia y Ockham, más otro franciscano que se les une a última hora, poniéndose al amparo de Luis de Baviera.

La reacción de Juan XXII no se hizo esperar: excomulgó a los cuatro «espirituales» y destituyó de su cargo de General a Cesena, el cual, no obstante, siguió con el sello de la Orden franciscana en su poder

Estos hechos concretos se producen en un contexto marcado por el final del ideal teocrático que viene a coincidir  con la muerte de Bonifacio VIII (1303), el drama del cautiverio de Aviñón (1309-1377), el derrumbamiento del ideal imperial con la muerte de Enrique VII (1313) y el comienzo de la Guerra de los Cien Años (1337-1453).

Pero lo importante no es si Ockam elige bien el bando, ni si quiera la cuesión de la pobreza evangélica. Según algunas fuentes, Ockham habría dicho a Luis de Baviera: «O imperator, defende me gladio, et ego defendam te verbo» ("Oh emperador, defiéndeme con la espada, y yo te defenderé con la palabra"). Aunque Ockam no hubiera dicho esta frase realmente, si que refleja su dedicación a construir un discurso argumentativo, un argumentario, para defender la causa del emperador contra el papado. 
De ese argumentario forma parte la afirmación de que no existen los conceptos universales, que sólo existen los individuos, que no hay una cosa tal como la naturaleza humana que se corresponda un derecho natural, que lo que vale es el derecho positivo que regula las interacciones entre individuos, y que en la gestión de ese derecho positivo es el emperador y no el papa el que tiene la última palabra. 

Pues bien, lo que destaca Racionero es que el esfuerzo intelectual que exige la construcción de este argumentario no habría tenido sentido si no hubiera estado en disputa el poder. El discurso filosófico recibe por lo tanto impulso de la contienda política. el discurso filosófico no avanza si el poder se ostenta de un modo absoluto y  no discutido.

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