miércoles, 28 de enero de 2015

LA GEOINGENIERÍA A PARTIR DE 2010: 2025.

Mike Hulme decía en 2010, en un artículo publicado en The Guardian, que durante ese año la forma de enfocar la ciencia y la política del cambio climático había cambiado, rompiéndose la relación directa y lineal entre resultados científicos y acción política. 

Una de las consecuencias que preveía Hulme era la entrada en escena de soluciones que hasta el momento se habían descartado. En concreto veía como probable un aumento del interés en la geoingeniería como solución al cambio climático.

Ciertamente, durante años se ha visto a la geoingeniería como una solución tecnocrática que tenía muchos más inconvenientes que ventajas. Sin embargo,  en 2010, las manifestaciones en favor y en contra se fueron primero igualando, y finalmente aparecieron bastantes textos favorables; a aplicar técnicas de geoingeniería, o al menos a pensar un poco más en serio sobre ello.

La geoingeniería, o dicho con más propiedad la ingeniería climática, no trata de mitigar las emisiones de dióxido de carbono, ni de adaptarse a la nueva temperatura resultante. Trata de reaccionar al incremento de temperatura provocado por los gases de efecto invernadero,  básicamente aumentando la capacidad reflejante de la atmósfera frente a la radiación solar.

Este tipo de soluciones provocan desconfianza y rechazo en sectores destacados de la sociedad, ya sea por una desconfianza general en las soluciones tecnológicas, ya sea por los riesgos ambientales implicados, ya sea porque con esta solución no se pone el acento en la mitigación de las emisiones, o por una combinación de todo ello.

El caso es que en 2010 estábamos en una situación que era el resultado de varias circunstancias. 

Por un lado, no fue posible el acuerdo en Copenhague, cumbre en la que se había puesto a partir de 2007 grandes esperanzas, por otro lado había una mayor certeza de que el cambio climático es real y de que es antrópico, pero que sin embargo la ciencia no puede aquilatar los detalles y que queda bastante margen para tomar decisiones y que por lo tanto queda abierta la negociación entre agentes con intereses divergentes; y que el tiempo juega, no obstante, en contra de dilatar las decisiones porque se puede llegar a puntos de no retorno.

Basta echar una ojeada a la recopilación de artículos que presentaba por ejemplo The Guardian (Climate Change political science) para comprobar que algo estaba cambiando en este tema, y basta ver algunos artículos en  revistas especializadas  para ver que se ha pasado del rechazo casi total en la comunidad científica a la actitud de que que habría que pensar un poco más sobre el asunto.

 ( ARTÍCULO Solar geoengineering to limit the rate of temperature change, Douglas G. MacMartin, Ken Caldeira and David W. Keith).Control and Dynamical Systems, California Institute of Technology, Department of Global Ecology, Carnegie Institution for Science, Stanford, CA 94305, USA, School of Engineering and Applied Sciences and Kennedy School ofGovernment, Harvard University)

En 2025, La geoingeniería es un área de investigación activa, pero todavía no es una opción de mitigación aceptada a gran escala. Su uso genera debates éticos, políticos y técnicos complejos.
 
Se continúa investigando en tecnologías de geoingeniería, principalmente en dos áreas: 

Gestión de la radiación solar (SRM): Busca reflejar la luz solar de vuelta al espacio, por ejemplo, inyectando aerosoles en la estratosfera.

Eliminación del dióxido de carbono (CDR): Se centra en capturar el CO₂ directamente de la atmósfera para almacenarlo de forma segura.  
 

Los principales argumentos en contra de la geoingeniería se centran en los riesgos desconocidos para los ecosistemas, la posibilidad de que se convierta en una "solución fácil" que retrase la acción climática real y el riesgo de que su uso parcial pueda desestabilizar el sistema climático de forma impredecible.

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