En el siglo XV, una avanzadilla de sabios urbanos, en clara oposición a la cultura medieval gestada en los monasterios, impulsó la recuperación del mundo clásico: el Renacimiento.
En su faceta más filosófica se le ha llamado humanismo y tuvo una evidente voluntad de oponerse a la escolástica.
En su faceta más filosófica se le ha llamado humanismo y tuvo una evidente voluntad de oponerse a la escolástica.
El humanismo renacentista fue toda una nueva disposición hacia el saber, la belleza y
el mundo. Su enunciado de sistema fue «el hombre es la medida de todas las
cosas»; un viejo aforismo griego, del sofista Protágoras, y recuperado por la
cultura secular renacentista, que vino a expresar las ansias europeas de recrear la Edad Antigua.
Los humanistas dieron voz y precisión a ese deseo: nueva
literatura, uso de las lenguas romances, ironía, exaltación de pasiones poco
permitidas, verdad, salud, desafíos. El primer humanismo sobre todo renunció
a pensar que la verdadera vida humana se jugara fuera del
ámbito de la vida mortal. Se pone en valor esta vida.
El elogio de la vida y lo que tiene de bueno y amable
llena las páginas de la literatura humanista. Y con ello, se elogia también la elegancia en
la lengua, las maneras y los sentimientos.
Pero ese Renacimiento produjo a su vez una cultura elitista que no pudo dejar de serlo. La calidad de la obra humanista era extraordinaria, pero la cantidad que
la respaldaba o podía llegar a hacerlo resultó insuficiente.
El primer humanismo había acumulado la cantidad suficiente de confianza del hombre en sí mismo para hacer posible
el cambio de paradigma social: de las sociedades monásticas, cuya confianza está depositada en la providencia divina, se pasa a la confianza
en los logros de la inteligencia y la voluntad humanas, al interés y la
admiración por ese producto inacabado que es el ser humano, en descripción de Pico de la Mirandola.
Pero si contemplamos más de
cerca el humanismo renacentista, dice Amelia Valcarcel, nos sorprenderá por su profundo elitismo. Se basa mucho más en una estética que en una ética. Se es humanista porque la
humanidad agrada, satisface, enorgullece; pero no toda: sólo la de aquellos
que son nobles, vigorosos de alma, audaces, amantes de lo bello. Si además
existe una humanidad doliente ésa no merece atención y sí, a veces, burla. Es
su problema si no están a la altura. El gran Renacimiento es poco o nada
compasivo. Los desheredados no cuentan.
En el viejo humanismo hay un giro antropocéntrico
por oposición al teocentrismo; cultura secular frente a mundo clerical, y quizás por eso mismo tiene un marcado elitismo.
Esa cultura no fue capaz
de percibir lo que el ambiente que se vivía en la Florencia de Savonarola claramente anunciaba: el lenguaje y la visión religiosa del mundo, que seguía siendo común y
compartido en Europa y que también acabaría por llenar las mentes y las
páginas de la inmediata historia europea.
Los textos y las palabras tenidas en
común serían los evangelios que un monje agustino (Lutero), aterrado por el neopaganismo
italiano, traduciría al alemán para que fuera accesible a los que no sabía leer griego ni latín.
La gran cultura humanista tuvo que someterse y ceder ante la Reforma. El
humanismo clasicista cayó ante la vigorosa reforma del cristianismo y los terremotos
políticos que provocó. Pervivió su estética, pero naufragó su aliento
ético señorial. No estaba hecho para las gentes del común. El humanismo
que pervivió en las artes y las bellas letras se tornó pesimista sobre la naturaleza
humana.
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Así, la Reforma no se opone directamente a la escolástica, a lo que se opone de un modo inmediato es la cultura del Renacimiento, que percibe como un revivir del antiguo paganismo, fuera del alcance de la gran masa de ciudadanos (burgueses) de las nuevas ciudades que han ido creciendo y generando nuevos personajes desde el final de la Edad Media.
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Para un recorrido por el humanismo desde el Renacimiento hasta la actualidad:
A. Valcarcel
A. Valcarcel
Vindicación del humanismo
ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política
N.º 36, enero-junio, 2007, 7-61
ISSN: 1130-2097
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