Celso contra los cristianos
Con frecuencia, los estudiantes de filosofía preguntan por las razones del éxito del cristianismo sustituyendo al paganismo entre los romanos y plantean también si hubo críticos intelectualmente potentes que le hicieran frente.
La primera cuestión es larga y difícil. La segunda es más concreta. El más representativo de estos críticos paganos fue Celso.
Quizás originario de la parte oriental del Imperio, o quizás romano con conocimientos de la cultura egipcia y del judaísmo, vivió durante el reinado de Marco Aurelio, Su actividad literaria cae entre los años 175 a 180, y escribió una obra titulada ’alethès lógos (“LaVerdadera Palabra”, o “El Verdadero Discurso”), contra la religión cristiana.
El texto arranca con este párrafo:
"Hay una raza nueva de hombres nacidos ayer, sin patria ni tradiciones, asociados entre sí contra todas las instituciones religiosas y civiles, perseguidos por la justicia, universalmente cubiertos de infamia, pero autoglorificándose con la común execración: son los Cristianos".
El texto de Celso es un todo en uno que incluye: un ataque al cristianismo desde el punto de vista del judaísmo, un ataque al cristianismo desde el punto de vista de la filosofía, una refutación de la doctrina cristiana en detalle, y un llamamiento a los cristianos a adoptar el paganismo.
Celso acusa a los cristianos de arrogarse una sabiduría superior, mientras que en realidad, sus ideas sobre el origen del universo, por ejemplo, son comunes, dice, a todos los pueblos y están ya en los sabios de la antigüedad.
No cumple las expectativas de un mesías hebreo
En la segunda parte, Celso sostiene que Cristo no cumplía las expectativas mesiánicas del pueblo hebreo. Cristo, dice, reclamaba provenir de nacimiento virginal; en realidad, era el hijo de una aldeana judía, la esposa de un carpintero.
Para demostrar que Cristo no es el Mesías utiliza argumentos como la huida a Egipto, en la que se da la ausencia de cualquier intervención divina en favor de la Madre de Jesús, quien fue desterrada junto con su marido y otros. También que durante el curso de su ministerio público Cristo no pudo convencer a sus compatriotas que su misión era divina, y que tenía como seguidores a diez o doce "publicanos y pescadores infames", los cuales no son la compañía apropiada para un dios.
En cuanto a los milagros atribuidos a Cristo, algunos, dice Celso, eran narraciones meramente ficticias, los otros, si realmente se realizaron, no son más maravillosos que las obras de los egipcios y de otros adeptos a las artes mágicas.
Celso reprende a aquellos judíos que “abandonando la ley de sus padres”, se dejaron engañar por uno a quien su nación había condenado, y cambiaron su nombre de judíos a cristianos. Jesús no cumplió sus promesas a los judíos; en lugar de triunfar, como ellos hubiesen esperado que triunfara el Mesías, Él falló incluso en mantener la confianza y la lealtad de sus seguidores elegidos. La alegada predicción de su muerte es una invención de sus discípulos, y la fábula de su resurrección no es nada nuevo para los que recuerdan las historias similares narradas sobre Zamolxis, Pitágoras y Rhampsinit. Si Cristo resucitó de entre los muertos, ¿por qué se apareció sólo a sus discípulos, y no a sus perseguidores y a aquellos que se burlaron de él?
En la tercera parte Celso reprende tanto a judíos como a cristianos por su ridículo desacuerdo en materia de religión, mientras que, de hecho, ambas religiones descansan sobre los mismos principios: los judíos se rebelaron contra los egipcios y los cristianos contra los judíos; en ambos casos, la verdadera causa de la separación fue la sedición. A continuación, les reprocha a los cristianos por la falta de unidad entre ellos; hay tantas y tan diferentes sectas que no tienen nada en común excepto el nombre de cristianos. Como casi todos los adversarios paganos del cristianismo, censura a los cristianos por excluir de su sociedad a los "sabios y buenos", y por asociarse sólo con los ignorantes y pecadores.
En la cuarta parte recoge en detalle las enseñanzas de los cristianos y las refuta desde el punto de vista de la historia de la filosofía. Lo que es verdadero en las doctrinas de los cristianos fue tomado, afirma, de los griegos, y los cristianos no añadieron nada salvo su propia interpretación perversa de las doctrinas de Platón, Heráclito, Sócrates y otros. "Los griegos", dice él, "nos dicen claramente lo que es la sabiduría y lo que es mera apariencia; los cristianos desde el principio nos piden que creamos lo que no entendemos, que invoquemos la autoridad de uno que estaba desacreditado incluso entre sus propios seguidores ". De igual manera, la enseñanza cristiana sobre el Reino de Dios no es más que una corrupción de la doctrina de Platón; cuando los cristianos nos dicen que Dios es un espíritu, están meramente repitiendo el dicho de los estoicos de que Dios es "un espíritu que penetra todo y que abarca todo”. Por último, la idea cristiana de la vida futura fue tomada de los poetas y filósofos griegos; la doctrina de la resurrección del cuerpo es simplemente una corrupción de la antiquísima idea de la transmigración de las almas.
Como consecuencia de todo lo anterior, en la quinta y última, parte Celso invita a los cristianos a abandonar su "culto" y a unirse a la religión de la mayoría, así como a abandonar su "vana esperanza" de establecer el imperio del cristianismo sobre toda la tierra; les invita a renunciar a su "vida aparte", y a ocupar su lugar entre los que de palabra, obra y servicio activo contribuyen al bienestar del Imperio.
Dos actitudes: Tertuliano y Orígenes
Frente a un ataque como el que hizo Celso a los cristianos, podían adoptarse diferentes actitudes: no entrar en los argumentos concretos, o bien, intentar desmontar los argumentos del atacante, punto por punto.
Tertuliano es un representante bastante claro de la primera actitud. Su posición se califica en los manuales de filosofía como antirracionalista, fideista, defendiendo que todo es un problema de fe: creo porque es todo tan extraño, tan absurdo, que no puede ser inventado.
Se acusa a Tertuliano de estar contra toda filosofía (aunque quizás su oposición al pensamiento filosófico no sea tan rotunda en tanto que podría estar en la línea de la retórica de Aristóteles, cuando afirma que algunas historias son tan improbables que es razonable creer en ellas., como defiende Robert D. Sider)
Se acusa a Tertuliano de estar contra toda filosofía (aunque quizás su oposición al pensamiento filosófico no sea tan rotunda en tanto que podría estar en la línea de la retórica de Aristóteles, cuando afirma que algunas historias son tan improbables que es razonable creer en ellas., como defiende Robert D. Sider)
En todo caso, su actitud es muy diferente de la que seguirá Orígenes.
Sobre la actitud de Tertuliano:
CREDO QUIA ABSURDUM?
ROBERT D. SIDER
CLASSICAL WORLD 73 (APRIL-MAY 1980), pp.417-9
Orígenes contra Celso (185-254)
Educado en una familia cristiana (su padre murió martirizado en el 202), sucedió a Clemente de Alejandría al frente de la escuela cristiana de esa ciudad, que convirtió en un prestigioso centro de teología.
Su rivalidad con el obispo Demetrio, que le reprochó haberse hecho ordenar sacerdote sin su consentimiento, lo llevó a exiliarse en Palestina (231). Es autor de numerosos tratados ascéticos, dogmáticos (De principiis), obras exegéticas y escritos polémicos como éste que nos ocupa: Contra Celso.
Orígenes no es contemporáneo de Celso. Escribe su polémica contra él unos cincuenta años después. Escribe además, no por iniciativa propia sino por encargo.
Orígenes no es un autor cristiano cualquiera, es uno de los tres grandes, junto con Agustín y Tomás. Aunque al principio parece que se tomó el trabajo de refutar a Celso a la ligera, acaba componiendo un argumento completo que trata de desmontar la acusaciones de Celso sin dejar nada por responder.
La mejor forma de comprobar la potencia argumental de Orígenes es leer algunos de sus contrargumetos contra Celso.
Orígenes, a diferencia de Tertuliano, no desprecia la filosofía. Realmente considera a Celso, al que identifica como epicúreo, un falso filósofo. Mientras que por el contrario los estoicos, Sócrates, Aristóteles, Platón o Pitágoras, sí merecerían ese calificativo.
Orígenes, a diferencia de Tertuliano, no desprecia la filosofía. Realmente considera a Celso, al que identifica como epicúreo, un falso filósofo. Mientras que por el contrario los estoicos, Sócrates, Aristóteles, Platón o Pitágoras, sí merecerían ese calificativo.
Las claves del debate entre Celso y Orígenes
Celso se opone a la idea cristiana de un origen divino directo del hombre con la teoría de que los hombres y los animales tienen un origen natural común, y que el alma humana surge del alma animal. el alma no es inmortal y todo lo que le puede pasar a los humanos termina con la muerte.
Los dioses puede que existan , pero si existen no se ocupan de los humanos, que por lo tanto no tienen que temerlos, como tampoco tienen que temer a las represalias de éstos una vez muertos (una tesis epicúrea).
Orígenes reconoce su teología vinculada con el judaísmo, su Dios es el Dios de Abraham, pero su antropología, en particular la psicología, en tanto que teoría del alma, es la antropología que comparten todas las escuelas de filosofía griegas en lo fundamental, salvo los epicúreos, que en eso están solos. Algo que Orígenes se encarga de remarcar constantemente.
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Por un lado, Celso ve el cristianismo como un judaismo degenerado; cuando, en realidad, ya está evolucionando hacia algo más parecido a un culto de misterios. Orígenes, desde el otro lado, ve a Celso como un epícureo, cuando tiene bastante de platónico. El debate es pues confuso y queda sesgado cuando se acusa al otro de decir o pensar algo que realmente no dice o piensa.
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Leer a Celso directamente:
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Sobre la filiación platónica de Celso:
Celsus the Platonist
"Celsus the Platonist." The Catholic Encyclopedia. Vol. 3. New York: Robert Appleton Company, 1908. 10 Dec. 2015<http://www.newadvent.org/cathen/03490a.htm>.
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Leer directamente a Orígenes:
Origenes contra Celso
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Leer directamente a Orígenes:
Origenes contra Celso
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