Partitocracia
La partitocracia es una democracia de poca calidad, una democracia imperfecta en la que todo el poder está de un modo u otro concentrado en los aparatos de los partidos políticos.
No importa para el caso que lo partidos sean dos, uno o veintiuno. Para evitar la partitocracia, debe haber un sistema de contrapesos en los que unos poderes controlen a otros. Pero esto no es suficiente. Puede quedarse en una cuestión simplemente formal, pero no real si no existe una sociedad civil fuerte y autónoma con respecto a los aparatos de los partidos.
Qué es eso que podemos llamar sociedad civil no es algo que esté claro en absoluto.
Es uno de esos concepto muy borrosos que sólo se clarifican si se ponen ejemplos.
En las democracias imperfectas cualquier asociación que se constituya y tenga algún tipo de poder sobre algo es objeto de atención por los partidos políticos. Hay incluso un reparto tácito sobre el tipo de asociaciones que cada partido tiende a controlar: ambientalistas, de vecinos, de padres,...
Los mecanismos son sencillos: controlar los órganos directivos y decidir sobre cuestiones clave como la financiación.
¿Es posible un esquema diferente?
La Royal Society
Aunque venía funcionando informalmente, al menos desde 1645, después del azaroso periodo de Cromwell la sociedad empieza a reunirse en Londres en 1660. Se establece una cuota de ingreso de 10 chelines y una cuota semanal de un chelín para sufragar los experimentos.
El 18 de septiembre de 1661 se acuerda un borrador de estatutos y la cédula real de asociación se firma el 15 de julio de 1662, momento en el que oficialmente se constituye la Royal Society.
A los efectos que interesan aquí, lo que hay que ver es cómo una asociación consigue preservar su autonomía con respecto del poder político, y cómo ese poder político se ve conminado a respetarla.
La autonomía no es algo que se tenga sin más sino que hay que ir tomando decisiones continuamente para mantenerla. Tiene que haber voluntad, determinación, estrategia y tácticas para lograrlo.
En 1830, la Sociedad está en un momento bajo. Es el año en que Babagge escribe Reflections on the Decline of Science in England. Muchos de los miembros no están haciendo nada. La determinación que se toma es la de ser mucho más exigente en la admisión. Sólo se admitirán 15 miembros cada año, elegidos entre científicos. Los curiosos, los amantes de adornarse con vitolas que no les corresponden y sobre todo los políticos que sólo son políticos, quedan fuera.
Pasados veinte años, en 1850, aparece con claridad que la precariedad presupuestaria de la Sociedad puede acotar sus objetivos. La solución que se tome puede sin duda comprometer la autonomía de la asociación.
Lo que se hace es aceptar un ayuda gubernamental de 1000 libras al año. Pero la asociación no es la beneficiaria de ese dinero, sólo es depositaria y debe revertir en investigadores individuales. El retorno de esa financiación hacia el Estado es servir de Academia de Ciencias para el Reino Unido.
Lo que se hace es aceptar un ayuda gubernamental de 1000 libras al año. Pero la asociación no es la beneficiaria de ese dinero, sólo es depositaria y debe revertir en investigadores individuales. El retorno de esa financiación hacia el Estado es servir de Academia de Ciencias para el Reino Unido.
El consejo de gobierno de la asociación es elegido entre todos lo miembros. Los miembros, una vez aceptados, son vitalicios y pertenecen a la asociación de por vida.
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Actualmente, la Sociedad tiene unos 1450 miembros, la subvención estatal es de unos 37 millones de libras y se eligen unos 52 miembros nuevos cada año.
No se trata en absoluto de mecanismos especialmente sofisticados, se trata de establecer simplemente unas reglas del juego democráticas y de respetarlas.
De la autonomía procede la credibilidad. autonomía no significa objetividad plena ni que se esté ausente de sesgos (las creencias del grupo pueden ser mayoritariamente unas). Lo importante es que puedan se otras, otras distintas a las del poder que gobierna en el ejecutivo. Se trata de mantener los sesgos dentro de unos límites razonables.
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