lunes, 4 de enero de 2016

EL GRAN DEBATE INTELECTUAL DEL SIGLO XII. ABELARDO CONTRA BERNARDO DE CLARAVAL. RACIONALISMO E IRRACIONALISMO MÍSTICO


Si la razón da argumentos en apoyo de la la fe, o es, por el contrario, la fe la que esclarece y da sentido  a los juicios de la razón, fue un tema de debate profundo en las escuelas medievales a partir del renacimiento carolingio del siglo IX, que fue creciendo hasta convertirse en un tema clave en el siglo XII. 

Abelardo, docente en París en el siglo XII, estaba constitucionalmente inclinado a dar énfasis al primer principio. Esto es, a utilizar la argumentación racional para descifrar los misterios de la doctrina, en vez de admitirlos como verdades reveladas. 

Dice Abelardo:

"Mis alumnos me pedían razones humanas y filosóficas y me reclamaban aquello que pudiesen entender y no aquello sobre lo que no pudiesen discernir. Decían que no servía de nada pronunciar muchas palabras, si no se hacía con inteligencia; que no se podía creer nada que previamente no se hubiese entendido; y que es ridículo que alguien predique nada que ni él ni sus alumnos no puedan abarcar con el intelecto".

El siglo XII es precisamente un tiempo en el que la argumentación racional trata de hacerse su sitio en las escuelas de filosofía y teología, que toman nueva fuerza después del paréntesis del siglo X y las invasiones normandas. Lógicamente, ésto no podía hacerse sin resistencia. Abelardo no pasaba desapercibido, durante algunos periodos de su atribulada vida tuvo mucho éxito entre los estudiantes, lo cual tuvo consecuencias.

Abelardo encontró un oponente de su talla intelectual: Bernado de Claraval. Sus disputas no son simples controversias entre la atracción de lo emergente y la defensa de la tradición. Son mucho más que eso, conforman el gran debate intelectual del siglo XII.

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Abelardo en París

En los últimos años del siglo XI, Abelardo dejó el castillo de su padre y buscó instrucción como estudiante itinerante en las escuelas de los más renombrados maestros de aquellos días. Entre esos maestros estaba Roscelin el nominalista, en cuya escuela de Locmenach, cerca de Vannes, Abelardo pasó con seguridad algún tiempo antes de continuar a París. 

Aunque la Universidad de París no existió como institución organizada hasta más de medio siglo después de la muerte de Abelardo, florecían en su época en París la Escuela de la Catedral, la Escuela de Ste. Geneviève, y la de St. Germain des Prés, las precursoras de las escuelas universitarias del siglo siguiente. 

La Escuela de la Catedral era indudablemente la más importante de ellas, y allá dirigió sus pasos el joven Abelardo para estudiar dialéctica con el renombrado maestro Guillermo de Champeaux, que en el problema de los universales mantenía un posición realista, totalmente opuesta a la de Roscelin.

El joven provinciano, no sólo se aventuró a objetar la enseñanza del maestro parisino, destacando las contradicciones del realismo, sino que intentó establecerse como maestro rival. 

Pero eso no era asunto fácil en París, así que estableció su escuela primero en Melun y luego en Corbeil, probablemente, hacia el año 1101. 

El par de años siguientes Abelardo los pasó en su lugar natal "casi aislado de Francia", como él dice. La razón de este retiro forzoso de la lucha dialéctica fue la falta de salud. 

Al volver a París volvió a ser de nuevo alumno de Guillermo de Champeaux con el propósito de estudiar retórica. Cuando Guillermo se retiró al monasterio de San Víctor, Abelardo, que mientras tanto había reanudado su enseñanza en Melun, se apresuró a ir a París para conseguir la cátedra de la Escuela de la Catedral. Habiendo fracasado en esto, estableció su escuela en el Monte de Ste. Geneviève (1108). Allí y en la Escuela de la Catedral, en la que finalmente en 1113 logró obtener una cátedra, se hace un gran renombre como maestro de retórica y dialéctica.

La carrera de Abelardo como maestro en París, de 1108 a 1118, fue excepcionalmente brillante. Los alumnos acudían en tropel desde todos los países de Europa, Fue, de hecho, el ídolo de París; elocuente, vivaz, bien parecido, poseedor de una voz inusualmente rica, lleno de confianza en su propio poder de agradar, tuvo el mundo entero a sus pies.

Historia de calamidades


Resultado de imagen de ABELARDO Y ELOISAQue Abelardo utilizaba estas ventajas lo admitían incluso sus más ardientes admiradores. De hecho, en la "Historia de mis calamidades" confiesa que en ese periodo de su vida estaba henchido de vanidad y orgullo. A esas faltas atribuye su caída, que fue tan repentina y trágica como lo fue todo, al parecer, en su meteórica carrera. Cuenta aquí una historia que ha llegado a formar parte de la literatura amorosa clásica: cómo se enamoró de Eloísa, sobrina del canónigo Fulberto; y todo lo que sucedió después.


Tras su caída, se retiró a la Abadía de St. Denis, deseoso de ocultarse en la soledad monástica. Pero pronto entró en conflicto con los monjes de St. Denis por su irreverente crítica de la leyenda de su santo patrono, y fue enviado a una institución filial donde reanudó antiguas disputas, tocando un tema especialmente sensible: la Santísima Trinidad. En el primer caso una clara falta de tacto y en el segundo entrar en un tema demasiado nuclear. Así que fue llamado a presentarse ante un concilio en Soissons, en 1121.

Aunque no es fácil determinar exactamente lo que tuvo lugar en el Concilio, está claro que no hubo condena formal de las doctrinas de Abelardo, pero fue con todo condenado a recitar el Credo de Atanasio, y a quemar su libro sobre la Trinidad. Aparte, fue sentenciado a prisión en la abadía de St. Médard, a instancias, al parecer, de los monjes de St. Denis, cuyo abad se mostró implacable.

Pero ese no es el final de Abelardo, huyó a un lugar desierto en las proximidades de Troyes. Allí comenzaron pronto a acudir en tropel los alumnos, se construyeron cabañas y tiendas para recibirlos, y se erigió un oratorio, bajo la advocación de "El Paráclito", y allí se renovó su antiguo éxito como maestro.

Después de la muerte de Adam, abad de St. Denis, su sucesor, Suger, absolvió a Abelardo de la censura, y así le restauró su rango de monje. Habiendo la abadía de St Gildas de Rhuys, cerca de Vannes, en la costa de Bretaña, perdido a su Abad en 1125, eligió a Abelardo para ocupar su puesto. Después de todo, tenemos a Abelardo como abad. 

Como abad de St. Gildas, Abelardo tuvo, según su propio relato, una vez más, una época muy turbulenta. Los monjes, considerándolo demasiado estricto, intentaron de varias formas liberarse de su gobierno, e incluso intentaron envenenarlo. Finalmente le hicieron abandonar el monasterio. Conservando el título de abad, residió por un tiempo en las cercanías de Nantes y después (probablemente en 1136) reanudó su carrera como maestro en París y revivió, hasta cierto punto, el renombre de los días en que, veinte años antes, reunía a "toda Europa" para oír sus lecciones. 

Ahora comienza el último acto de la tragedia de la vida de Abelardo en la que San Bernardo tuvo parte. El monje de Claraval, el hombre más poderoso de la Iglesia en aquellos días, estaba alarmado por la heterodoxia de la enseñanza de Abelardo, y cuestionó la doctrina trinitaria contenida en los escritos de Abelardo. Hubo admoniciones por una parte y desafíos por otra; San Bernardo, habiendo advertido primero en privado a Abelardo, procedió a denunciarlo a los obispos de Francia; Abelardo, subestimando quizás la capacidad e influencia de su adversario, solicitó una reunión de obispos, ante el que Bernardo y él discutirían los puntos en disputa.

Bernardo de Claraval
En 1115, el joven Bernardo fue enviado , al frente de un grupo de monjes para fundar una nueva comunidad cisterciense en el Valle de Absinthe, o Valle de la Amargura. Bernardo lo llamó Claire Vallée, Claraval.

Entonces se produce el primer cruce de personajes. Bernardo es investido como Abad por Guillermo de Champeaux, Obispo de Châlons-sur-Marne, que vio en él al hombre predestinado, siervo de Dios. Desde ese momento, nació una fuerte amistad entre el Abad y el obispo, que fue profesor de teología en Notre Dame de París , fundador del convento de San Víctor, y el maestro de Abelardo con el que debatía sobre varios temas.

Mientras que Abelardo encontró el éxito en la enseñanza impartida en París, Bernardo tiene éxito en su proselitismo para atraer monjes para su forma rigurosa de entender la vida monástica. Hay ahí un primer punto de fricción al competir  por el mismo objetivo, el mismo" target".  

La participación de Bernardo en concilios y controversias eclesiasticas le va haciendo ganar fama e influencia. Defiende los derechos de la Iglesia frente a las intromisiones de reyes y príncipes, y le recuerda sus deberes a Enrique, Arzobispo de Sense, y a Esteban de Senlis, Obispo de París. pero su máximo nivel de intervención lo alcanza con el cisma. Es capaz de decantar la balanza hacia el lado de uno de los dos papas contendientes. 

Su poder de persuasión no se limita a conseguir prosélitos para los monasterios ascéticos. Exhorta también a la cruzada, es decir, a la defensa de la fe con las armas. Es de hecho a  Beranrodo se acude, o se postula,  para redactar la regla por la que habían de regirse los templarios, que por lo tanto incorporan a su orden muchos de los preceptos cistercienses.

Los sucesos del año 1140

La exaltación de la razón humana y del racionalismo defendidos por Abelardo, encuentran en Bernardo una contraparte de la misma potencia intelectual. La historia de las calamidades y la refutación de su doctrina por San Bernardo, dice Ratisbonne, forman el mayor episodio del siglo XII.

El tratado de Abelardo sobre la Trinidad había sido condenado en 1121 y él mismo había quemado su libro. Pero en 1139 propugnó nuevos errores. Bernardo, informado de ello por Guillermo de San Thierry, escribe a Abelardo, que le contesta de una manera insultante, un estilo que era habitual en él.. Bernardo le denuncia al papa, ocasionando un concilio general a celebrar en Sens. 

Abelardo pide un debate público con Bernardo. En ese momento Bernardo está en plenas facultades y se muestra implacable describiendo los errores de su oponente. Abelardo mucho menos seguro se muestra incapaz de responder con la misma intensidad. El resultado es que  fue obligado a retirarse tras ser condenado. 

El papa confirmó el dictamen del concilio, Abelardo se sometió sin resistencia y se retiró a Cluny, donde vivió bajo la autoridad de Pedro el Venerable, muriendo dos años después.
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Secuela 

No hay unanimidad en la valoración de cuánto tiene que ver la influencia de Abelardo sobre la evolución posterior de las escuelas de París para dar como fruto la universidad. Pero no es difícil imaginar que todos aquellos alumnos de Abelardo generaron un ambiente intelectual favorable a ello. 

En su debate con Bernardo, lo que le faltaba a Abelardo, aparte de cuestiones que tienen que ver con su trayectoria vital, es un aparato conceptual más potente. Había dado una solución racional al problema de los universales, pero no tenía piezas suficientes para componer una teología racional consistente más completa

Lo que le faltaba estaba llegando: los textos completos de Aristóteles, que le servirían en el siglo siguiente de base a santo Tomás para componer un sistema filosófico.

En cuanto a Bernardo, vivirá lo suficiente para ver el fracaso de las cruzadas. Sin embargo, la mística, en cuanto acceso intuitivo y directo al conocimiento tendrá nuevas reediciones.
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Bernardo de Claraval:

Síntesis de la doctrina espiritual de San Bernardo de Claraval (parte 5) – El tratado Sobre la conversión

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Pedro Abelardo

Según William Turner (1907). Enciclopedia Católica

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