La especie humana siempre se ha visto
sometida a las inclemencias del tiempo.
La arqueología, la antropología, la
geología y otras ramas del conocimiento, dan cuenta de numerosos episodios de
variación climática, así como de los efectos que éstos tuvieron, en la evolución
de la vida en el planeta y la evolución de nuestra especie.
Ciertamente, parecía que era ahora, en la
sociedad contemporánea, cuando el clima se había convertido en un simple motivo
de conversación menor. Salvo episodios
puntuales que afectaban a tal o cual colectivo, daba la impresión de que el problema general estaba resuelto.
Todo era cuestión de canalizar ciertas ayudas, o gestionar sistemas de
seguros, para paliar los daños
producidos por algún meteoro más o menos extraordinario.
Sin embargo, en los años ochenta, surgen
voces de alarma procedentes de la comunidad científica que avisan de grandes
catástrofes que podrían tener su origen en cambios no esperados en el clima
global del planeta. Si eso es así, el clima se convierte en un problema, en un
problema global que no puede ser resuelto mediante soluciones paliativas
puntuales.
El problema tiene al menos dos elementos clave.
En primer lugar, se suscita un debate científico sobre si el cambio climático
se produce o no, si éste es el resultado
exclusivo de la acción humana y el grado en que ésta interviene. En segundo lugar, si se acepta el cambio
climático como posible y se acepta como muy probable que su origen está en la
acción humana, entonces viene obligada
la decisión sobre cuáles son
las actuaciones que se han de llevar a
cabo en dos frentes: las causas y los efectos del cambio. En el vocabulario de
los expertos del cambio climático, se habla de estos dos lados de la cuestión
como mitigación y adaptación, respectivamente.
Pero vayamos más despacio. En
la literatura científica, se suele citar a SVANTE ARRHENIUS (1859-1927) como
el primer científico que investigó el efecto que los combustibles fósiles
podrían tener sobre el calentamiento de la atmósfera terrestre. En 1896
estableció la relación entre concentraciones de dióxido de carbono atmosférico y
temperatura. ARRHENIUS Sugirió que una concentración doble de dióxido de
carbono provocaría un aumento de temperatura de 5 grados centígrados, es más,
junto con THOMAS
CHAMBERLIN
calculó que las actividades humanas podrían provocar un aumento de temperatura
como consecuencia de la emisión continuada de dióxido de carbono a la
atmósfera.
El tema se olvidó durante un tiempo, en el
cual, la comunidad científica era
mayoritariamente de la opinión de que la actividad humana resultaba insignificante comparada con otras acciones
naturales actuantes sobre el clima y que, en cualquier caso, estaba compensada
por el efecto atenuador de los océanos.
A
partir de 1940, sin embargo, se realizan mediciones de radiaciones de onda
larga mediante las nuevas técnicas disponibles. GILBERT PLASS resume estos
resultados en 1955 y concluye que la adición de dióxido de carbono a la atmósfera capta la radiación infrarroja,
que de otro modo se perdería hacia el espacio exterior, provocando un
sobrecalentamiento de la Tierra.
No obstante, el argumento de que los océanos absorben la
mayor parte del dióxido de carbono permanece intacto y, por otra parte, se
conocen por estos años curvas de temperaturas registradas que apuntan hacia una
disminución de temperaturas en el intervalo 1940-1970. Paralelamente, el estudio de los sedimentos oceánicos parece mostrar que han existido no menos de
32 ciclos de calor-frío en los últimos 2,5 millones de años, en lugar de las
cuatro glaciaciones, como se pensaba hasta entonces. Todo ello contribuye a que
algunos científicos defiendan, en ese momento,
la tesis de un enfriamiento global,
y así lo divulgan algunos medios de
comunicación.
En los años ochenta, sin embargo, la curva
de temperaturas comienza a subir. De hecho la curva de temperaturas muestra
incrementos tan intensos que la teoría del que estamos ante un calentamiento
global gana terreno. En la base de la teoría había trabajos como el de Stephen Schneider, que ya hablaba de calentamiento global en el año 1976.
En las organizaciones para la defensa del medio ambiente y en los medios de comunicación la sensibilidad hacia este problema avanza muy rápidamente. Tanto es así, que en 1988 ya hay un reconocimiento suficientemente generalizado de que el clima es en ese momento más cálido que antes de 1880. Se da valor a la Teoría del Efecto Invernadero[2] y se establece el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPPC), que se crea bajo los auspicios del Programa Medioambiental de las Naciones Unidas[3] y la Organización Meteorológica mundial[4].
El IPCC se forma en un tiempo relativamente breve, con un equipo de 2500 científicos, pertenecientes a todos los campos de investigación que se considera pueden tener algo que ver con el problema. Se le reconoce pronto como el grupo de investigación más grande de la historia.
El caso es que en la década de los años noventa los científicos vuelven a cuestionarse la denominada Teoría del Calentamiento Global[5]. Esta vez el problema está en la fiabilidad de los datos y en la adecuación de los modelos, pero a esta renuencia de los primeros años de la década le sigue la constatación de que el año 1998 es el más cálido de todos lo registrados y son muy cálidos también el 2001, el 2002 y el 2003. A la vista de estos datos, muchos se toman el problema en serio y el debate sobre el cambio climático sostiene una presencia constante en los medios de comunicación.
Actualmente
existe un consenso en la corriente científica principal sobre el hecho de que
asistimos a un incremento global de la temperatura media del planeta. Asimismo
se conviene en que la actividad humana tiene mucho que ver con este calentamiento.
DONALD KENNEDY, editor en jefe de la
revista Science, tituló un editorial en el
año 2007 con la frase: “El clima: el
partido ha terminado[6]”, asegurando que
el cuarto informe del IPPC había cerrado el debate científico sobre el cambio
climático para dejarlo en el punto en que sólo cabe debatir sobre las
decisiones que hay que adoptar para combatirlo. Realmente, el año 2007 fue el gran año para la consolidación de las tesis del calentamiento global, mientras que el 2010 sería un mal año, con Copenhague y las secuelas del caso de los correos filtrados en la Universidad de East Anglia.
Ciertamente, está claro lo que KENNEDY quiso decir
con su afirmación: los que niegan el hecho de que se está produciendo un
cambio en el clima han quedado en una posición marginal dentro de la comunidad
científica, y por lo tanto, existe un consenso suficiente sobre este tema.
A
la vista de esta situación, podría concluirse que la solución del problema podría plantearse del modo siguiente:
primero, atender las advertencias de los científicos de que es necesario un
cambio tecnológico hacia una economía más baja en emisiones de carbono; y
segundo, realizar los cambios tecnológicos adecuados, de la mano de los
expertos, para implantar dicha tecnología.
Sin
embargo, si prestamos atención a los detalles,
el problema se nos presenta con
mucha mayor complejidad.
En
primer lugar, los debates científicos
siempre permanecen abiertos[7], y
por lo tanto permanece abierta la posibilidad de que desde la ciencia procedan
informaciones que reorienten la toma de decisiones tecnológicas. Esto supone, en
la práctica política, un importante condicionante, porque determina la necesidad
de deslindar entre las conclusiones científicas sólidamente asentadas y las
cuestiones sobre las que permanecen incertidumbres todavía importantes, una
demarcación necesaria para tomar
decisiones, necesaria pero en absoluto sencilla.
Por
otro lado, los científicos no son actores aislados sino que forman parte del
entramado social. La comunidad científica no está en un compartimiento estanco
y es necesario considerar las interconexiones entre ésta y el resto de la
sociedad. No es suficiente considerar los resultados científicos como salidas de una caja negra de la cual se
desconoce el funcionamiento interno ni tampoco ignorar las acciones externas
sobre su actividad.
Todo
ello dificulta enormemente el enunciado
de afirmaciones categóricas, que se quedan normalmente en el ámbito de
lo cualitativo, o como mucho, se da un rango dentro del cual se mueve el
resultado.
En
un informe[8] de mayo
de 2001, R. LINDZEN[9] expresaba la importancia de la cuantificación para la
ciencia y las dificultades que ésta presenta en el caso particular del cambio climático:
“El cambio climático es un asunto
muy complejo en el que la simplificación conduce a la confusión. Mientras que
la opinión pública y publicada, prestan su atención a los signos de aumento o
disminución de tal o cual magnitud, la ciencia debe ocuparse de signos, pero
también de los valores numéricos de las magnitudes”.
Realmente,
insiste LINDZEN, en mucho de lo que los
científicos están de acuerdo, hay poco de cuantitativo, de tal modo que las
afirmaciones que se hacen tienen poca relevancia práctica puesto que no se apoyan en cifras.
“A pesar de que los medios de comunicación y
los grupos conservacionistas advierten de consecuencias muy concretas del
cambio climático (elevación del nivel del mar, inundaciones, sequías, climas
extremos, plagas, eliminación de especies,..), resulta que el calentamiento global
afecta a tantos aspectos diferentes y complejos que es imposible un consenso
científico amplio sobre todos ellos”.
La
cuantificación, sin embargo, es fundamental para la toma de decisiones.
Si
pasamos a la segunda parte de la fórmula, es decir, a la realización de
transferencias de tecnología encaminadas a la mitigación o adaptación a los
cambios en el clima, las oportunidades para el debate son todavía mayores.
Con
respecto de la tecnología misma existe todo un abanico de posiciones que van desde el
rechazo total al entusiasmo ferviente. Aun situándonos en un posición
intermedia en la que se admite que la tecnología resuelve ciertos problemas, cada solución tecnológica concreta lleva
aparejado un conjunto de controversias que tienen que ver con la investigación,
el desarrollo y la innovación; pero especialmente, con las
consecuencias sociales y medioambientales que resultan de su implementación.
Si
problemática es la cuestión de qué hay que hacer, también lo es quién tiene que
decidir lo que se hace, y quién tiene que llevarlo a cabo; qué grupos se
benefician, y qué grupos salen perjudicados, o simplemente menos beneficiados.
Lo
que se concluye de todo esto es que la ciencia no constituye una base
inapelable para tomar decisiones tecnológicas. Sin embargo, estas decisiones
tienen graves implicaciones sobre la posición relativa en la que quedan
individuos, grupos, y naciones, puesto que modifica las relaciones de poder existentes. hay que estar atentos no sólo a aquellos que pueden estar obviamente perjudicados, sino también a los que pueden salir beneficiados.
En
el análisis de las relaciones de poder, la ciencia tiene interés por si misma.
El ejercicio del poder no se realiza
solamente por medio de amenazas o de coacciones, sino que a veces el poder radica en convencer y persuadir. la ciencia
proporciona argumentos para este tipo de
ejercicio de poder. No sólo las relaciones que aparecen obvias, sino aquellas relaciones que se resisten al desocultamiento tienen que ser observadas y seguidas con atención.
Si hubiera que decir dos cosas que son indicio de que el cambio climático es el caso y que las consecuencias son graves, no apelaría a que los modelos matemáticos dan tal o cual resultado. En primer lugar citaría el intento de la Exxon de adelantarse e investigar por sí misma el asunto en los ochenta. No pudo contradecir la teoría del calentamiento global. En segundo lugar citaría el intento de colocar en la dirección del IPCC una persona más sensible a la industria: no sirvió tampoco para cambiar la teoría.
Aun así siempre queda la sospecha: también existe la posibilidad, como ocurrió en el caso del ozono, de que algunos ya estén preparados para sacar ventaja del nuevo cambio tecnológico, esta vez un cambio de dimensiones impresionantes.
Si hubiera que decir dos cosas que son indicio de que el cambio climático es el caso y que las consecuencias son graves, no apelaría a que los modelos matemáticos dan tal o cual resultado. En primer lugar citaría el intento de la Exxon de adelantarse e investigar por sí misma el asunto en los ochenta. No pudo contradecir la teoría del calentamiento global. En segundo lugar citaría el intento de colocar en la dirección del IPCC una persona más sensible a la industria: no sirvió tampoco para cambiar la teoría.
Aun así siempre queda la sospecha: también existe la posibilidad, como ocurrió en el caso del ozono, de que algunos ya estén preparados para sacar ventaja del nuevo cambio tecnológico, esta vez un cambio de dimensiones impresionantes.
[2] La teoría
establece el siguiente mecanismo:
El sol radia
energía solar a la tierra. La mayor parte de esta energía (45%) se radia de
nuevo al espacio. Los gases de efecto invernadero en la atmósfera contribuyen al calentamiento global por
absorción y reflexión de la energía solar y atmosférica. Este fenómeno natural
es lo que se denomina efecto invernadero.
Si los gases de efecto invernadero no existieran la tierra tendría
temperaturas por debajo de –18 oC.
[3] Los Programas y Fondos dependen orgánicamente de la Asamblea General
de las Naciones Unidas.
[4] La OMM
es un organismo especializado y por lo tanto es una organización autónoma que
trabaja con las Naciones Unidas a través de los mecanismos de coordinación del
consejo Económico y Social.
[5] El calentamiento global es el término utilizado para referirse al
fenómeno del aumento de la temperatura media global, de la atmósfera terrestre y de los océanos. La
teoría vincula el aumento de temperatura al efecto invernadero, y por lo tanto,
a variaciones en la condiciones de la atmósfera que varían su capacidad para
absorber o retener la radiación solar. Cuando se habla de calentamiento
antropogénicamente inducido, se habla de variaciones inducidas por la actividad
humana, especialmente la relacionada con la quema de combustibles fósiles.[]
[6] Kennedy (2007): “Climate:game over”
[7] En las razones y los mecanismos por los que los
debates científicos quedan abiertos entraremos con detalle en esta monografía.
[8] Lindzen (2001):
“Testimony before the senate Commerce Committee”,
[9] Richard S. Lindzen ha sido profesor en las
universidades de Chicago, Harvard y el MIT, y es miembro de la “Nacional
Academy of Sciences”. Como investigador de temas relacionados con el clima
participó en las reuniones fundacionales del IPCC. Es un físico de la
atmósfera y profesor Alfred P. Sloan de Meteorología
en el MIT. Lindzen es conocido por su obra en la dinámica
del medio atmosférico, marea atmosférica y fotoquímica
del ozono. [ ]Fue uno de los autores del capítulo
7: 'Procesos físicos del clima y Feedbacks, del IPCC Tercer Informe de Evaluación del
IPCC sobre el cambio climático antropogénico. Es conocido por su
escepticismo acerca del calentamiento global[]
y crítico de lo que dice son las presiones políticas de los científicos del
clima.[]
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