lunes, 9 de diciembre de 2019

CAMBIO CLIMÁTICO Y PODER. UNA MIRADA DESDE LA HERMENEUTICA DE LA SOSPECHA.


La especie humana siempre se ha visto sometida a las inclemencias del tiempo. 

La arqueología, la antropología, la geología y otras ramas del conocimiento, dan cuenta de numerosos episodios de variación climática, así como de los efectos que éstos tuvieron, en la evolución de la vida en el planeta y la evolución de nuestra especie.

Ciertamente, parecía que era ahora, en la sociedad contemporánea, cuando el clima se había convertido en un simple motivo de conversación menor.  Salvo episodios puntuales que afectaban a tal o cual colectivo, daba la impresión  de que el problema general estaba resuelto. Todo era cuestión de canalizar ciertas ayudas, o gestionar sistemas de seguros,  para paliar los daños producidos por algún meteoro más o menos extraordinario.

Sin embargo, en los años ochenta, surgen voces de alarma procedentes de la comunidad científica que avisan de grandes catástrofes que podrían tener su origen en cambios no esperados en el clima global del planeta. Si eso es así, el clima se convierte en un problema, en un problema global que no puede ser resuelto mediante soluciones paliativas puntuales.

El problema tiene al menos dos elementos clave. En primer lugar, se suscita un debate científico sobre si el cambio climático se produce o no,  si éste es el resultado exclusivo de la acción humana y el grado en que ésta interviene.  En segundo lugar, si se acepta el cambio climático como posible y se acepta como muy probable que su origen está en la acción humana, entonces viene obligada  la decisión sobre  cuáles son las  actuaciones que se han de llevar a cabo en dos frentes: las causas y los efectos del cambio. En el vocabulario de los expertos del cambio climático, se habla de estos dos lados de la cuestión como mitigación y adaptación, respectivamente.

Pero vayamos más despacio. En  la literatura científica, se suele citar a  SVANTE ARRHENIUS (1859-1927) como el primer científico que investigó el efecto que los combustibles fósiles podrían tener sobre el calentamiento de la atmósfera terrestre. En 1896 estableció la relación entre concentraciones de dióxido de carbono atmosférico y temperatura. ARRHENIUS Sugirió que una concentración doble de dióxido de carbono provocaría un aumento de temperatura de 5 grados centígrados, es más, junto con THOMAS CHAMBERLIN calculó que las actividades humanas podrían provocar un aumento de temperatura como consecuencia de la emisión continuada de dióxido de carbono a la atmósfera.

El tema se olvidó durante un tiempo, en el cual,  la comunidad científica era mayoritariamente de la opinión de que la actividad humana resultaba insignificante comparada con otras acciones naturales actuantes sobre el clima y que, en cualquier caso, estaba compensada por el efecto atenuador de los océanos.

A partir de 1940, sin embargo, se realizan mediciones de radiaciones de onda larga mediante las nuevas técnicas disponibles. GILBERT PLASS resume estos resultados en 1955 y concluye que la adición de dióxido de carbono  a la atmósfera capta la radiación infrarroja, que de otro modo se perdería hacia el espacio exterior, provocando un sobrecalentamiento de la Tierra. No obstante, el argumento de que los océanos absorben la mayor parte del dióxido de carbono permanece intacto y, por otra parte, se conocen por estos años curvas de temperaturas registradas que apuntan hacia una disminución de temperaturas en el intervalo 1940-1970. Paralelamente,  el estudio de los sedimentos oceánicos  parece mostrar que han existido no menos de 32 ciclos de calor-frío en los últimos 2,5 millones de años, en lugar de las cuatro glaciaciones, como se pensaba hasta entonces. Todo ello contribuye a que algunos científicos defiendan, en ese momento,  la tesis de un enfriamiento global,  y así lo divulgan algunos  medios de comunicación.

En los años ochenta, sin embargo, la curva de temperaturas comienza a subir. De hecho la curva de temperaturas muestra incrementos tan intensos que la teoría del que estamos ante un calentamiento global gana terreno.  En la base de la teoría había trabajos como el de Stephen Schneider, que  ya hablaba de calentamiento global en el año 1976. 

En las organizaciones para la defensa del medio ambiente y en los medios de comunicación la sensibilidad hacia este problema avanza muy rápidamente. Tanto es así, que en 1988 ya hay un reconocimiento suficientemente generalizado de que el clima es en ese momento más cálido que antes de 1880. Se da valor a la Teoría del Efecto Invernadero[2] y se establece el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPPC), que se crea bajo los auspicios del Programa Medioambiental de las Naciones Unidas[3] y la Organización Meteorológica mundial[4].

El IPCC se forma en un tiempo relativamente breve, con un equipo de 2500 científicos, pertenecientes a todos los campos de investigación que se considera pueden tener algo que ver con el problema. Se le reconoce pronto como el grupo de investigación más grande de la historia.

El caso es que en la década de los años noventa los científicos vuelven a cuestionarse la denominada Teoría del Calentamiento Global[5]. Esta vez el problema está en la fiabilidad de los datos y en la adecuación de los modelos, pero a esta renuencia de los primeros años de la década le sigue la constatación de que el año 1998 es el más cálido de todos lo registrados y son muy cálidos también el 2001, el 2002 y el 2003. A la vista de estos datos, muchos se toman el problema en serio y el debate sobre el cambio climático sostiene una presencia constante en los medios de comunicación.


Resultado de imagen de bali summit 2007Actualmente existe un consenso en la corriente científica principal sobre el hecho de que asistimos a un incremento global de la temperatura media del planeta. Asimismo se conviene en que la actividad humana tiene mucho que ver con este calentamiento. DONALD KENNEDY, editor en jefe de la revista Science, tituló un editorial en el año 2007 con la frase: “El clima: el partido ha terminado[6], asegurando que el cuarto informe del IPPC había cerrado el debate científico sobre el cambio climático para dejarlo en el punto en que sólo cabe debatir sobre las decisiones que hay que adoptar para combatirlo. Realmente, el año 2007 fue el gran año para la consolidación de las tesis del calentamiento global, mientras que el 2010 sería un mal año, con Copenhague y las secuelas del caso de los correos filtrados en la Universidad de East Anglia. 

Ciertamente, está claro lo que KENNEDY quiso decir con su afirmación: los que niegan el hecho de que se está produciendo un cambio en el clima han quedado en una posición marginal dentro de la comunidad científica, y por lo tanto, existe un consenso suficiente sobre este tema.

A la vista de esta situación, podría concluirse que la solución del problema  podría plantearse del modo siguiente: primero, atender las advertencias de los científicos de que es necesario un cambio tecnológico hacia una economía más baja en emisiones de carbono; y segundo, realizar los cambios tecnológicos adecuados, de la mano de los expertos, para implantar dicha tecnología. 

Sin embargo, si prestamos atención a los detalles,  el problema se nos presenta con mucha mayor complejidad.

En primer lugar,  los debates científicos siempre permanecen abiertos[7], y por lo tanto permanece abierta la posibilidad de que desde la ciencia procedan informaciones que reorienten la toma de decisiones tecnológicas. Esto supone, en la práctica política, un importante condicionante, porque determina la necesidad de deslindar entre las conclusiones científicas sólidamente asentadas y las cuestiones sobre las que permanecen incertidumbres todavía importantes, una demarcación necesaria para  tomar decisiones, necesaria pero en absoluto sencilla.

Por otro lado, los científicos no son actores aislados sino que forman parte del entramado social. La comunidad científica no está en un compartimiento estanco y es necesario considerar las interconexiones entre ésta y el resto de la sociedad. No es suficiente considerar los resultados científicos como  salidas de una caja negra de la cual se desconoce el funcionamiento interno ni tampoco ignorar las acciones externas sobre su actividad.

Todo ello dificulta enormemente el enunciado  de afirmaciones categóricas, que se quedan normalmente en el ámbito de lo cualitativo, o como mucho, se da un rango dentro del cual se mueve el resultado.

En un informe[8] de mayo de 2001, R. LINDZEN[9] expresaba la importancia de la cuantificación para la ciencia y las dificultades que ésta presenta en el  caso particular del cambio climático:

“El cambio climático es un asunto muy complejo en el que la simplificación conduce a la confusión. Mientras que la opinión pública y publicada, prestan su atención a los signos de aumento o disminución de tal o cual magnitud, la ciencia debe ocuparse de signos, pero también de los valores numéricos de las magnitudes”.

Realmente, insiste LINDZEN, en mucho de lo que los científicos están de acuerdo, hay poco de cuantitativo, de tal modo que las afirmaciones que se hacen tienen poca relevancia práctica puesto que no se  apoyan en cifras.

A pesar de que los medios de comunicación y los grupos conservacionistas advierten de consecuencias muy concretas del cambio climático (elevación del nivel del mar, inundaciones, sequías, climas extremos, plagas, eliminación de especies,..), resulta que el calentamiento global afecta a tantos aspectos diferentes y complejos que es imposible un consenso científico amplio sobre todos ellos”.
  
La cuantificación, sin embargo, es fundamental para la toma de decisiones.

Si pasamos a la segunda parte de la fórmula, es decir, a la realización de transferencias de tecnología encaminadas a la mitigación o adaptación a los cambios en el clima, las oportunidades para el debate son todavía mayores.

Con respecto de la tecnología misma existe todo un abanico de posiciones que van desde el rechazo total al entusiasmo ferviente. Aun situándonos en un posición intermedia en la que se admite que la tecnología resuelve ciertos problemas, cada solución tecnológica concreta lleva aparejado un conjunto de controversias que tienen que ver con la investigación, el desarrollo y la innovación; pero especialmente, con las consecuencias sociales y medioambientales que resultan de su implementación.

Si problemática es la cuestión de qué hay que hacer, también lo es quién tiene que decidir lo que se hace, y quién tiene que llevarlo a cabo; qué grupos se benefician, y qué grupos salen perjudicados, o simplemente menos beneficiados.

Lo que se concluye de todo esto es que la ciencia no constituye una base inapelable para tomar decisiones tecnológicas. Sin embargo, estas decisiones tienen graves implicaciones sobre la posición relativa en la que quedan individuos, grupos, y naciones, puesto que modifica las relaciones de poder existentes. hay que estar atentos no sólo a aquellos que pueden estar obviamente perjudicados, sino también a los que pueden salir beneficiados. 

En el análisis de las relaciones de poder, la ciencia tiene interés por si misma. El ejercicio del poder no se  realiza solamente por medio de amenazas o de coacciones, sino que a veces el poder radica en convencer y persuadir. la ciencia proporciona argumentos para este tipo de  ejercicio de poder. No sólo las relaciones que aparecen obvias, sino aquellas relaciones que se resisten al desocultamiento tienen que ser observadas y seguidas con atención.  

Si hubiera que decir dos cosas que son indicio de que el cambio climático es el caso y que las consecuencias son graves, no apelaría a que los modelos matemáticos dan tal o cual resultado. En primer lugar citaría el intento de la Exxon de adelantarse e investigar por sí misma el asunto en los ochenta. No pudo contradecir  la teoría del calentamiento global. En segundo lugar citaría el intento de colocar en la dirección del IPCC una persona más sensible a la industria: no sirvió tampoco para cambiar la teoría.

Aun así siempre queda la sospecha: también existe la posibilidad, como ocurrió en el caso del ozono, de que algunos ya estén preparados para sacar ventaja del nuevo cambio tecnológico, esta vez un cambio de dimensiones impresionantes. 





[2] La teoría establece el siguiente mecanismo:
El sol radia energía solar a la tierra. La mayor parte de esta energía (45%) se radia de nuevo al espacio. Los gases de efecto invernadero en la atmósfera  contribuyen al calentamiento global por absorción y reflexión de la energía solar y atmosférica. Este fenómeno natural es lo que se denomina efecto invernadero.  Si los gases de efecto invernadero no existieran la tierra tendría temperaturas por debajo de  –18 oC.
[3] Los Programas y Fondos dependen orgánicamente de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
[4] La OMM es un organismo especializado y por lo tanto es una organización autónoma que trabaja con las Naciones Unidas a través de los mecanismos de coordinación del consejo Económico y Social.
[5] El calentamiento global es el término utilizado para referirse al fenómeno del aumento de la temperatura media global, de la atmósfera terrestre y de los océanos. La teoría vincula el aumento de temperatura al efecto invernadero, y por lo tanto, a variaciones en la condiciones de la atmósfera que varían su capacidad para absorber o retener la radiación solar. Cuando se habla de calentamiento antropogénicamente inducido, se habla de variaciones inducidas por la actividad humana, especialmente la relacionada con la quema de combustibles fósiles.[]
[6] Kennedy (2007): “Climate:game over”
[7] En las razones y los mecanismos por los que los debates científicos quedan abiertos entraremos con detalle en esta monografía.
[8] Lindzen (2001): “Testimony before the senate Commerce Committee”,
[9] Richard  S. Lindzen ha sido profesor en las universidades de Chicago, Harvard y el MIT, y es miembro de la “Nacional Academy of Sciences”. Como investigador de temas relacionados con el clima participó en las reuniones fundacionales del IPCC.  Es un físico de la atmósfera y profesor Alfred P. Sloan de Meteorología en el MIT. Lindzen es conocido por su obra en la dinámica del medio atmosférico, marea atmosférica y fotoquímica del ozono. [ ]Fue uno de los autores del capítulo 7: 'Procesos físicos del clima y Feedbacks, del IPCC Tercer Informe de Evaluación del IPCC sobre el cambio climático antropogénico. Es conocido por su escepticismo acerca del calentamiento global[] y crítico de lo que dice son las presiones políticas de los científicos del clima.[]


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