En una primera lectura de Platón parece dar la impresión de que las propuestas sobre cuál es la ciudad ideal son teóricas, en el sentido de que tienen que ver con la naturaleza humana en general, pero no con las experiencias concretas vividas.
Sin embargo, si se atiende paralelamente el contexto de la vida de Platón, se hace del todo extraño que algo tan impactante para cualquier ateniense, que hubiera sentido por sí mismo o por el recuerdo de otros mu cercanos la guerra del Peloponeso, no hubiera quedado marcado sobremanera por esa experiencia.
De hecho, conocidos los hechos principales de la guerra, algunas de las actitudes y de la referencias textuales de Platón se hacen mucho más comprensibles.
En realidad, en esta segunda lectura aparece un Platón muy crítico con el periodo de Pericles, que incluso Tucidides, que cuenta los horrores de la guerra, veía como una época de apogeo de Atenas.
Platón es consciente de que en el origen de la guerra está la política expansionista que practica Pericles. A partir de esa crítica se comprende que su propuesta de educación de los guardianes de la ciudad no esté orientada tanto a la defensa de la ciudad con respecto de los enemigos exteriores como a la defensa de la ciudad con respecto a los conflictos internos, y muy especialmente, a prevenir a la ciudad de los efectos nefastos de la sedición.
La
guerra exterior no sólo no soluciona, sino que agrava, los problemas
internos. La finalidad de la ciudad ideal no es pues la conquista, sino el
equilibrio de los poderes internos. Un equilibrio que Platón concibe como la victoria de los pocos
justos sobre los muchos injustos.
En esta última afirmación se deja ver el Platón menos democrático. Desde su punto de vista, la guerra perjudica sobre todo a las clases superiores de Atenas, algo que estas hubieran debido saber ver, antes de que las cosas fueran demasiado lejos. Realmente, el mal tenía sus origen en otra guerra, la guerra contra los persas, a partir de la cual las multitudes habían ganado poder por su intervención en las victorias marítimas, formando la tripulación de los barcos de la flota (a diferencia de la guerra en tierra firme donde los hoplitas, que son sólo aquellos que son capaces de costearse la cara indumentaria, son los protagonistas).
Platón mira hacia un pasado anterior a la guerra del Peloponeso, anterior a la etapa de Pericles y a las Guerras Médicas. Mira hacia Solón, pero siendo consciente de que las circunstancias son otras y de que por lo tanto esas circunstancias diferentes han de ser tenidas en cuenta.
Si Solón es el modelo positivo, Alcibíades es el ejemplo que elige Platón de lo negativo, esto es, de lo que puede
resultar de hacer la política del demos (popular). Su experiencia hay que situarla
precisamente en los últimos años de la Guerra del Peloponeso. (El desastre de la expedición siciliana a Siracusa queda en la conciencia colectiva de los atenienses).
La alternativa socrático-platónica es colocarse por encima de los propios conciudadanos.
La alternativa socrático-platónica es colocarse por encima de los propios conciudadanos.
Pero si el activismo en la guerra que quiere el demos no es la solución correcta, tampoco el abstencionismo lo es.
La solución viene en la Leyes (el último texto que escribe Platón, y en el que se muestra más pragmátco): la Guerra del Peloponeso ocultó la verdadera
problemática, que era la interna, con lo que sólo había virtud a medias, y por
ello la ciudad, en el lenguaje de las Leyes, fue inferior a sí misma, lo
que corresponde a un hecho real también agudizado en la Guerra del
Peloponeso: los más estaban por encima de los menos.
Para Platón, ni el noble que actúa como Pericles o
Alcibíades, ni el estratego como Nicias o Laques, ni el oligarca como Cármides o
Critias tiene actitudes loables.
Con todo, hay matices. Para Platón, Critias ofrecía una alternativa con elementos válidos. Su actitud está más próxima a la suya que la de Alcibíades o la de Nicias y Laques, pero es preciso un conocimiento más completo de la sociedad. En definitiva, su error estuvo en aquello que los llevó al fracaso, en intentar curar sólo la cabeza de un cuerpo enfermo, y no todo el cuerpo social. la propuesta de Platón atiende al conjunto de la ciudad que ha de formar un todo articulado.
Con todo, hay matices. Para Platón, Critias ofrecía una alternativa con elementos válidos. Su actitud está más próxima a la suya que la de Alcibíades o la de Nicias y Laques, pero es preciso un conocimiento más completo de la sociedad. En definitiva, su error estuvo en aquello que los llevó al fracaso, en intentar curar sólo la cabeza de un cuerpo enfermo, y no todo el cuerpo social. la propuesta de Platón atiende al conjunto de la ciudad que ha de formar un todo articulado.
Platón percibió que la complejidad de la
situación era mucho mayor y ello hizo posible la elaboración de un
pensamiento enormemente complejo, pero también lo incapacitó para dar
soluciones válidas desde el punto de vista de la realidad política. Tan complejo es, que aparece como puramente teórico, pero que no es desde luego ajeno a la realidad histórica vivida, y no se entiende descontextualizado de ella.
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Platón y la Guerra del Peloponeso
DOMINGO PLÁCIDO
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HISTORIA DE LA GUERRA DEL PELOPONESO – Tucídides
Publicado por cavilius
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