La utilización de modelos teóricos provenientes del ámbito de las ciencias sociales ha sido una parte constituyente del análisis y la interpretación de fuentes históricas antiguas desde mediados del siglo XIX, en un intento por comprender y explicar la conformación de las sociedades que produjeron esas fuentes así como también las intenciones e intereses de grupo y de clase presentes en ellas.
Sin embargo, usualmente no se contempla el carácter primario o secundario de estas fuentes históricas ni se habilita la posibilidad de comprender el contexto en el cual surgieron estas fuentes. Es precisamente en el ámbito de la historia antigua donde encontramos la mayor dificultad.
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El caso particular del Antiguo Testamento:
Fuentes históricas antiguas y modelos teóricos modernos.
Reflexiones metodológicas sobre el Antiguo Testamento y la historia de Israel
Emanuel Pfoh
Universidad Nacional de La Plata
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¿ Qué interés puede tener la historia antigua?
El estudio del antiguo Oriente constituye un formidable “laboratorio” experimental de técnicas interpretativas. Pfoh cita a Liverani:
“Al estar situado en el umbral de la historia, tiene que ver con fenómenos que precisamente entonces estaban alcanzando complejidad, pero que permanecen lo bastante alejados de nosotros como para evitar que unos lazos culturales o emocionales nos impidan hacernos una idea cabal del verdadero funcionamiento de los distintos factores”.
La distancia temporal es así una ventaja para la investigación.
Fuentes primarias y fuentes secundarias
Una fuente textual primaria hace referencia a eventos contemporáneos a su producción, pertenece a la misma época que evoca y, entonces, tendrá preeminencia por sobre fuentes posteriores. Asimismo, la información arqueológica y epigráfica es considerada también como fuente primaria. Por su parte, las fuentes secundarias (y terciarias) no son contemporáneas de los hechos que describen .
¿Cómo tratar las fuentes primarias antiguas?
La evocación histórica del pasado en la antigüedad oriental y clásica poseía claras intenciones aleccionadoras y relativas al universo intelectual de esas sociedades, lejos de las pretensiones modernas de conocer los hechos “como en realidad han sucedido”. Esta perspectiva de interpretación puede ser empleada prácticamente con la gran mayoría de escritos de la antigüedad del Mediterráneo y Asia occidental, incluyendo aquí algunas composiciones griegas como la Ilíada y la Odisea de Homero.
Una mejor utilización de los escritos antiguos proviene de comprender la dimensión mítica presente en estos textos. Debe notarse que por «dimensión mítica» no estamos refiriéndonos a algo necesariamente falso o ficticio. La evocación mítica del pasado hace referencia a que los hechos narrados tienen un sentido que va más allá de su carácter objetivo-real.
Más que buscar un núcleo histórico, a veces fantasmagórico, en las narraciones antiguas, es más productivo buscar las alusiones a las situaciones del tiempo en el que se redactaron, y descubrir con qué fines se escribieron los textos. Quién escribe y para qué.
Por lo tanto, tan importante como lo que se escribe es saber quién lo escribe y en qué circunstancias.
Los romanos
los cuatro grandes historiadores latinos: de la época clásica son : César, Salustio, Tito Livio y Tácito.
César intenta probar constantemente que se vio obligado a la conquista de la Galia libre; disimula sus intenciones y atenúa sus fracasos. Se muestra frío y sereno, aparentemente objetivo.
Los comentarios sobre las guerras civiles fueron redactados a partir de informes técnicos elaborados por sus soldados (informes que él mismo enviaba al Senado) y apuntes personales sobre las campañas.
César no es un hombre de letras sino de acción Pretende justificar sus actos y defenderse ante las críticas y las acusaciones recibidas de sus coetáneos, ya que para éstos César no era un historiador sino un caudillo que había publicado su diario de campaña.
Salustio, amigo de César, desarrolló una rápida carrera como magistrado, llegando a ser procónsul de Numidia (provincia africana).
Vivió la crisis del final de la República y en su vejez se convirtió en cronista de los hechos vividos.
Cuando narra la conjuración de Catilina, Salustio puede tener un móvil:el deseo de exaltar la democracia, atacar a Cicerón y defender a César contra la inculpación de estar implicado en la conjura. Lo que en realidad hace Salustio es mostrar un cuadro de costumbres que pone al desnudo a la nobleza en su más íntima corrupción, con una brillante caracterización de sus personajes.
En la Guerra de Yugurta, despliega su conocimiento del país en el que estuvo como procónsul. Muestra la lucha entre el pueblo y la nobleza y un conocimiento detallado de los problemas sociales.
Salustio tiene en general una intención moralizante en la que trata de hacer ver la relación entre una acción y sus consecuencias.
Tito Livio hace compatible su convicción republicana con la amistad de Augusto y de Claudio.
La finalidad de su obra es ensalzar a Roma. Livio pretende glorificar el pasado de Roma. El autor está lleno de orgullo, para él la historia de Roma es un espejo donde mirarse. Se le achaca negligencia en cuanto a la consulta de documentos originales, errores geográficos, vaguedad, ignorancia de técnicas militares y excesivo patriotismo que falsea la verdad objetiva.
Tácito, a caballo entre el siglo I y el II, aborda la historia como un hombre de experiencia política como alto funcionario y su obra se basa en una información sólida: memorias de escritores anteriores, documentos oficiales y archivos del Senado. En sus obras puede observarse el interés que demuestra por estar bien documentado y por ser imparcial, proponiéndose narrar los acontecimientos que precedieron inmediatamente a su época. Pero su objetivo es más moral que científico: no le interesan las cuestiones económicas ni sociales, sino los dramas de la corte imperial. Posee una gran sensibilidad e imaginación que le arrastran a interpretaciones personales, a modelar la realidad según su gusto. A los personajes les realiza un análisis psicológico: retratos vivos, impresionantes, de gestos y de discursos.
Más que buscar un núcleo histórico, a veces fantasmagórico, en las narraciones antiguas, es más productivo buscar las alusiones a las situaciones del tiempo en el que se redactaron, y descubrir con qué fines se escribieron los textos. Quién escribe y para qué.
Por lo tanto, tan importante como lo que se escribe es saber quién lo escribe y en qué circunstancias.
Los grandes historiadores antiguos
Los griegos
Herodoto, con Los Nueve libros de la Historia;
Posiblemente que tuvo que exiliarse de su ciudad acusado de conspirar contra el gobierno pro-persa, y más importante, que es un protegido de Pericles, que le facilita el lugar y los medios para escribir su Historia.
Tucídides, con La Historia de la Guerra del Peloponeso
Participa en la guerra del Peloponeso. Nombrado comandante de la flota ateniense cercana a la costa de Tracia, no llegó a tiempo para evitar la captura de Anfípolis, que cayó bajo el poder espartano de Brásidas. Esto le cuesta un exilio de veinte años.
Al escribir declara su afán por la objetividad. Quiere situarse en una posición neutral en un conflicto entre griegos.
Jenofonte, con La República de los Lacedemonios.
Hijo de un caballero ateniense, fue discípulo de Sócrates. En el 401 a.C. se alistó en un ejército de mercenarios griegos al servicio de Ciro el Joven, príncipe de Persia, y tomó parte en la campaña contra el hermano de éste, el rey Artajerjes II.
los cuatro grandes historiadores latinos: de la época clásica son : César, Salustio, Tito Livio y Tácito.
César intenta probar constantemente que se vio obligado a la conquista de la Galia libre; disimula sus intenciones y atenúa sus fracasos. Se muestra frío y sereno, aparentemente objetivo.
Los comentarios sobre las guerras civiles fueron redactados a partir de informes técnicos elaborados por sus soldados (informes que él mismo enviaba al Senado) y apuntes personales sobre las campañas.
César no es un hombre de letras sino de acción Pretende justificar sus actos y defenderse ante las críticas y las acusaciones recibidas de sus coetáneos, ya que para éstos César no era un historiador sino un caudillo que había publicado su diario de campaña.
Salustio, amigo de César, desarrolló una rápida carrera como magistrado, llegando a ser procónsul de Numidia (provincia africana).
Vivió la crisis del final de la República y en su vejez se convirtió en cronista de los hechos vividos.
Cuando narra la conjuración de Catilina, Salustio puede tener un móvil:el deseo de exaltar la democracia, atacar a Cicerón y defender a César contra la inculpación de estar implicado en la conjura. Lo que en realidad hace Salustio es mostrar un cuadro de costumbres que pone al desnudo a la nobleza en su más íntima corrupción, con una brillante caracterización de sus personajes.
En la Guerra de Yugurta, despliega su conocimiento del país en el que estuvo como procónsul. Muestra la lucha entre el pueblo y la nobleza y un conocimiento detallado de los problemas sociales.
Salustio tiene en general una intención moralizante en la que trata de hacer ver la relación entre una acción y sus consecuencias.
Tito Livio hace compatible su convicción republicana con la amistad de Augusto y de Claudio.
La finalidad de su obra es ensalzar a Roma. Livio pretende glorificar el pasado de Roma. El autor está lleno de orgullo, para él la historia de Roma es un espejo donde mirarse. Se le achaca negligencia en cuanto a la consulta de documentos originales, errores geográficos, vaguedad, ignorancia de técnicas militares y excesivo patriotismo que falsea la verdad objetiva.
Tácito, a caballo entre el siglo I y el II, aborda la historia como un hombre de experiencia política como alto funcionario y su obra se basa en una información sólida: memorias de escritores anteriores, documentos oficiales y archivos del Senado. En sus obras puede observarse el interés que demuestra por estar bien documentado y por ser imparcial, proponiéndose narrar los acontecimientos que precedieron inmediatamente a su época. Pero su objetivo es más moral que científico: no le interesan las cuestiones económicas ni sociales, sino los dramas de la corte imperial. Posee una gran sensibilidad e imaginación que le arrastran a interpretaciones personales, a modelar la realidad según su gusto. A los personajes les realiza un análisis psicológico: retratos vivos, impresionantes, de gestos y de discursos.
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