La Condición Postmoderna es el título con el que se recuerda un texto de Lyotard de 1979, que lleva el subtítulo de Informe sobre el Saber. Realmente, este es el tema sobre el que trata este texto. Es un informe sobre el efecto de las nuevas tecnologías sobre el conocimiento; preparado para el Conseil des Universités du Québec.
Es conveniente recordar ahora lo que decía Lyotard entonces.
Punto de partida
Los grandes relatos, dice Lyotard, tanto el liberal como el marxista, ya no son, desde finales del siglo XIX, y menos ahora, capaces de dar sentido a la vida de un modo generalizado. Se tiene por «postmoderna» esta incredulidad con respecto a los
metarrelatos. Estos servían de marco a otros relatos. si ya no sirven, ¿dónde puede residir la legitimación de las instituciones del saber, pongamos por caso las universidades?
Proyecciones sobre el saber
Lyotard hace una serie de proyecciones sobre el futuro, que es nuestro presente.
Sobre el saber y la formación del espíritu
El antiguo
principio de que la adquisición del saber es indisociable de la formación del espíritu, e
incluso de la persona, cae y caerá todavía más en desuso.
Venalidad del saber
El saber es y será producido para ser vendido, y es y será consumido para ser valorado en una nueva producción. Deja de ser en sí mismo su propio fin, pierde su
«valor de uso».
Saber y poder de los estados
El saber ya es, y lo será aún
más, un envite mayor, quizá el más importante, en la competición mundial por el poder Igual que
los Estados-naciones se han peleado para dominar territorios, después para dominar la disposición y
explotación de materias primas y de mano de obra barata, es pensable que se peleen en el porvenir
para dominar las informaciones
El Estado empezará a aparecer como un factor de opacidad y de «ruido» para una
ideología de la «transparencia» comunicacional, la cual va a la par con la comercializacion de los
saberes.
Con la tecnología
informacional y telemática, esta cuestión amenaza con convertirse en más espinosa aún.
Admitamos, decía Lyotard, que una empresa sea autorizada a ocupar una banda del campo
orbital de la Tierra para colocar en ella satélites de comunicaciones y/o de bancoa de datos. ¿Quién
tendrá acceso a ellos? ¿Quién definirá los canales o los datos prohibidos? ¿Será el Estado? ¿O bien
éste será un usuario entre otros? Se plantean así nuevos problemas de derecho y a través de ellos la
cuestión: ¿quién tendrá acceso al saber?
El saber científico necesita del saber narrativo
El saber cientifico no es todo el saber, siempre
ha estado en excedencia, en competencia, en conflicto, con otro tipo de saber: el narrativo..
Lyotard hace una distinción entre ciencia, conocimiento y saber, que es discutible; pero de la que se puede recoger la idea de que el saber es algo más amplio que la ciencia, en cuanto que incluye el saber hacer, saber decir, saber escuchar, saber vivir.
Puede hablarse de un saber narrativo que se transmite a través de relatos ( los cuentos infantiles, por ejemplo). Los relatos se transmiten por medio de lenguaje con sus reglas y por lo tanto éstas tiene mucho con ver con el modo en que se produce esta transmisión.
El saber científico también se expresa por medio del lenguaje, pero éste no es ni inmediato ni compartido, salvo por compañeros cualificados, los profesionales de la ciencia. Esto da lugar a instituciones y con ello surge el problema de la relación entre la ciencia y la sociedad.
La relación entre saber narrativo y saber científico es problemática. Puede parecer que el segundo puede prescindir del primero, o que el primero sólo es un fase primitiva.
El científico, dice Lyotard, se interroga sobre la validez de los enunciados narrativos y constata que éstos nunca están sometidos a la argumentación y a la prueba. Los clasifica en otra mentalidad: salvaje, primitiva, sub-desarrollada, atrasada, alienada, formada por opiniones, costumbres, autoridad, prejuicios, ignorancias, ideologías. Los relatos son fábulas, mitos, leyendas. En el mejor de los casos, se intentará hacer que la luz penetre en ese oscurantismo, civilizar, educar, desarrollar.
Pero el saber científico no puede saber ni hacer saber lo que es el verdadero saber sin recurrir al otro saber, el relato. Y eso es así desde el principio, desde los diálogos platónicos. pero eso es así también ahora cuando un científico expone sus teorías en un programa de televisión.
En realidad, la ciencia necesita un relato que le de legitimidad.
Puede tener dos versiones: el saber como instrumento, para la emancipación por ejemplo; o el saber por el saber.
Lyotard dice que el saber no encuentra ya su validez en sí mismo. No hay un discurso que avale el saber mismo, al estilo de la filosofía hegeliana del espíritu.
El asunto viene ya de antiguo. Lo que se produce a fines del siglo XVIII, cuando la primera revolución industrial, es el descubrimiento de que no hay riqueza sin técnica. Un dispositivo técnico exige una inversión, pero, dado que optimiza la actuación a la que se aplica, puede optimizar también la plusvalía que resulta de esta mejor actuación. Basta con que esta plusvalía se realice, es decir, que el producto de la actuación se venda. Se puede cerrar el sistema de la manera siguiente: una parte del producto de esta venta es absorbido por el fondo de investigación destinado a mejorar todavía más la actuación. Es en ese momento preciso en el que la ciencia se convierte en una fuerza de producción, es decir en un momento de la circulación del capital. El saber se convierte así en un instrumento.
La gran función que las universidades tenían que realizar, de acuerdo con el programa del idealismo alemán era «exponer el conjunto de conocimientos y hacer que aparezcan los principios al mismo tiempo que los fundamentos de todo saber» pues «no existe capacidad científica creadora sin espíritu especulativo». La especulación es el nombre que aquí lleva el discurso sobre la legitimación del saber científico. Las Escuelas son funcionales; la universidad es especulativa, es decir, filosófica.
El EESE ha consagrado dramáticamente la concepción instrumental de la ciencia en todos los niveles. La universidad está orientada hacia la empleabilidad.
La empleabilidad es la palabra clave.El discurso que se expone en todas partes es que no es concebible que alguien piense en estudiar algo "por que le gusta porque le interesa, o porque le atrae". alguien debe estudiar algo "porque lo pide el mercado".
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Puede hablarse de un saber narrativo que se transmite a través de relatos ( los cuentos infantiles, por ejemplo). Los relatos se transmiten por medio de lenguaje con sus reglas y por lo tanto éstas tiene mucho con ver con el modo en que se produce esta transmisión.
El saber científico también se expresa por medio del lenguaje, pero éste no es ni inmediato ni compartido, salvo por compañeros cualificados, los profesionales de la ciencia. Esto da lugar a instituciones y con ello surge el problema de la relación entre la ciencia y la sociedad.
La relación entre saber narrativo y saber científico es problemática. Puede parecer que el segundo puede prescindir del primero, o que el primero sólo es un fase primitiva.
El científico, dice Lyotard, se interroga sobre la validez de los enunciados narrativos y constata que éstos nunca están sometidos a la argumentación y a la prueba. Los clasifica en otra mentalidad: salvaje, primitiva, sub-desarrollada, atrasada, alienada, formada por opiniones, costumbres, autoridad, prejuicios, ignorancias, ideologías. Los relatos son fábulas, mitos, leyendas. En el mejor de los casos, se intentará hacer que la luz penetre en ese oscurantismo, civilizar, educar, desarrollar.
Pero el saber científico no puede saber ni hacer saber lo que es el verdadero saber sin recurrir al otro saber, el relato. Y eso es así desde el principio, desde los diálogos platónicos. pero eso es así también ahora cuando un científico expone sus teorías en un programa de televisión.
El saber como instrumento y el saber por el saber
En realidad, la ciencia necesita un relato que le de legitimidad.
Puede tener dos versiones: el saber como instrumento, para la emancipación por ejemplo; o el saber por el saber.
Lyotard dice que el saber no encuentra ya su validez en sí mismo. No hay un discurso que avale el saber mismo, al estilo de la filosofía hegeliana del espíritu.
El asunto viene ya de antiguo. Lo que se produce a fines del siglo XVIII, cuando la primera revolución industrial, es el descubrimiento de que no hay riqueza sin técnica. Un dispositivo técnico exige una inversión, pero, dado que optimiza la actuación a la que se aplica, puede optimizar también la plusvalía que resulta de esta mejor actuación. Basta con que esta plusvalía se realice, es decir, que el producto de la actuación se venda. Se puede cerrar el sistema de la manera siguiente: una parte del producto de esta venta es absorbido por el fondo de investigación destinado a mejorar todavía más la actuación. Es en ese momento preciso en el que la ciencia se convierte en una fuerza de producción, es decir en un momento de la circulación del capital. El saber se convierte así en un instrumento.
El Espacio de Educación Superior Europeo (Bolonia). La empleabilidad
La gran función que las universidades tenían que realizar, de acuerdo con el programa del idealismo alemán era «exponer el conjunto de conocimientos y hacer que aparezcan los principios al mismo tiempo que los fundamentos de todo saber» pues «no existe capacidad científica creadora sin espíritu especulativo». La especulación es el nombre que aquí lleva el discurso sobre la legitimación del saber científico. Las Escuelas son funcionales; la universidad es especulativa, es decir, filosófica.
El EESE ha consagrado dramáticamente la concepción instrumental de la ciencia en todos los niveles. La universidad está orientada hacia la empleabilidad.
La empleabilidad es la palabra clave.El discurso que se expone en todas partes es que no es concebible que alguien piense en estudiar algo "por que le gusta porque le interesa, o porque le atrae". alguien debe estudiar algo "porque lo pide el mercado".
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Coordenadas: (1979, Universidad de París, crítica al marxismo estructural después del mayo del 68, incorporación de Wittgenstein II (juegos de lenguaje))
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Leer a Lyotard:
La Condición Postmoderna
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