El problema
Sócrates es un individuo. Hombre es el nombre común, el universal, de la especie humana. Sócrates se dice de uno. Hombre se dice de muchos.
Parece claro al sentido común que un indviduo tiene una existencia real que se puede ver y tocar, pero ¿qué clase de existencia tiene un universal? ¿Qué clase de ser es un universal?
Esa es una cuestión que preocupó mucho durante varios siglos en la Edad Media, ¿por qué?
Una parte de la respuesta está en la relación problemática que siempre hubo entre platonismo y artistotelismo, incluso ya en vida de Platón, pero hay también otras facetas del asunto que tienen interés.
La historia de pensamiento durante la Edad Media suele verse como teniendo dos periodos claramente diferenciados por su filiación, platónica en la alta Edad Media, y aristotélica a partir del siglo XIII; sin embargo, siempre se mantuvo una tensión entre las filosofías de estos dos grandes, y en muchos filósofos se ve el intento de conciliarlos, o al menos de recoger algo de uno en el otro.
Pero más importante que eso son las impliciaciones del tipo de realidad que se asigna a los universales. Indirectamente tiene que ver con la posibilidad de argumentar sobre la base de que lo general (el genero y las especies) es más real que lo particular. Así lo hace hace San Anselmo en su famoso argumento sobre la existencia de Dios. Más importante aun es el estatuto que se le da al hombre individual o al hombre como especie: ¿qué valor tiene un individuo?, ¿es la especie, la humanidad toda, lo importante?
Y un tercer asunto, ¿existen temas (como el de los universales) que pueden tratarse con cierta independencia de las verdades reveladas? ¿ Puede hacerse su espacio la razón al lado de la fe?
Pero más importante que eso son las impliciaciones del tipo de realidad que se asigna a los universales. Indirectamente tiene que ver con la posibilidad de argumentar sobre la base de que lo general (el genero y las especies) es más real que lo particular. Así lo hace hace San Anselmo en su famoso argumento sobre la existencia de Dios. Más importante aun es el estatuto que se le da al hombre individual o al hombre como especie: ¿qué valor tiene un individuo?, ¿es la especie, la humanidad toda, lo importante?
Y un tercer asunto, ¿existen temas (como el de los universales) que pueden tratarse con cierta independencia de las verdades reveladas? ¿ Puede hacerse su espacio la razón al lado de la fe?
Planteamiento inicial. Porfirio y Boecio (480- 526)
Al principio el aspecto que prevalece del problema es el de la compatibilidad entre Platón y Aristóteles, vista desde la distancia que dan los siglos transcurridos ente el siglo IV a. de C. y el final del imperio romano, y vista por pensadores que consideran que las obras de ambos son tan profundas y bien construidas que no puede ser incompatibles.
En su intención de armonizar a Platón con Aristótels, Porfirio se encuentra sin embargo con una dificultad frente a la que no se ve con fuerzas para afrontarla: si los géneros y las especies son entidades subsistentes (existen verdaderamente de forma independiente) o si consisten sólo en conceptos; y, en el caso de que subsistan, si son materiales o inmateriales y, finalmente, si están o no separados de los objetos sensibles.
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Para leer más sobre el planteamiento de Porfirio:
LA METAFÍSICA DE PORFIRIO COMO MEDIACIÓN ENTRE LA «HENOLOGÍA» PLATÓNICA Y LA «ONTOLOGÍA» ARISTOTÉLICA BASE DEL NEOPLAONISMO CRISTIANO MEDIEVAL GIUSEPPE GIRGENTI
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LA METAFÍSICA DE PORFIRIO COMO MEDIACIÓN ENTRE LA «HENOLOGÍA» PLATÓNICA Y LA «ONTOLOGÍA» ARISTOTÉLICA BASE DEL NEOPLAONISMO CRISTIANO MEDIEVAL GIUSEPPE GIRGENTI
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Siguiendo la línea abierta por Porfirio, Boecio recoge el guante y aborda el problema de los universales en profundidad: acepta de Aristóteles que los universales son aspectos de las cosas individuales abstraídos por la mente; pero también admite la teoría de Platón, según la cual géneros y especies (universales) existen aparte del cuerpo.
¿Qué son y dónde están los universales?
Hay dos modos, dice Boecio, en los cuales una idea puede formarse de tal manera que su contenido no se encuentra en objetos extramentales.
Por ejemplo, podemos unir arbitrariamente hombre y caballo para formar la idea de centauro, combinando objetos que la naturaleza no permite que se combinen en una unidad, y tales ideas arbitrariamente construidas son “falsas”. Por el contrario, si nos formamos la idea de una línea, es decir, una mera línea tal como la considera el geómetra, entonces, aunque sea verdad que no existe una mera línea, por sí misma, en la realidad extramental, la idea no es “falsa”, puesto que en los cuerpos se dan líneas, y todo lo que hemos hecho es aislar la línea y considerarla en la abstracción. La composición produce una idea falsa, mientras que la abstracción produce una idea que es verdadera..
Por ejemplo, podemos unir arbitrariamente hombre y caballo para formar la idea de centauro, combinando objetos que la naturaleza no permite que se combinen en una unidad, y tales ideas arbitrariamente construidas son “falsas”. Por el contrario, si nos formamos la idea de una línea, es decir, una mera línea tal como la considera el geómetra, entonces, aunque sea verdad que no existe una mera línea, por sí misma, en la realidad extramental, la idea no es “falsa”, puesto que en los cuerpos se dan líneas, y todo lo que hemos hecho es aislar la línea y considerarla en la abstracción. La composición produce una idea falsa, mientras que la abstracción produce una idea que es verdadera..
Los géneros y las especies son ideas del segundo tipo, formadas mediante la abstracción. Lo común a la humanidad se abstrae de los hombres individuales, y considerado por la mente, es la idea de la especie,. En consecuencia, “las especies están en los individuos, pero, en tanto que pensados, son universales”. “Subsisten en las cosas sensibles, pero son entendidos sin los cuerpos”. Pero ¿qué es eso que se abstrae?
Un buen tema de debate escolar
El debate entre alumnos y maestros, la disputatio, formaba parte fundamental de la enseñanza en la escuelas del siglo XII. El problema de los universales era un tema adecuado para la discusión. Era un tema clásico, planteado por Porfirio y sobre la base de Platón y Aristóteles. Era un problema sin solución definida y por lo tanto motivo de debate. Era un tema suficientemente técnico para que se pudieran dar argumentos interesantes y era un tema que ponía el punto polémico entre Aristóteles y Platón sin comprometer gravemente la ortodoxia cristiana, aunque a la vez se podía entrar sutilmente en debates profundos. Todos los ingredientes para una buena disputa.
Durante el siglo XII, alumnos y maestros se fueron posicionando en el debate en todo el espectro de posiblidades, desde el realismo exagerado, según el cual el universal es algo real y existe por separado de los cuerpos (Guillermo de Champeaux) hasta el nominalismo radical,según el cual los universales no son más que palabras vacias (Roscelino).
Abelardo (1079-1142)
No es casualidad que Abelardo contribuyera a mejorar el método de enseñanza escolástico a la vez que componía una solución al problema de los universales; respondiendo a las preguntas de qué y dónde (quid y quo) referidas a los universales, dando un esquema completo.
Oídos Guillermo de Champeaux y Roscelino, Abelardo busca una vía intermedia que tenía que estar donde Boecio y antes Aristóteles habían dejado las cosas: los universales están en el pensamiento pero tienen un fundamento en las cosas mismas.
El esquema completo que da Abelardo se refiere al qué y al dónde de los universales del siguiente modo:
Los universales existen primero en Dios, antes de las cosas, ante rem; segundo, en las cosas, in re, como igualdad de los caracteres de los individuos; y tercero, después de las cosas, post rem, en el entendimiento humano como conceptos.
El paso importante de Abelardo consiste no obstante en trasladar el problema de la pregunta por la verdadera realidad metafísica de los universales a destacar la importancia de su función para significar cosas. Pasar el problema del terreno de la ontología al terreno de la lógica. De qué son a para qué sirven.
Alberto Magno y su discípulo Tomás de Aquino lo que que tienen ya en slglo XIII es un conocimiento completo de todos los textos de Aristóteles, ya disponibles y traducidos, y con ello, un vocabulario técnico y un aparato conceptual con el que expresarse, resultado de adaptar el artistotelismo al cristianismo, un lectura cristianizada de Aristóteles.
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Oídos Guillermo de Champeaux y Roscelino, Abelardo busca una vía intermedia que tenía que estar donde Boecio y antes Aristóteles habían dejado las cosas: los universales están en el pensamiento pero tienen un fundamento en las cosas mismas.
El esquema completo que da Abelardo se refiere al qué y al dónde de los universales del siguiente modo:
Los universales existen primero en Dios, antes de las cosas, ante rem; segundo, en las cosas, in re, como igualdad de los caracteres de los individuos; y tercero, después de las cosas, post rem, en el entendimiento humano como conceptos.
El paso importante de Abelardo consiste no obstante en trasladar el problema de la pregunta por la verdadera realidad metafísica de los universales a destacar la importancia de su función para significar cosas. Pasar el problema del terreno de la ontología al terreno de la lógica. De qué son a para qué sirven.
San Alberto Magno y santo Tomás de Aquino
Alberto Magno y su discípulo Tomás de Aquino lo que que tienen ya en slglo XIII es un conocimiento completo de todos los textos de Aristóteles, ya disponibles y traducidos, y con ello, un vocabulario técnico y un aparato conceptual con el que expresarse, resultado de adaptar el artistotelismo al cristianismo, un lectura cristianizada de Aristóteles.
Ockam
Según algunas fuentes, Ockham habría dicho a Luis de Baviera: «O imperator, defende me gladio, et ego defendam te verbo» ("Oh emperador, defiéndeme con la espada, y yo te defenderé con la palabra").
Aunque Ockam no hubiera dicho esta frase realmente, si que refleja en cualquier caso su dedicación a construir un discurso argumentativo, un argumentario, para defender la causa del emperador contra el papado.
De ese argumentario forma parte la afirmación de que no existen los conceptos universales, que sólo existen los individuos, que no hay una cosa tal como la naturaleza humana propia de la especie humana a la que corresponda un derecho natural esencialmente vinculado a la especie, que lo que vale es el derecho positivo que regula las interacciones entre individuos, y que en la gestión de ese derecho positivo es el emperador y no el papa el que tiene la última palabra.
Quintin Racionero destaca que el esfuerzo intelectual que exige la construcción de este argumentario no habría tenido sentido si no hubiera estado en disputa el poder. El discurso filosófico recibe por lo tanto impulso de la contienda política, y un tema académico puede convertirse un tema crucial cuando sirve de base para defender cuestiones en las que está en discusión el poder.
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