El grado superior del saber científico, se obtiene, según Platón, por medio de la dialéctica: un método, un camino, en el que siguiendo los pasos por los que nos conduce la discusión argumentativa, se van definiendo, delimitando, los contornos en principio borrosos de las ideas.
Ese conocimiento de las ideas no se desarrolla sin embargo por este único método. En realidad, se pueden seguir dos grandes vías: una racional y la otra extra-racional. Es más. la segunda de ellas, tiene a su vez varios ramales.
Platón explora cada una de las vías extra-racionales que van apareciendo en los diálogos centrales de la fase todavía no crítica de exposición de la teoría de la ideas.
En el Menón se presenta el fundamento que hace posible esas vías no racionales. Los conceptos tienen una realidad subsistente, independiente de nuestros sentidos, en un mundo aparte ¿Cómo podemos tener acceso a ese mundo? Por via de la reminiscencia, de la anamnesis, dice Platón. Saber es recordar. El alma recuerda aquello con lo que tuvo contacto antes de caer en un cuerpo mortal. El dialogo puede hacer posible que esos recuerdos retornen al alma incluso cuando esta permanece encerrada en el cuerpo.
En el banquete se presenta la vía de la atracción del eros. De la atracción que produce la belleza percibida en las cosas sensibles se asciende a la contemplación y atracción de la belleza moral, y de ésta a la contemplación de la belleza en si.
El Fedón muestra sin embargo una vía muy diferente a la del matizado hedonismo del banquete. Aquí el camino es más duro. Se propone la vía ascética, la renuncia a toda perturbación que procede de la sensibilidad. Se requiere una catarsis, una purificación, la eliminación de todo aquello que suponga un mezcla que enturbie la pureza del alma.
Finalmente en el Fedro se asume todo la anterior para moderarlo y matizarlo de nuevo, buscando otras vías intermedias. la vía que se propone es la del autoconocimiento, en una versión más compleja que la del conócete a ti mismo de los siete sabios del tiempo de Tales y Solón. Es un conocimiento en el que interviene el entusiasmo, en el sentido etimológico de la palabra, esto es, estar entusiasmado es estar poseído por lo divino. A la vez, el reconocimiento de uno proviene del otro que actúa como musa, como inspiración.
La intervención del daímon interior, de la divinidad, muestra que ningún hombre puede conocerse a sí
mismo desde la autosuficiencia de su alma.
Platón introduce en el Fedro una nueva forma de iniciación. Aunque se funda en
una relación consigo mismo, es un conocimiento de sí mismo a través del otro. El
sentido de este encuentro hace posible una autoiniciación: no es una iniciación en
los misterios de un dios exterior a sí mismo sino el reconocimiento de una belleza
divina en el interior de sí mismo.
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LA ESCENA DEL FEDRO DE PLATÓN: Un ejemplo de thíasos filosófico
Nemrod Carrasco. Universidad de Barcelona
El thiasos en la Grecia antigua es un término que se refiere a un especie de asociación religiosa o cofradía. En el Fedro el término se utiliza sin embargo para referirse a la vinculación especial que une a Sócrates y a Fedro ocasionada por la atracción común hacia los bellos discursos. El thiasos se hace posible a partir de la lectura conjunta ( de un texto de otro, Lisias).
Fedro y
Sócrates experimentan mediante la lectura algo que difícilmente podrían haber
alcanzado el uno separado del otro: el delirio por el lógos.
Lo que aporta El Fedro, que no estaba en El Banquete, es que la experiencia del entusiasmo, del delirio, de la posesión divina, es una experiencia compartida. Platón introduce aquí una nueva forma de iniciación, que aunque se funda en
una relación consigo mismo, es un conocimiento de sí mismo a través del otro.
Con todo, no menos importante que la lectura es el lugar en la que ésta se produce. la atracción de
Sócrates y de Fedro respecto del lugar es tan evidente como la belleza que los
envuelve. Por su apariencia, este lugar alcanza lo que la retórica sólo puede
conseguir por medio del lógos. Pero su apariencia es tan ambigua como los
discursos que se darán en el thíasos. Sócrates y Fedro corren el riesgo de
quedarse encantados por las Musas, en una inclinación que exceda la iniciación e
impida acoger la belleza que ofrece el dios a quien quiera acceder a una visión
purificada. Lo que está en juego es la posibilidad de un autoconocimiento mutuo y
que este deseo se muestre como algo bello.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Análisis del mito de las cigarras en el Fedro de Platón
Juan Ramón Búa Soneira
Sobre la relación entre retórica y filosofía.
La topografía en la que se
circunscribe el relato es de carácter real. Por ejemplo cuando se
refiere a “la orilla del Iliso” o cuando Fedro
describe que avista un “plátano tan alto”. Ahora bien, esta topografía no sólo
es de carácter real, sino que también acopla
una fauna plenamente bañada de ejemplos
míticos de carácter ideal, siendo justamente
en este topos en el que se describe el
contexto del mito de las cigarras. Lo que se ve contribuye a crear la atmósfera adecuada para el entusiasmo pero los sonidos, la música, pueden tener una función muy destacada.
No sólo hay que conocer la verdad, sino
saber transmitirla; este es otro mensaje nuclear del
Fedro: la retórica es fundamental, saber
persuadir es muy importante porque si se
conoce la realidad pero no se sabe cómo
transmitirla esa verdad queda muda, cerrada
o estéril.
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Traducción E. LLedó
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En realidad, Es difícil determinar cuál es el tema sobre el que se organiza el diálogo. Sin embargo, aunque en la mayoría de los escritos platónicos tal vez pueda verse, con claridad, el hilo argumental de la discusión, en un diálogo vivo, esta posible «ruptura de sistema» es coherente con el discurrir de lo que se habla. Por tanto, el insistir en el supuesto desorden del Fedro implica presuponer un sistematismo absolutamente inadecuado, no sólo con los diálogos de Platón, sino con toda la literatura antigua.
Dos partes estructuran el desarrollo del diálogo. La primera de ellas llega hasta el final del segundo discurso de Sócrates (257b), y está compuesta, principalmente, de tres monólogos que constituyen el
discurso de Lisias, que Fedro reproduce, y los dos discursos de Sócrates. El resto, algo menos de la mitad, es ya una conversación, entre Fedro y Sócrates, a propósito de la retórica, de sus ventajas e inconvenientes, que concluye con un nuevo monólogo; aquel en el que Sócrates cuenta el mito de Theuth y Thamus y con el que expresa la imposibilidad de que las letras puedan recoger la memoria y reflejar la vida.
Dice E. Lledó que “de manos de la dialéctica, la retórica se convierte en el instrumento pedagógico que busca Platón”. Es necesario dominar la retórica tanto como la dialéctica, pues sin ella no podemos llegar a transmitir el conocimiento que esperamos alcanzar con los otros.
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