sábado, 4 de junio de 2016

EL PROBLEMA DE SÉNECA. LA DOBLE MORAL. EL PELIGRO DE LA POLÍTICA PARA EL INTELECTUAL.

Problemas clásicos de la historia de la filosofía


En los manuales de filosofía se presentan algunas cuestiones que se consideran ya clásicas. Así, por ejemplo, el problema socrático: ¿Cómo era Sócrates realmente? De acuerdo con las fuentes se han encontrado razones para considerarlo sofista, místico, hedonista, racionalista, un primer mártir cristiano, el fundador de la moral, el destructor del espíritu griego y hasta un existencialista.



Otro problema clásico es el platónico, la cuestión platónica: ¿cuál es el conjunto de textos atribuibles con certeza a Platón, con qué orden los escribió, qué no quiso escribir y sin embargo transmitió oralmente en la Academia?

Séneca como problema

Menos citado es el llamado problema de Séneca, aunque no menos interesante. 

¿En qué consiste?

Se puede plantear en términos del conflicto que se presenta entre su riqueza parcialmente ganada por medio de la usura y su cercanía al poder como tutor y 
en algún sentido amigo del emperador Nerón, por un lado, y el severo moralismo de su filosofía estoica expuesta en sus escritos, por otro.

¿Fue capaz de separar su vida política de su trabajo intelectual de modo loable, o por  el contrario fue simplemente un hipócrita?

Esta es sin duda una cuestión que sigue vigente y que surge cada vez que se observa la diferencia entre los hechos de un político y sus declaraciones de principios.

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Después de una larga carrera política, brillante en senado y con vaivenes en la corte de los emperadores, cuando Nerón sube al poder, con 17 años, Séneca sube también con él, junto con un austero militar, Sexto Afranio Burro.

Durante los ocho años siguientes, ambos gobiernan de facto el Imperio romano y ese período es uno de los mejores de la época, según Trajano. Su política es pragmática y eficiente: tratan de refrenar los excesos del joven Nerón y de la voraz Agripina, promueven reformas legales y financieras, reducen los impuestos indirectos, persiguen la corrupción de los gobernadores provinciales, salvaguardan la frontera oriental del imperio e incluso envían expediciones para dar con las fuentes del Nilo. Ni Burro ni Séneca ocupan cargo alguno, sólo son senadores: ejercen el poder en la sombra, como consejeros del joven Nerón, que por entonces aprecia mucho a su tutor. Pero no todo es positivo, hay quien dice que Séneca abusa de su influencia y sus informaciones privilegiadas para hacerse con una enorme fortuna que acabará por resultarle fatal.


Con el tiempo, Nerón empieza a cansarse del freno de Séneca, que a su vez se desgasta con el ejercicio del poder. El pupilo, que ya ha mostrado su naturaleza cruel al hacer asesinar a su hermanastro Británico, presta oídos a arribistas peligrosos como Publio Sulio Rufo. Éste empieza una campaña de desprestigio contra Séneca con una acusación absurda, según Tácito: ser amante de Agripina. Pero luego le siguen otras, que dan más en el clavo: el filósofo, según Rufo, deplora el tiránico régimen imperial, da banquetes extravagantes, es hipócrita y adulador (sale a la luz la carta al liberto Polibio), practica la usura, y, sobre todo, es muy rico. Demasiado. Hasta el poeta Juvenal se refiere a los grandes jardines del millonario Séneca. Y esa inmensa riqueza acaba por fastidiar a Nerón, que no aguanta que nadie le haga sombra en ningún aspecto.


Nerón manda asesinar a su madre, Agripina, y Séneca y Burro tienen que lavar su imagen: Séneca escribe una famosa carta al Senado en la que justifica a Nerón explicando que Agripina ha conspirado contra su hijo. Por este acto, la posteridad le acusará de flagrante hipocresía. Para colmo muere su aliado Burro, quizás asesinado, y la suerte de Séneca da un vuelco: sus adversarios le tienen ganas y empiezan a ajustarle las cuentas. Temeroso de ser asesinado, pretende irse retirando de la vida política, cosa difícil cuando Nerón vigila.


En el año 59, Séneca ha perdido su capital político y sus apoyos. La campaña de desprestigio le ha alejado del Emperador, que rodeado de aduladores como Tigelino o Petronio, se ha llenado de inquina contra su viejo tutor. Séneca le pide permiso una vez más para retirarse de la vida pública y le ofrece toda su fortuna. Nerón, suspicaz, se lo concede, pero no acepta el legado, de momento. 



Apartado de la peligrosa corte imperial, Séneca comienza a viajar con su segunda esposa, Paulina, por el sur de Italia. Pero su libertad no dura mucho. La obsesiva perversión de su antiguo pupilo le persigue. Según Tácito, Séneca sufre un intento de envenenamiento, que fracasa gracias a la sencilla dieta que sigue. Pero al fin en el año 65 se le acusa de estar implicado en la conjura de Pisón para asesinar al César. Aunque sin pruebas firmes, Nerón utiliza ese complot para purgar a la sociedad romana de los patricios y caballeros que le molestan, y Séneca le molesta, de modo que es condenado a muerte sin apelación. Tácito recoge los detalles  de la muere de Séneca en sus anales.
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Con todo, no es la cuestión de la doble moral, o de la hipocresía de Séneca, ni siquiera el uso de su poder e influencia para reunir una gran fortuna, lo que tiene más interés en toda esta historia. Es llamativa,  o quizás no, eso es lo que hay que ver, la poca influencia de Séneca sobre la conducta de Nerón. 

Puede incluso que sea lo habitual. Ya Platón no pudo enderezar el modo de gobernar del tirano Dionosio de Siracusa; ni tampoco parece que  Aristóteles pudo llevar a Alejandro a ejercer la política que él pensaba que era la adecuada para la Hélade.

El consejero político parece que no llega a tener éxito en el aleccionamiento moral del aconsejado. Puede que sea el aconsejado el que acabe modelando al intelectual que lo aconseja. 

El intelectual en política corre un gran peligro.

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Tácito 


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Una reseña bastante ácida sobre las últimas monografías sobre Séneca:


Seneca Rides Again! James Romm, Dying Every Day – Seneca at the Court of Nero



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