Bernardo de Claraval es uno de los personajes más interesantes del siglo XII en Europa. Fue un monje cisterciense con una gran capacidad de influencia, incluso en el arbitraje sobre quién había de ser el papa; y más aun, fue una especie de papa en la sombra durante el papado de Eugenio III,discípulo suyo.
Pero eso no es lo más importante, visto en retrospectiva. Sin duda, la capacidad dialéctica de Bernardo era muy grande.Basta, para hacerse una idea de ello, el ejemplo de su debate con Abelardo, en el que a pesar de la gran destreza argumentativa de éste, que le había servido para derrotar a Guillermo de Champeaux en su disputa sobre el problema de los universales, Bernardo consigue vencerle.
El poder de la palabra
La capacidad persuasiva más impactante de Bernardo es la que despliega con las gentes del pueblo, mediante una predicación itinerante.
Benardo se desplazaba habitualmente a pie, acompañado de un monje, que hacía de secretario y escribía a su dictado durante los desplazamiento. Así recorrió el sur de Francia, la Renania y otras regiones del sur de Europa. No acudía sin más, sino que su presencia era reclamada por los clérigos locales. Todos le esperaban con expectación.
El núcleo primero de su discurso fueron las excelencias espirituales de la vida monástica. Tal era su fuerza comunicativa que convenció a muchos para que ingresasen en la orden cisterciense. Se le conocía como Doctor melifluo (boca de miel), por su suavidad y dulzura.
La arquitectura simbólica
Pero Bernardo fue más allá del discurso hablado. Convirtió los espacios en los que había de desarrollarse la vida de los monjes en símbolos de su propuesta espiritual. Esto es,su proyecto vital debía estar representado en la arquitectura de lo monasterios.Le Thoronet, Siglo XII, Císter, Claustro, Arcada, Provence |
la arquitectura cisterciense debía reflejar el ascetismo y la pobreza absoluta llevada hasta un desposeimiento total que practicaban a diario y que constituía el espíritu del císter. Así terminó definiendo una estética de simplificación y desnudez que pretendía transmitir los ideales de la orden: silencio, contemplación, ascetismo y pobreza.
Dice Bernardo sobre el conocimiento que no transmiten los libros ni los maestros:
Carta
106: «Fíate de mi experiencia: encontrarás bastante más
en los bosques que en los libros. Los árboles y las rocas
te enseñaran lo que no pueden decirte los maestros. ¿O
no crees que se puede extraer miel de la roca y aceite del
peñasco durísimo?"
Para los cistercienses la simplicidad de líneas, la
pureza de las formas, la luminosidad y su claroscuro se
bastan por sí solas, permitiendo la elevación hacia Dios.
Para San Bernardo nada debería distraer la mirada y el
espíritu de la idea de Dios
Bernardo condenaba la ornamentación y la
belleza suntuosa no porque fuera insensible a sus encantos,
sino todo lo contrario, precisamente por ser capaz
de sentirlos de modo a notar que estos constituían una
seducción invencible y por eso un peligro irreconciliable
con las exigencias de lo sagrado.Unió la experiencia estética a la religiosa al
presentar la arquitectura cisterciense como la expresión
que más se adecuaba a la nueva actividad religiosa.
A
partir de 1150 se empieza a hablar de una construcción
y disposición de los diferentes espacios arquitectónicos
de more nostro (del nuestro modo).
«Para que entre las abadías se mantenga siempre una unidad indisoluble, establecemos, en primer lugar, que la regla de San Benito sea entendida por todos de la misma manera, sin desviarse de ella ni un ápice»
«Para que entre las abadías se mantenga siempre una unidad indisoluble, establecemos, en primer lugar, que la regla de San Benito sea entendida por todos de la misma manera, sin desviarse de ella ni un ápice»
Entrada a la Sala Capitular. Monasterio de Silos. Cluniaciense |
Cuando en filosofía, o en ciencia, nos encontramos con discursos vehementes, siempre hay un contra algo o contra alguien. En el caso del cister, a lo que se opone es a la interpretación de la regla monástica dada en Cluny.
La arquitectura cisterciense tiene la voluntad de oponerse a la arquitectura cluniacense.
La controversia
entre Cistercienses y Cluniacenses sobre la interpretación
de la Regla de San Benito y se traduce en la respuesta
de Bernardo, Abad de Claraval a Guillermo,
Abad de San Teodorico.
En la «Apología al abad Guillermo» se encuentra la
disertación teórica de las diferencias entre las dos observancias
de la Regla Benedictina que enfrentaban a los benedictinos cluniacenses con los benedictinos
cistercienses, monjes negros con monjes blancos.
A
través de la crítica al lujo y a los excesos de ornamentación,
a las deformaciones y distorsiones fantásticas del
arte románico, a los excesos de las proporciones, San
Bernardo abre camino para una estética de la moderación
de las ornamentaciones donde la necesidad y la
utilidad constituyen los nuevos criterios estéticos.
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Minimalismo cisterciense: del Cister del siglo XII al Minimum del siglo XXI :
Cistercian minimalism: from the 12th Century Cister to the 21st Century Minimum
Ana Maria Tavares Martins
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La espada
Bernardo tiene aun una faceta más: la llamada insistentemente a la participación en la segunda cruzada.
En el Concilio de Troyes, 1128, se aprueban los
estatutos de la Orden del Temple. Si bien se ha discutido y discute aún sobre
la presencia directa de Bernardo en ese Concilio, se le atribuye de cualquier
forma una fuerte influencia, si no la redacción lisa y llana, de los estatutos
de la nueva orden de caballería y será con motivo de su creación que compondrá, probablemente entre 1132 y 1136, De laude novae militiae, sobre las virtudes de la nueva Orden.
Navidad de 1144: Eugenio III decide convocar a una nueva Cruzada como reacción frente a la reconquista del condado cruzado de Edesa en Siria por parte de las fuerzas del Islam.
Eugenio III encarga la predicación de la cruzada a quien en ese momento era indudablemente ya la más destacada
figura de la Iglesia en Occidente, y su maestro: el abad de Claraval.
Marzo de 1146: en la
asamblea de Vezelay, Bernardo predica la Cruzada al rey de Francia Luis
VII y su corte, y el 27 de diciembre del mismo año hace lo propio frente al
emperador germánico Conrado III de Franconia en Spira. No sin reticencias, especialmente por parte de Conrado, ambos monarcas se comprometen a
tomar la Cruz y partir hacia Tierra Santa, siendo imitados por numerosos
miembros de la nobleza francesa y alemana.
Septiembre de 1148: Conrado III regresa fracasado.
Pascua de 1149: Luis VII regresa fracasado.
Pascua de 1149: Luis VII regresa fracasado.
Este
inocultable fracaso militar provoca numerosas críticas contra los monarcas y
los ejércitos cristianos participantes, y también por extensión, contra quienes
habían predicado la Cruzada, y en particular contra Bernardo.
Bernardo tiene entonces que hacer la tarea más difícil de un discurso de persuasión, tiene no ya que defender algo, sino también defenderse. Tiene que hacer la apología de los desastres de Tierra Santa.
La pregunta en boca de todos, que procura responder la Apología es: ¿Por qué
Dios ha permitido el fracaso de una empresa militar querida, incluso ordenada
por él? Bernardo reconoce que esta derrota puede parecer contradictoria e
inexplicable. Los designios divinos a veces son
inescrutables, sostiene el cisterciense a la manera de san Agustín procurando
explicar los males que se abaten sobre los justos en la Ciudad de Dios.
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The Second Crusade and his failure in De Consideratione ad Eugenium
Papam of Bernard of Clairvaux
Aurelio PASTORI RAMOS
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Explica Bernardo que de la misma forma que
Moisés sacó al pueblo elegido de Egipto, con la promesa divina de una tierra
prometida, él, en nombre del Papa, ha conducido a la cristiandad a
Tierra Santa, es decir, al mismo destino que el pueblo hebreo. Pero en ambos
casos, en lo inmediato, la salida de su tierra natal sólo ha implicado la entrada
en el desierto, donde muchos han perecido a manos de los egipcios, y esto, punto fundamental, ha sido así por causa de sus pecados.
El segundo símil al que apela Bernardo es con el libro de los Jueces. Allí se narra la guerra de Israel contra la tribu de Benjamín que había
pecado. Por dos veces marcha contra los de Benjamín el ejército de Israel, y
por dos veces es vencido, pese a contar con el favor divino. Consultado el
Altísimo, una y otra vez éste ordena a su pueblo volver a combatir, y
finalmente en el tercer intento obtiene la victoria. Por dos veces es derrotado
el pueblo de Dios, afirma Bernardo, pero su fe se ve incrementada por la
derrota, mereciendo finalmente la victoria.
En suma, la derrota reciente de los cruzados es una prueba destinada a fortalecer su fe, y si la Cristiandad persevera en la fe de Cristo y en el esfuerzo, logrará finalmente esa victoria militar que busca.
En suma, la derrota reciente de los cruzados es una prueba destinada a fortalecer su fe, y si la Cristiandad persevera en la fe de Cristo y en el esfuerzo, logrará finalmente esa victoria militar que busca.
Sobre el tipo de parábolas que utilizaba Bernardo en sus sermones:
El Alma en la mística de San Bernardo de Claraval
The Soul in Saint Bernard of Clairvaux’s mysticism
Ricardo da Costa. Universidade Federal do Espírito Santo.
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