sábado, 28 de enero de 2017

SABER Y PODER. SIGLO XIV. DANTE. MONARQUIA. EL DOBLE PODER.

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Monarquía 

Probablemente este texto fue escrito hacia 1313, durante el cerco infructuoso al que Enrique VII de Luxemburgo somete a  Florencia. Con este texto, Dante quiere contribuir a erradicar la anarquía en Italia y sueña con un orden social que establezca la paz universal.

¿Cómo llega hasta aquí?

1290. 

DANTE ALIGHIERI (1265-1321) después de la muerte de  Beatriz Portinari se recluye en el convento de los dominicos de Santa María Novella, y es ahí donde conoce los textos de la escolástica, en particular los de Tomás de Aquino, bajo la orientación de fray Remigio de Girolami.

Hacia 1295 comienza su acción política en el partido de los güelfos

(Güelfos y gibelinos son las denominaciones de las dos facciones que desde el siglo XII apoyaron respectivamente, a la casa de Baviera  y a la casa de los Hohenstaufen de Suabia . La lucha entre ambas facciones tuvo lugar también en Italia desde la segunda mitad del siglo. Su contexto histórico era el conflicto secular entre el Pontificado, que pasaría a estar apoyado por los güelfos, y el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, apoyado por los gibelinos).

En 1300 ejerció en el Priorato de Florencia (la máxima magistratura de la ciudad, con 6 magistrados), desterrando a los jefes de las facciones opuestas. 

En 1301-1302 los güelfos negros, partido surgido de la escisión güelfa, tomaron el poder apoyados por Carlos de Valois y el papa Bonifacio VIII. Dante (güelfo blanco) es condenado y desterrado. 
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La “Crónica de los blancos y los negros” de Dino Compagni

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Ante la voluntad del Papa de someter Florencia, Dante se opone y de ahí saldrá el pensamiento político de Monarquía.


Su producción literaria es hecha desde el exilio.

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Leer directamente a Dante Alighieri:

ESTUDIO PRELIMINAR por Laureano Robles Caicedo y Luis Frayle Delgado 
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Dante es en Monarquía un defensor a ultranza de la separación entre Iglesia y Estado. En el siglo XIV este debate se planteaba en los términos de un hecho sucedido mil años antes: la donación de Constantino.

Se daba por hecho que el emperador Constantino el Grande había donado su poder temporal sobre la parte occidental del Imperio Romano al Papa. El tema era: ¿había hecho bien con ello?

Para Dante, sin duda, la intención de Constantino fue buena, pero el acto, al realizarlo, malo.

Dante se plantea la cuestión siguiente: La autoridad del Emperador ¿le viene conferida inmediatamente de Dios o, por el contrario, le es dada mediadamente a través del Papa?  

La cuestión, así planteada, es la clave del tratado; y le convierte en un precursor de la modernidad. Frente a güelfos (inicialmente su partido) y teócratas, defensores de la superioridad de la autoridad papal sobre la civil o regia, Dante va a colocarla en una situación de igualdad. Una y otra corren paralelas y son recibidas directamente de Dios, sin pasar por intermediarios.

Otra tesis en disputa en el debate político  del siglo XIV es la teoría del Imperium Mundi.

Dentro de un esquema tomista que Dante recibe en su formación escolástica, la sociedad es un reflejo de la naturaleza. El orden, la armonía, es su base. Los astros no van por ahí trazando líneas caprichosas en los espacios infinitos del Universo. Todo está sometido a unas leyes matemáticas fijas y estables, establecidas, ¡claro está!, por la providencia divina. Cada ser o cada cosa ocupa un lugar en el espacio y desempeña el papel que la providencia le ha dado. 

A imitación de este orden universal, de esta armonía cósmica, se estructura y organiza la sociedad humana.

En este esquema, la monarquía temporal, el Imperium Mundi,  principado único que está sobre todos los demás en el tiempo, o en las cosas medidas por el tiempo. es el único  que puede garantizar la paz universal del mundo, fin último al que debe tender todo sistema político. Y el mando o gobierno de un solo Emperador será a su vez el óptimo.

Para defender sus tesis Dante no duda en idealizar al antiguo pueblo romano:

Que el pueblo romano pretendiera el bien común, sometiendo el orbe de la tierra, lo declararon sus gestas, en las que, eliminada toda ambición, que es siempre enemiga del bien común, y amando la paz universal en libertad, aquel santo, piadoso y glorioso pueblo, parece haberse olvidado de su propio provecho para preocuparse del bienestar público del género humano. Por eso se ha escrito acertadamente: «El Imperio romano nace de la fuente de la piedad»

Sin embargo su argumentación principal no se basa en esto, formalmente utiliza el silogismo escolástico, y en el fondo de sus argumentos está el pensamiento de los maestros de la escolástica (a los que sitúa en el paraíso imaginado en la Divina Comedia).

Pero a  pesar del influjo que Tomás de Aquino ejerce sobre Dante, hay en éste una tesis radicalmente opuesta que les sitúa en posiciones políticas divergentes. Se trata de la teoría o concepción jurídica del poder civil. Tomás de Aquino fue siempre un teócrata y, posiblemente, el mejor teórico de la teocracia. Toda autoridad, para él, viene de Dios, transmitida por Cristo a Pedro y de éste a sus Vicarios, sucesores suyos en la Sede de Roma, a quienes deben obediencia los reyes del mundo, como súbditos de la Iglesia y ante quienes deben inclinar su cabeza como si obedecieran al mismo Cristo.

Tomás de Aquino se sitúa políticamente en un mundo sacralizado en el que todo parte de la Iglesia y queda en ella, como guía, tutora y garante de las instituciones políticas. Aún no han llegado los movimientos secularizados y laicizantes de la sociedad. Aunque Tomás de Aquino utiliza en sus textos los términos imperium e imperator, lo hace como mera referencia histórica al pasado, no con referencia y contenido político a un sistema de gobierno político existente o posible. Lo que hay en sus días, dando forma de gobierno concreto, son reyes, duques, marqueses (él mismo pertenece a una de las familias más nobles de Italia); son formas particulares, concretas y singulares que rigen, gobiernan y poseen una parcela limitada dentro del mundo, sin una autoridad civil superior a ellos distinta del Papa, cabeza de la Iglesia. Tomás de Aquino, como eclesiástico en primer lugar y como teórico político luego, no puede imaginarse una Iglesia sin Papa, pero sí un mundo sin Emperador. Es, si se quiere, gibelino por herencia familiar pero güelfo como eclesiástico que debe obediencia al Papa.

Dante cree en una Iglesia, en un mundo religioso bajo la obediencia de una cabeza, el Papa, que lo gobierna espiritualmente, pero no precisamente en el orden político. El mundo en el siglo XIV ha comenzado a laicizarse. La separación entre Iglesia y Estado se ha puesto en marcha a raíz de las luchas entre Felipe el Hermoso, rey de Francia, y Bonifacio VIII. Dante no se siente súbdito de la Iglesia en cuanto ciudadano. En lo político se proclama libre, emancipado de la Iglesia y de la obediencia al Papa.. Con anterioridad a la Iglesia existió de hecho el Impero romano como poder legítimo y querido por Dios para el bien de los hombres. Dante, como creyente, admite que toda autoridad viene de Dios; pero ¿acaso, se pregunta, toda autoridad depende inmediatamente de Dios, del Vicario de Dios, esto es, del sucesor de Pedro? 

Para Dante el Papa no recibió de Dios el doble poder de las llaves de que habla Bonifacio VIII en su Bula Unam Sanctam. Que Cristo haya tenido el doble poder espiritual y temporal es cuestión que Dante ni se plantea. Para un cristiano medieval era obvio, y si lo tuvo se lo llevó consigo a los cielos. Los papas no lo heredaron. Sólo son sucesores de Pedro no del mismo Cristo.

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Que el siglo XIV sea un tiempo en el que el laicismo va cobrando adeptos, no significa que la teocracia no tenga todavía capacidad de reacción.

Entre 1327 y 1334 (tal vez en 1329) la obra de Dante fue violentamente atacada por el dominico italiano Guido Vernani, de Rímini, autor de una obra que lleva por título De reprobatione Monarchiae compositae a Dante Aligherio Florentino, en la que le reprochará haber sostenido que la autoridad imperial es independiente del Papado. Tesis ésta, según el inquisidor dominico, peligrosa para la fe.

En 1329 el cardenal Bertrando di Poggetto, legado de Juan XXII en la región de Lombardía, condena a Dante y manda quemar en la hoguera su tratado.

Boccaccio, en su Trattatello in laude di Dante, puntualizará, por otro lado, que al tal cardenal le hubiera gustado ver quemar al mismo tiempo los huesos del autor (Dante había muerto en 1321). 

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¿Pero cuál es el debate subyacente a la discusión entre la supremacía del Papa y el Emperador?


La clave está en la burguesía ascendente de las ciudades. Esta nueva clase busca su autonomía y cree que logrará liberarse del peso de la teocracia papal aliándose con el emperador. Para eso se necesita un discurso que legitime esta posición, y ahí tienen su papel pensadores políticos como Dante, de igual modo que Tomás de Aquino  legitimó un poder limitado de la monarquía subordinado al del Papa, en el siglo anterior.

La causa del Emperador tiene valedores en ciudades como Florencia, pero no serán los únicos ni los más importantes. En el otro lado del antiguo imperio romano, en las islas británicas están fructificando también estas ideas. Guillermo de Ockam será su mejor representante.

Con todo, el pensamiento de Tomás, de Dante o de Ockam es todavía muy escolástico, en el sentido de que  la justicia se entiende como lo que es bueno hacer en esta vida  como preparación para la otra vida. En este siglo va ha haber ya visiones más laicistas de la justicia cuyo mayor representante es Marsilio de Padua, rector de la Universidad de París y consejero del emperador Luis de Baviera.

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