Puestos a elegir, caprichosamente, una fecha
para situar en el tiempo el nacimiento de la revolución científica, algunos
estudiosos se remontarían hasta la mitad del XVI, cuando se publican, en
el mismo año de 1543, la Fabrica humani corporis, de Andrea Vesalio, y
el De revolutionibus orbium coelestium libri vi, de Nicolás Copérnico.
Otros autores, sin embargo, nos llevarían hasta la época de Galileo, Kepler y Descartes, casi en la mitad del siglo XVII. Por el contrario, algunos como Pierre Duhem defienden que los aspectos más fundamentales de la construcción galileana habían aparecido ya en los finales de la Edad Media.
Algunos rasgos de la revolución científica en el siglo XVII
Francisco Luis Redondo Álvaro
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De todos modos es en el siglo XVII cuando surge una verdadera comunidad científica;
es decir, grupos de individuos, de diferentes países, que tienen como
objetivo común el descubrimiento de los secretos del mundo natural y
además comparten para ello unos métodos fundamentalmente nuevos,
basados en la observación y la experimentación y, por lo tanto, esencialmente
contrastables. Eso significa que el criterio principal para admitir algo como verdadero ya no es quién lo ha dicho , la autoridad de quien lo dice, sino si se comprueba con hechos lo que se afirma.
¿Por qué el siglo XVII?
Porque El Novum Organum Scientarium es de 1620, las dos obras más
importantes de Galileo son de 1632 y 1638, la última escrita ya desde su
arresto y publicada en Leiden por unos grandes impresores, los Elsevier.
El Discurso del método es de 1637, las obras de Tommaso Campanella son
algo anteriores, de principios de siglo, y el Leviathan de Hobbes es de
1651. Los Principia de Newton se imprimieron en 1687.
habitualmente, cuando se piensa en las luchas que hubo que mantener contra el argumento de autoridad se piensa en astromía y en Galileo contra la autoridad de Aristóteles y la Biblia, pero quizás fue más importate la lucha contra autoridad en medicina, contra Aristóteles y Galeno.
William Harvey
Aristóteles y Galeno habían dicho que la sangre iba hacia las manos y
pies para llevar el espíritu vital y ya no retornaba. La medicina tradicional
estaba basada sobre ese movimiento unidireccional y abierto. Y, sin embargo,
cuando utilizaban un compresor para hacer una sangría, se daban
muy bien cuenta de que las venas se hinchaban a partir del mismo. Sin
embargo, declaraban los médicos tradicionales que la hinchazón se debía
a la irritación de los miembros, a una especie de furor vital de los tejidos
estrangulados.
El libro
en el que Harvey expuso su teoría sobre la circulación de la sangre fue
publicado en 1628, en latín, con el título Exercitatio anatomica de Motu
Cordis et Sanguinis in Animalibus. Esta obra le hizo famoso en toda Europa
y generó innumerables controversias. Un viejo médico de Venecia, Aemilius Parisanus
(1567-1643), fue uno de los más encarnizados opositores a la idea de
la circulación de la sangre, con su obra, publicada en 1635, Nobilium
exercitationum de subtilitate pars altera de cordis et sanguinis motu singularis
certaminis, ad G. Harveum. Llegó incluso a decir que Harvey se había inventado
los ruidos del corazón.
Las críticas no vinieron sólo del extranjero, un colega
de Londres, James Primrose, también criticó acerbamente a Harvey y lo
tildó de arrogante y soberbio, por oponerse a las enseñanzas de los antiguos.
Sus palabras indican la actitud de muchos, a pesar de estar ya en
pleno siglo XVII: «¿Quieres dar a entender que tú sabes lo que Aristóteles
ignoraba? Aristóteles lo observó todo y nadie puede tener la osadía de
contradecirle».
Edward May, un médico inglés, escribió
otro opúsculo, Relación cierta y verdadera del monstruo o serpiente
encontrado en el corazón de John Pennant, gentilhombre de 21 años. Estaba
redactado en forma de carta dirigida a uno de los más ilustres médicos
reales, Sir Théodore de Mayerne, y en ella May describe cómo, en la autopsia
de uno de sus jóvenes pacientes, había descubierto en uno de los
ventrículos del corazón, una especie de gran gusano de aspecto monstruoso.
Lo que aducía como prueba irrefutable de que la sangre circulaba
sólo en la calenturienta imaginación del doctor Harvey. Se trataba simplemente
de un trombo ocurrido tras la muerte.
De todos los detractores, quizá el más sarcástico fue el francés Jean
Riolan hijo (1580-1657), cuyo padre había sido decano de la Facultad de Medicina, en París: «No hay ninguna razón para aceptar que la sangre
circule y para que la tradición sea rechazada; sólo por el capricho de
un médico inglés».
Uno
de los argumentos de Riolan para criticar a Harvey es la idea de que la circulación de la sangre en el hombre es igual que la de
los animales. Dice Riolan: ¡Cómo va a ser la misma, siendo así que los
animales caminan y miran hacia el suelo, mientras que el hombre mira al
mundo de frente!
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Pero las cosas no son tan sencillas. No es tan fácil distinguir entre los antiguos apegados a la tradición y los innovadores.
Harvey tiene amigos que podrían calificarse ahora de apegados a la superstición, y él mismo tienen aficiones y opiniones extrañas. Por ejemplo no es ajeno a la curación a distancia, por simpatía.
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En cualquier caso, un interpretación ampliamente aceptada de este proceso de avance científico hace recaer en la correcta utilización del método experimental el fundamento de la consolidación de las nuevas tesis, y en concreto, la de la circulación de la sangre propuesta por Harvey.
Sin embargo, aunque esta interpretación es comunmente aceptada dentro de la comunidad de científicos naturales, no lo es entre los filósofos de la ciencia, y en particular no lo es entre los filósofos de la ciencia revisionistas de la concepción heredada de la ciencia que estuvo en boga hasta los años cincuenta.
a partir de los sesenta y setenta han ido tomando forma otras concepciones de la ciencia más historicista y más sociologistas.
En Estados Unidos, Kuhn primero y Feyerabend un poco más tarde han revisado la historia de la ciencia para cuestionar el modo en que esta progresa. Kuhn cuestionó el ritmo y linealidad del progeso, y Feyerabend ha cuestionado el método.
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Lo que hace que una teoria se acepte no es el método con la que se ha obtenido. No hay un método. En realidad todo vale, aunque sea irracional. la fuerza de persuasión por la cual la teoría es acogida por la comunidad científica depende más bien de cosas como su capacidad de atracción estética.
¿ Qué dicen los científicos?
Sólo una minoría dice o reconoce haber descubierto sus teorías, por ejemplo atendiendo a sus valores estéticos: Penrose, Dirac,...
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Pero las cosas no son tan sencillas. No es tan fácil distinguir entre los antiguos apegados a la tradición y los innovadores.
Harvey tiene amigos que podrían calificarse ahora de apegados a la superstición, y él mismo tienen aficiones y opiniones extrañas. Por ejemplo no es ajeno a la curación a distancia, por simpatía.
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El método
En cualquier caso, un interpretación ampliamente aceptada de este proceso de avance científico hace recaer en la correcta utilización del método experimental el fundamento de la consolidación de las nuevas tesis, y en concreto, la de la circulación de la sangre propuesta por Harvey.
Sin embargo, aunque esta interpretación es comunmente aceptada dentro de la comunidad de científicos naturales, no lo es entre los filósofos de la ciencia, y en particular no lo es entre los filósofos de la ciencia revisionistas de la concepción heredada de la ciencia que estuvo en boga hasta los años cincuenta.
a partir de los sesenta y setenta han ido tomando forma otras concepciones de la ciencia más historicista y más sociologistas.
En Estados Unidos, Kuhn primero y Feyerabend un poco más tarde han revisado la historia de la ciencia para cuestionar el modo en que esta progresa. Kuhn cuestionó el ritmo y linealidad del progeso, y Feyerabend ha cuestionado el método.
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Feyerabend
Lo que hace que una teoria se acepte no es el método con la que se ha obtenido. No hay un método. En realidad todo vale, aunque sea irracional. la fuerza de persuasión por la cual la teoría es acogida por la comunidad científica depende más bien de cosas como su capacidad de atracción estética.
¿ Qué dicen los científicos?
Sólo una minoría dice o reconoce haber descubierto sus teorías, por ejemplo atendiendo a sus valores estéticos: Penrose, Dirac,...
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