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Corrientes en política económica
La economía ecológica, tal como la ve el CASSE (Center for Advancement of the steady State Economy), no sólo trata de describir los procesos económicos sino que trata además de prescribir qué es lo que se debe hacer para que la distribución de la riqueza y la asignación de recursos sea más adecuada, en un contexto de recursos limitados.
Frente a las diferentes
corrientes existentes en política económica, (basicamente la
Teoría de la Elección Pública, liberal, y la Teoría Crítica, marxista), la
economía ecológica se decanta por el diseño de políticas
(Policy Design Therory), en la línea de las propuestas de Anne Schneider y Helen
Ingram.
Los objetivos de ese diseño político
son: un tamaño sostenible, una distribución equitativa y una asignación de
recursos eficiente.
Un tamaño sostenible
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Lo mismo sucede con los tipos de interés. Si la base del problema de una
economía es físico, por ejemplo por falta de recursos energéticos, ninguna política
monetaria puede resolver esto.
Todas estas políticas, incluido el objetivo genérico del pleno empleo parten del supuesto del crecimiento indefinido. La economía ecológica, por el contrario, busca un punto estable para el tamaño de la economía, algo que pasa por el delicado asunto de estabilizar la población.
Sin embargo, la economía ecológica es favorable al sistema de cap and trade porque ayuda a fijar el tamaño de un economía. Por ejemplo fijando los límites de la emisión de gases de efecto invernadero como hace el Protocolo de Kyoto. Los mecanismos de flexibilidad, que también contempla el Protocolo, son los que hacen de este sistema una vía intermedia entre la la regulación central de una economía y el laissez faire.
En el fondo del sistema del cap-and-trade está la limitación del crecimiento, y precisamente por esto es por lo que algunos países se han opuesto al Protocolo de Kyoto.
La base de la economía ecológica es sin duda esa, la idea de que existe un límite para el crecimiento.
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la crítica que se puede hacer a la economía ecológica es que ese límite no es algo fijado de un modo absoluto. Tiene un componente subjetivo, vinculado con la información disponible, pero sobre todo con los sesgos que introduce el investigador, o lo que es peor, los sesgos ideológicos consciente o inconscientes que subyacen.
A pesar del argumento que se apoya en las leyes de la termodinámica y que demuestra la existencia de un límite teórico, ese límite puede estar muy lejano, dependiendo del estado de la tecnología.
Por ejemplo la energía nuclear de fusión puede llegar a obtener ingentes cantidades de energía a partir de pequeñas cantidades de materia.
Lo que si es indudable es que para cada estado tecnológico hay límites y hay que contar con ellos. No se puede confiar ingenuamente en que la tecnología al final lo resolverá todo, cuando no hay garantías de que ciertos desarrollos tecnológicos estarán disponibles a tiempo.
Para esos periodos conocidos, pongamos 25 años, está claro que hay que ajustar el tamaño de la economía a lo que tenemos, sin encomendarse a golpes de suerte.
Lo que tenemos tiene una base biológica y física, y no valen políticas económicas que no cuenten con ello.
La política fiscal y la política monetaria no son soluciones consistentes, salvo para muy pocos que saben pescar en río revuelto. Fallan por la base, especialmente cuando una economía está por encima de su tamaño óptimo.
la economía que ha olvidado el sustrato físico sobre el que se asienta, es una mera especulación teórica sin fundamento real. Desprecia la realidad del medio natural en el que se desarrolla.
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Los crecimientos que estamos viendo en la última década se están produciendo básicamente a favor del margen de crecimiento, que la tecnología dada, permite a aquellos países que teniendo una población enorme estaban por debajo del desarrollo tecnológico disponible. Es el caso de China, la India e Indonesia.
Ese crecimiento tiene pues una base real: el capital humano. Lo que hay que ver es si las ingentes necesidades energéticas implicadas pueden ser resueltas a tecnología constante.
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Sin embargo, la economía ecológica es favorable al sistema de cap and trade porque ayuda a fijar el tamaño de un economía. Por ejemplo fijando los límites de la emisión de gases de efecto invernadero como hace el Protocolo de Kyoto. Los mecanismos de flexibilidad, que también contempla el Protocolo, son los que hacen de este sistema una vía intermedia entre la la regulación central de una economía y el laissez faire.
En el fondo del sistema del cap-and-trade está la limitación del crecimiento, y precisamente por esto es por lo que algunos países se han opuesto al Protocolo de Kyoto.
La base de la economía ecológica es sin duda esa, la idea de que existe un límite para el crecimiento.
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A pesar del argumento que se apoya en las leyes de la termodinámica y que demuestra la existencia de un límite teórico, ese límite puede estar muy lejano, dependiendo del estado de la tecnología.
Por ejemplo la energía nuclear de fusión puede llegar a obtener ingentes cantidades de energía a partir de pequeñas cantidades de materia.
Lo que si es indudable es que para cada estado tecnológico hay límites y hay que contar con ellos. No se puede confiar ingenuamente en que la tecnología al final lo resolverá todo, cuando no hay garantías de que ciertos desarrollos tecnológicos estarán disponibles a tiempo.
Para esos periodos conocidos, pongamos 25 años, está claro que hay que ajustar el tamaño de la economía a lo que tenemos, sin encomendarse a golpes de suerte.
Lo que tenemos tiene una base biológica y física, y no valen políticas económicas que no cuenten con ello.
La política fiscal y la política monetaria no son soluciones consistentes, salvo para muy pocos que saben pescar en río revuelto. Fallan por la base, especialmente cuando una economía está por encima de su tamaño óptimo.
la economía que ha olvidado el sustrato físico sobre el que se asienta, es una mera especulación teórica sin fundamento real. Desprecia la realidad del medio natural en el que se desarrolla.
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Los crecimientos que estamos viendo en la última década se están produciendo básicamente a favor del margen de crecimiento, que la tecnología dada, permite a aquellos países que teniendo una población enorme estaban por debajo del desarrollo tecnológico disponible. Es el caso de China, la India e Indonesia.
Ese crecimiento tiene pues una base real: el capital humano. Lo que hay que ver es si las ingentes necesidades energéticas implicadas pueden ser resueltas a tecnología constante.
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